|Epílogo|

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Bailey White

Mientras terminamos de ordenar la habitación junto a Zack, el llanto del bebé a través del monitor nos interrumpe.

—Voy yo, Ley, descansa un poco— me dice.

Bruno, mi hijo, cuando ninguno está cerca siente que le falta algo y rápidamente llora.

Falta poco para que Bruno cumpla un año de nacido, un año en el que cosas nuevas me pasaron y también cosas lindas experimenté. No fue, ni es, nada simple la maternidad, pero junto a Zack las cosas fueron más... llevaderas.

Mi esposo ayuda con el bebé, y cuando me ve muy cansada lo cuida él. Mayormente es quien lo mima y quien tiene al bebé en sus brazos, Zack es el tipo de chico con el que siempre quise estar, y ahora más que nunca me demuestra que me ama.

Observo a mi lado, hace unos meses nos mudamos a una nueva casa que yo misma diseñé, todo lo hice con ayuda de compañeros de clase y con ayuda de mi esposo. Hay cuatro habitaciones; una para Zack y yo, otra para Bruno, una que es mi espacio, donde hago mis planos y mis ilustraciones, y la última habitación es de Zack, más bien es su estudio de grabación. La casa es de dos plantas y la decoración mayormente es color violeta y negro, los colores que más nos gustan.

Antes de que el bebé llorara estábamos colgando algunos discos dorados de Zack, junto a una ilustración que hice de los tres y un título mío.

Amo mi relación con Zack, la relación es cincuenta a cincuenta y somos muy compañeros con él, esto me encanta, me fascina y es lo que siempre quise. Zack es lo que siempre quise, y es lo que tengo.

Ambos entran a la sala, Zack cargando al pequeño Bruno entre sus brazos. Los observo a los dos; ambos tienen los ojos verdes, tienen la misma nariz perfilada y los mismos rasgos, Bruno de mí heredó mi cabello rubio, mi hijo es un risitos de oro.

—Quiere estar con mamá— dice Zack.

—Ven aquí cariño—digo, y se acerca Zack, pero no me entrega al bebé—. Era al bebé, pero bueno, vengan ambos.

Los tres nos fundimos en un abrazo, el pequeño Bruno ríe, nunca pensé que la risa de un bebé fuera tan saludable para mí.

La puerta de entrada suena, dando la bienvenida a nuestros invitados: nuestros padres. Entre todos nos saludamos pero más le dan atención al bebé. Mi cuñada, Adelaide, se queda en el sofá, tiene cara triste entonces decido acercarme.

—¿Qué sucede, Ad?— indago, la niña me mira y cruza los brazos.

—Es que... quiero tener en brazos a mi sobrino, pero nadie me deja— hace un puchero.

Una De Bruno Mars✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora