CAPÍTULO VII

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TE ENCONTRÉ


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«—Ven Madeleine, no te separes de mi— tomó mi mano con fuerza, su suave tacto hizo que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza.

El miedo en ese momento era perturbador, era escalofriante lo que podía causar en mí, el extraño dolor que sentía en mi pecho se intensificaba con cada paso que dábamos. Pronto llegamos a la entrada de la ciudad Hollins. Sentí un jalón en mi mano, mire su rostro y me hizo una seña para que siguiéramos nuestro camino, no podíamos ni siquiera perder el tiempo en detenernos, en cualquier momento aquel hombre se daría cuenta que habíamos escapado de su lado, del lugar en el que nos mantenía cautivos. El comenzó a correr y por ende yo también, la brisa que era azotada contra mi rostro era tan fresca, se sentía tan bien, pero en estos momentos no lo era, esto sólo me recordaba del porque corríamos, de quien corríamos.

Pronto una cabaña apareció a lo lejos, voltee a verlo y con sólo mirarnos corrimos lo más rápido que pudimos, al estar frente a la puerta tocamos con fuerza, esperando que el dueño del lugar nos diera auxilio. La puerta fue abierta de golpe, provocando que ambos cayéramos al suelo.

— ¿En qué les puedo ayudar?— nos pusimos de pie en cuanto escuchamos aquella voz. Un señor de mediana edad apareció ante nosotros, luego, detrás de él apareció una señora, la que podría ser su esposa.

—Estamos perdidos señor— al escuchar aquello voltee hacia mi lado derecho, él lo había dicho, mi hermano.

—Pasen, pasen— sin esperar tanto, entramos rápidamente y con fuerza cerré la puerta.

— ¿Quieren qué le marque a sus padres?— ambos asentimos con fuerza, la única esperanza que teníamos eran estos señores.

—Vengan, siéntense, pónganse cómodos en lo que mi marido se comunica con sus padres— Él se acercó a mí y apretó mi mano, me sentó junto a él en el enorme sillón de cuero que se encontraba en medio de la enorme sala.

— ¿Son hermanos?, se parecen mucho— aquella señora nos miró con curiosidad.

Ante esto, ambos asentimos confirmando aquella pregunta.

Aquel señor no volvía, ya hacía un par de minutos que se había ido, ni siquiera le habíamos dado el número de nuestros padres, entonces... ¿cómo se comunicaría con ellos si no tenía su número?, esto era extraño.

Las luces de la sala comenzaron a fallar y mi respiración se aceleró, a mi lado él tomó mi mano y me sonrió para tranquilizarme. Aquella señora se puso de pie y trato de tranquilizarnos.

—Tranquilos, iré a ver qué pasó con la luz, esperen aquí— al terminar de decir aquello, ella salió por la puerta y se dirigió al extenso pasillo que se podía ver, luego giro en una de las puertas y se perdió de nuestra vista.

M I: MENTAL DEMONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora