12. Obstinación

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Era de noche, no había dejado de llover ese día y caían relámpagos, los truenos estaban a la orden. Hanzo yacía plácidamente sobre su cama y Mixenmon lo acompañaba sobre su vientre. De pronto, una inquietud recorrió el cuerpo del joven y comenzó a hacer muecas mientras dormitaba.

En su mente rondaban imágenes inquietantes de encuentros contra otras criaturas malévolas y enemigos ocultos que lo tenían vigilado, no solo eso, con el último malestar por no poder completar su proyecto el estrés evitó que conciliara correctamente el sueño y vislumbró su fin en el instituto, sin ninguna oportunidad restante.

—¡Hoy es el día, señor Aonomi!, ¡lo desalojaremos por no cumplir su trato! ¡Ja, ja, ja, jaaa! —resonaba la voz distorsionada del decano de la institución y su rostro monstuoso acechaba a Hanzo en la escena.

—¡No tienes oportunidad ni méritos aquí, Hanzo!, ¡estás solo y así quedarás hasta el final de tu vida! —otra voz que reconocía lo abrumó por otro flanco, era la de aquella alumna que intentó ligarlo anteriormente, solo que su aspecto era el de una víbora que andaba en dos piernas y se cubría con un antifaz.

—Mereces estar en la cuerda floja por no seguir mis órdenes, Hanzo Aonomi... ¡qué bien que me libré de ti al viajar a la otra sucursal! —una voz femenina y agravada irrumpió en la mezcla de imágenes que agobiaba al estudiante, era la de Aleia al momento de haberse trasladado, pero  portaba una capa de terciopelo púrpura y despedía un aura malévolo.

No solo aparecieron tres de sus preocupaciones más cercanas, también arribaron los Monitamon, la imagen de Ryudamon poseído y las figuras tanto de Chrysalimon y Paledramon. Todas esas presencias se agolparon en una especie de cúpula que impedía a Hanzo respirar con calma.

—Basta... lárguense, no tienen poder sobre mí... ¡no pueden atormentarme! —en aquella visión Hanzo lucía como un espectro que desaparecía gradualmente conforme los acechadores lo arrinconaban—. ¡Fuera de aquí!

En el recinto no dejaba de centellear la persiana entrecerrada por los relámpagos nocturnos. El chico viraba su rostro con brusquedad y trataba de recobrar la poca comodidad que le quedaba, pero le costaba mucho.

—Váyanse... déjenme en paz... —mascullaba entre el sueño, el miedo se dibujaba en su rostro empapado de sudor.

Mixenmon percibió la incomodidad de su aliado y abrió poco a poco sus ojos, se percató del mal momento que Hanzo sufría y trató de despertarlo.

—Hanzo, cálmate, estoy contigo... ¿puedes escucharme? —el digimon lo alentaba mientras permanecía sentado en su forma intangible sobre el pecho del humano—. ¡Debes despertar, no tienes de qué preocuparte!, ¡reacciona, amigo! —con sus manos en la cara del joven lo trató de hacer volver en sí.

Tras unos segundos Hanzo finalmente recobró el sentido y pudo despertar, la agitación que le produjo ese sentimiento lo dejó con la mirada platiabierta y mudo de la impresión, su respiración era profusa y estaba frío del asombro.

—¡Por fin reaccionas, qué bueno que...! —el digimon tiburón suspiró al ver a su compañero, pero no pudo terminar la frase tras el apretón que Hanzo le dio como si de un oso de felpa se tratara—. ¡Agh, me vas a partir en dos si sigues asííí!

El reloj marcaba las 2 de la madrugada, no había escampado y poco a poco dejaba de relampaguear, aun así el clima intempestivo reveló vagamente el semblante de un joven asustado por aquella pesadilla y quien, en una mezcla de tormento y estupefacción, dejó caer unas lágrimas sin moverse de la cama.

—Mixenmon... tengo mucho miedo —gimoteó Hanzo y aflojó un tanto su abrazo repentino para dejarse consumir por el agotamiento—. No me dejes...

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⏰ Última actualización: May 20, 2023 ⏰

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