CAPÍTULO XII

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LA QUIERO A ELLA


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Madeleine 6 años


—Me pasas la pintura púrpura, por favor— la pequeña niña asintió en afirmación para luego pasarle el pequeño pomo de pintura acrílica. Agradecido, Christopher le beso la frente.

Ya pasado tres horas pintando un lienzo blanco que parecía no tener fin.

La mañana había sido cálida, el día anterior ambos niños han dormido juntos; en casa de Christopher.

Los padres del niño han notado un cambio, pequeño, pero significativo en el comportamiento de su hijo. Quien era imperativo en todo momento, cometía travesura tras travesura. Cuando se vea en el mismo espacio que Aisha, se mantenía en completa calma. Era como si la niña le transmitiera dicha calma; ambos estaban felices con eso.

La madre de Christopher; Mónica, había preparado varios sándwiches de mermelada para que ambos niños disfrutaran de una película de terror, las favoritas de ambos.

Repentinamente del cielo cayeron pequeñas gotas de agua que con el pasar de los minutos fueron aumentando su tamaño y la fuerza del impacto con el suelo. Pasadas las horas el clima mejoró y el sol comenzó a verse de nuevo.

Ambos niños se acercaron al ventanal que daba hacia la calle, comenzaron a dibujar con la punta de sus dedos; figuras y dibujos en cada espacio que encontraron.

Madeleine recordó los momentos que solía compartir con Jackson, la promesa de ser amigos por siempre se desvaneció y ahora, sólo era un recuerdo más. Volteó hacía Christopher quien estaba dibujando el rostro de ambos en el vidrio empañado por la lluvia. Inconscientemente le sonrió olvidando el recuerdo del que ya no era su amigo.


(...)


Las clases habían transcurrido con normalidad para Madeleine, al llegar a su hogar depósito su mochila en su habitación y se cambió para encontrar a su tío, quien le había prometido enseñarla a tocar el piano luego del colegio.

—Venga, hoy es la primera lección. ¿Estás segura de querer aprender a tocar el piano?, debo decirte, pequeña, que soy pésimo maestro— su pequeña sobrina río ante el último comentario de su tío, pero no pareció importarle, ella quería aprender todo lo que pudiera de él.

Eliot; también adoraba pintar en las afueras de la mansión, lo más que se pudiera del bosque que se alcanzaba a ver al rededor. Tío y sobrina tenían gustos muy parecidos.

Entre risas y bromas su tío comenzó enseñándole lo básico. Lo que siempre le impresionaba era lo rápido que su sobrina se aprendía algo, tenía una excelente memoria. Y era evidente que eso no lo había sacado de su madre, no, eso era gracias a la familia Morgan.

M I: MENTAL DEMONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora