CAPÍTULO VIII

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MORGAN


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Madeleine 4 años


El chocolate caliente inundaba las fosas nasales de la pequeña Madeleine, quien se encontraba en la cafetería sentada en la barra con una de las tantas niñeras que le asignaba su madre. Mientras esperaba a que ésta saliera de su turno.

Aquella mañana Briana había salido desde temprano diciendo que tenía un nuevo caso que resolver y de suma importancia. Habían atrapado a un asesino en serie la semana pasada y éste había solicitado de los servicios de la señora Vanderwaal.

Sin duda alguna Briana lograría sacarlo de ahí, claro, con tiempo y buen trabajo. Briana Vanderwaal era identificada por tomar siempre los casos de asesinos, incluso si estos eran totalmente culpables, ella siempre conseguía sacarlos del agujero. No importaban las críticas de los demás habitantes, ella lo hacía.

Su nombre era Jeremy Simon, un joven con un mal aspecto ante los ojos de los demás. Tenía tatuajes distribuidos por varias zonas de su cuerpo, y uno que otro piercing en su rostro. Había sido llevado a la sala de interrogatorio esa mañana en la espera de la atención de Briana, quien había estado leyendo su archivo por más de dos horas en su despacho, para así poder comenzar con él.

La gran puerta gris había sido abierta con un estrepitoso ruido al ser cerrada. Briana se encaminó hacia él.

–Buenos días, Jeremy. Es un gusto conocerlo– dijo, mientras estiraba su brazo para así; saludarlo.

–Señora Vanderwaal. El gusto es mío– tomó la mano de ella en un apretón.

–Debo decir que su caso es sumamente complicado. Asesinar a varias chicas no está bien visto, ¿está de acuerdo, joven Simon?– él simplemente asintió –Tranquilo yo lo sacaré de aquí– culminó con un sonrisa en sus labios color cereza.


(...)


– ¿Puedo ir a jugar con Chris?, estoy aburrida– suplico Madeleine en un puchero.

–Por supuesto, iré por la cuenta. Espera aquí– aquella niñera se dirigió a la caja para pagar por lo consumido en la cafetería Golden Moon.

Al terminar de pagar se dirigió de nuevo a la mesa, donde tomó a Madeleine de la manita para dirigirse a su destino. La casa de los Marshall.

Los Marshall eran bien conocidos por la ciudad, Paúl Marshall, padre de Christopher, era el comandante de la policía, sin duda uno de los mejores, aquella persona que se aseguraba de mantener a todos a salvo. Luego, Mónica Marshall, ella era una mujer joven, tenía varias propiedades a su nombre donde distribuía su mercancía; atuendos de calidad y con precios sumamente altos.

M I: MENTAL DEMONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora