Cuándo ambos jóvenes llegaron al hogar de Frankelda, el cuál era una pequeña casita, una sala, comedor y cocina en la misma estancia, un baño pequeño pero con tina, y una habitación sencilla pero bonita con dos ventanas a los costados de la cama de Frankelda, ambos lados con mesitas de noche, con muchas hojas, manchas de tinta y dos porta velas pequeños.
Herneval colocó suavemente a Frankelda en su cama, notando que en su barbilla y muñecas tenía unas marcas que lo alarmaron, pero, guardandose las preguntas para no hacer recordar a Frankelda aquella pesadilla que vivió.
-¿Herneval?- Dijo débilmente la chica, teniendo la completa atención de Herneval, quien la veía con ojos de preocupación.
-Dime Francisca- Dijo en tono dulce Herneval, haciendo que las lejillas de Frankleda se sonrojaran.
-Lo lamento mucho- Estás parabras consternaron mucho a Herneval, quien rápidamente respondió.
-¡No Frankelda! Tu perdoname a mí, no debí haberte dejado sola, soy el único responsable de que hayas pasado por tantas cosas muy desagradables- Respondió rápidamente Herneval, quien se sento al lado de Frankelda, y con ternura acariciaba su mejilla, sin embargo, fue detenido por la mano de Frankelda, quien se enderezó de golpe para abrazarlo con todas sus fuerzas, llorando en su abrigo.
-¡No! Fue mi culpa, no debí confiar en Erik, parecía que en verdad queria disculparse por sus acciones, pero me di cuenta de que no era cierto demasiado tarde; y cuando me mostro ese vestido de novia no pude con la presión; pero todo empeoró cuando le quite su máscara, tan horrible y aterrador,no por su apariencia, sino porqué me lastimó, me gritó y trato de aprovecharse de mí, pero si te hubiera echo caso en quedarme ahí sentada, tal vez nada hubiera pasado- Aquellas palabras enfurecieron a Herneval, desde el hecho de que ese monstruo daño a su amada Frankelda, que trato de propasarse con ella en un arranque de furia, y todavía pretender hacerla su esposa era algo que no podía tolerar; pero no hiba a ser duro con ella, el la recostó nuevamente en su almohada, le curo sus heridas, y beso tiernamente sus labios antes de hacerla dormir.
Después de eso, Herneval llamo a uno de sus sirvientes, enviandolo a buscar a la pequeña Olga y traerla para que le hiciera compañía a Frankelda mientras el estaba en Bellas Artes reportando el incidente con los hermanos.
A los pocos minutos llego la niña, quien pudo intuir rápidamente la situación cuando Herneval menciono que le mensiono que Frankelda no debía volver pronto al Palacio; dejando a ambas con un par de guardias quienes vigilarian los límites constantemente.
Herneval antes de irse beso la frente de Frankelda, mientras tomaba ambas cartas dedicada a cada uno de los dos, apretandolas pero sin arrugarlas, y encaminandose al Palacio de Bellas Artes.
En el edificio, se encontraban los niños tratando de averiguar el paradero de Frankelda, siendo interrumpidos por el Gnomo, quien de manera maliciosa comenzó a asustar a los niños con un lazo de horca teñido de rojo.
-Escuchen niños, tengan cuidado de encontrarse solos en el edificio, o correran con la misma suerte que su querida amiga, ¡Siendo raptados pir el Fantasma!- Colocando en su cueyo el lazo, mientras que los niños corrian despavoridos, soltando unas carcajadas intencionalmente audibles para cualquiera que pasará por el lugar; y dispuesto a seguir con su trabajo, lo primero que recibió fue una certera cachetada proporcionada por Totolina, quien tenía una expresión de furia y severidad que provocó un terrible susto en el Gnomo.
-¡¿Pero que fue eso gallina!?- Replicó el Gnomo, sobandose el cachete recién abofeteado, con una indiferente mueca se disgusto.
-¡Más bien tu bestia, ¡¡¡¿Cómo se te ocurre asustar a los niños con un tema delicado?!!!, Frankelda desapareció y tu lo vez como un juego- Totolina hiba a estallar en histéria por la actitud del Gnomo.
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🌹Mi Fantasma de la Ópera🌹💙Sustos Ocultos de Frankelda AU💙
Fanfiction"Di que me darás tu amor tu vida" "Donde vayas yo iría por ti" "No pido más de ti" Palabras que los jovenes enamorados se profesaron en un mar de tormentos en el Palacio de Bellas Artes. Pero no sabían que eran observados y resentidos por la creació...