1. Errantes

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Hace mucho tiempo, cuando ni la nada misma existía, un flujo de energía inexplicable cruzó de un extremo a otro la inmensidad. Desprendía un halo de luz que en instantes se desvanecía, pero que dejaba atrás un sinfín de partículas sin significado definido. Estas se comenzaron a unir en parejas, a su vez, en cuartetos y después en octetos, y así, exponencialmente. Todo ocurría en fracciones de lo que conocemos como segundos.

Los tumultos que yacían inertes en esa dimensión se limitaban a existir, sin ningún propósito, sin ningún camino, hasta que se cruzaron con una fuente radial que los dispersó en miles de direcciones y hacia confines desconocidos. Cada minúsculo fragmento se mantuvo inactivo en presencia de tal efecto, denominado Onda, el cual le otorgó atributos específicos, pero nunca llegó a alterarlo en forma o naturaleza; solo necesitaba un estímulo, como el combustible a la chispa para crear fuego. Era cuestión de tiempo para que aquellos entes se desarrollaran.

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Surgió una gran revolución tecnológica en el siglo XX, trayendo así la creación de las redes de computadoras, el progreso del almacenamiento y reproducción de la información en los medios rudimentarios y la transmisión de esta a través de interconexiones. El teléfono como módem, las señales electromagnéticas de radio, los medios de comunicación audiovisual, y demás formas de ingreso y de salida de información entraron en furor, desde las típicas imágenes monocromas hasta los sonidos crujientes de los medios analógicos. Fueron años y años de progreso tecnológico, hasta llegar a la última década de ese período.

No fue un camino fácil, se trataba de errar y reintentar para evolucionar con más firmeza. Los cambios se hicieron notar generación tras generación y con ellos la mejoría de la calidad de vida de la humanidad estaba aún más compenetrada.

Aunque pasó mucho tiempo, no fue sino hasta los 90 que el auge de estas tecnologías cubrió toda la esfera terrestre: dispositivos de telecomunicaciones como productos de entretenimiento, desde los televisores hasta los reproductores de música, pasando por consolas de videojuegos, electrodomésticos, radios, teléfonos y, por supuesto, las computadoras de nueva generación. Incluso algunos juguetes, como las mascotas virtuales. En estos últimos se originó una especie inusual de comportamiento que irrumpía en la tranquilidad de las personas.

Se tienen vagos conocimientos de un caso extraño, en el cual un usuario de un juguete electrónico cuidaba de su pequeño prodigio digital, apenas tenía un día de utilizarlo; de repente, hubo una perturbación del entorno, el aire se enrareció por un instante y el joven cayó inconsciente. Cuando despertó y vio su mascota, esta había desaparecido y el dispositivo jamás volvió a funcionar; no solo eso, su habitación estaba en un desorden total, así como su computadora, la cual había explotado. No se supo a ciencia cierta si el suceso se reportó por inestabilidad eléctrica, o si se trató de un defecto de fabricación, pero fue tan particular que quedó registrado como leyenda urbana.

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Año 2027. Época hiperdigitalizada.

—¡Hanzooo! ¡Date prisa, tenemos que presentar la previa! —exclamó una voz chillona y apresurada—. ¡Te dejaré como tu apellido si no bajas en los próximos segundooos!

Aquel fue el único sonido disruptor en el lugar, cuyo eco suscitó murmullos y cotilleo de los demás residentes. Por cierto, solo por si las dudas, su apellido significa "solo".

—¡Pero mira cómo han controlado al dócil Aonomi! Si hasta su compañera de equipo lo calibra frente la gente —afloró el comentario desdeñoso de un competidor—. ¿Quién lo diría? ¡A alguien le importa prestarle atención a tan poca cosa!

Ante tales palabras, un efecto bola de nieve de palabrería inundó el pasillo del segundo piso en la facultad. Para fortuna de los estudiantes, los maestros estaban fuera de turno y solo había tiempo para dos cosas, estudiar o hacer ocio. Muchos de los jóvenes prefirieron entregarse a los brazos de la flojera, sabían que habría forma de capotear los contratiempos de un proyecto cerca de la fecha límite de revisión y la procrastinación reinaba entre las habitaciones. Pero eso no fue suficiente para contener la insufrible verborrea de los chismosos de turno, aquellos que presumían tanto de lo que apenas demostraban: prudencia.

Digimon: Digital Wave - PerseguidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora