6. Reinicio

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Al día siguiente, el espectro de Mixenmon se encontraba panza abajo sobre el humano somnoliento, las heridas de la tarde anterior estaban prácticamente curadas. Hanzo abrió sus ojos ante los rayos del sol que inundaban el cuarto, el digimon también reaccionó y miró primero alrededor, se percató de que estaba mucho más espacioso.

—¿Qué hora es...? —murmuró Aonomi, se levantó sin fijarse que Mixenmon seguía sobre sí—. Ehh... perdona, no te noté —se colocó sus lentes y bostezó con total desparpajo. Mixenmon quedó de cabeza en la cama del chico.

—Sí, de eso me di cuenta —expresó incómoda la criatura. Se recompuso y saltó un poco sobre el colchón destendido.

—Entonces era cierto, Aleia se fue, no dejó nada de sus pertenencias... pero tampoco se quedó con los caramelos que le había guardado —mientras recorría la parte vacía de la habitación, Hanzo detallaba los rincones en los que dormitaba quien fue su compañera—. No puedo evitar sentirme como esta parte del cuarto, Mixenmon.

El digimon se detuvo y miró a su colega, parecía detener una de las paredes. Se sentó en la orilla del lecho y exhaló con empatía.

—Me sorprende tu actitud, no eres nada comparado con otros de tu especie, yo de ti estaría muy indiferente y no me quedaría divagando —explicó el digimon acuático. Hanzo se giró hacia sí.

—Lo sé, lo sé... solo que no encuentro forma de evitarlo. De cierta forma, algunos me dan un sentimiento de pena, más cuando traté de llevármela bien con ellos. Es indescriptible, hasta les recomendaría a otros que no quisieran ser como yo, al menos no en esa forma —el alumno no dejaba de observar el sitio de las pertenencias que Aleia tenía.

—Necesitarás pasar ese duelo. Date tiempo —recomendó Mixenmon, bajó de un brinco al piso y sus características pisadas sonoras llamaron la atención de su compañero.

—Para ser un digimon intangible haces ruiditos muy graciosos —Hanzo cambió su expresión por un instante y comenzó a preparar sus cosas para el horario académico de la jornada.

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La primera clase del profesor Okamoto era con el grupo de Hanzo, así que aguardó pacientemente. Cuando comenzaron a ingresar los estudiantes, vigiló atentamente la puerta, hasta que divisó al joven. Algo le causó curiosidad de sí y fue las marcas de su brazo derecho, ya que tenía sus mangas dobladas. En cuanto el aforo se completó, el ingeniero comenzó su sesión.

Durante la clase, uno de los compañeros de Hanzo ocupó el puesto en el que Aleia se hacía, era algo más alto que él y llevaba una gorra de lana para identificarse. Algunos ribetes se asomaban en el dobladillo de la capucha del alumno.

—Aonomi... ¿qué pasa? —le preguntó el otro. Susurraba sin hacer contacto visual, pero no recibía respuesta alguna—. Ey, dime lo que sepas, no pasa nada.

Hanzo tomó un cuaderno que tenía al lado y se cubrió parte del rostro, pero no dejó de comunicarse con la otra mano por medio de una señal de pausa. Tal vez el interesado la había entendido, por lo que no insistió y quedó pendiente de recibir algún dato.

Mientras que Hanzo salía de su primera clase, Mixenmon aprovechaba para pasearse sin que lo vieran. Curioseaba entre las aulas a las que pudiera entrar sin tocar nada, le llamaba la atención el sonido de los equipos electrónicos que trabajaban incansables para almacenar y transmitir información en todo el campus. En cuanto veía a una persona con luces cerca de sí, se quedaba quietecito para que no pudieran detallar su silueta original. Como las luminarias de los techos estaban a un brillo semejante a la luz natural, era poco probable que lo distinguieran de día.

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En medio de los arbustos aledaños a la institución, el espía Monitamon custodiaba los pasos de sus investigados. Mantenía su señal abierta ante otros infiltrados en el territorio, esperaba alguna oportunidad de que alguno de los dos, digimon o humano, dejaran las instalaciones académicas.

Digimon: Digital Wave - PerseguidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora