|| PRÓLOGO ||

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El sonido de las gotas de lluvia chocando contra la ventana era lo único que se escuchaba en ese momento, y el olor a tierra mojada que se lograba colar por la ventana de la habitación.

De pronto, unas voces irrumpieron en todo el lugar, luego, el ruido de lo que eran metales contra la mesa.

A la estancia entraron cuatro enfermeras, vestidas pulcramente de blanco con una mesita metálica. Se acercaron a aquella camilla donde ya hacía inconsciente Briana.

–Rápido, no queda mucho tiempo– anunció una de las enfermeras, la que parecía ser la mayor.

Por la puerta, entró un hombre vestido de blanco, con un tapabocas en su rostro. Cerró la puerta y se aproximó a la camilla, tomó unos guantes de látex color azul cielo y se los coloco.

–Iniciemos– aquel hombre que era el doctor dijo aquello, para luego dar por comenzar la cesárea.

Un tiempo después sacó el primer bebé, varón. Su piel pálida con unas cuantas manchas de sangre por su pequeño cuerpo.

Sin vida.

Lo tomó en sus manos, ni siquiera trató de reanimarlo, ya hacía unos días que él le había confirmado el estado en el que venía aquel niño a Briana. Y si no se hacía algo pronto la otra pequeña, compañera y hermana del niño, terminaría en las mismas condiciones.

Rápidamente le pasó aquel pequeño a una de las enfermeras que salió de la habitación con él y siguió con la cesárea para tratar de salvar a la pequeña.

Después de tan largos 11 minutos sacó a la segunda bebé, que a diferencia del primero, esta lloró al ser sacada del vientre de su madre.

Una pequeña niña de piel pálida, con sus pequeños ojos cerrados y una mueca en su pequeño rostro. La coloco en una manta color blanco y se la entregó a una de las enfermeras.

(...)

Briana se encontró recostada en la cama con sábanas blancas, miraba por la ventana que daba al extenso bosque que rodeaba la mansión. La puerta de ésta se abrió y por ella entró su hermano Eliot con la pequeña niña en brazos.

– ¿Quieres cargarla? - preguntó en dirección a su hermana refiriéndose a la niña. Pero no hubo respuesta.

–Briana– la llamó en un tono tan suave.

–No la quiero– respondió en tono tan frío provocando que Eliot se pusiera nervioso.

–Pero... es tu hija, no puedes decir... - fue interrumpido por un grito de Briana.

– ¡No la quiero! , no la quiero ver aquí. ¡Quiero que se vaya! - y terminó en llanto.

Sin pensarlo un solo segundo Eliot se fue de allí con la pequeña. Al salir y estar en el pasillo podía escuchar a su hermana como lloraba desesperadamente.

–No te preocupes, yo si te quiero. Y mucho– entonces la pequeña abrió sus pequeños ojos. Sin poder evitarlo, le beso la frente y le susurro que todo estaría bien.

–Madeleine, ese será tu nombre. Y serás magnífica– terminó de decir con una sonrisa.


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"Tenemos cicatrices en los lugares más insospechados como si fueran mapas de nuestra personal, de viejas . Algunas se cierran dejándonos sólo una pero otras no. Algunas cicatrices las llevamos a todas partes y aunque la cierre el persiste. ¿Cuáles son peores las nuevas terriblemente dolorosas o las viejas que debieron cerrarse hace años pero no lo hicieron? Quizás las viejas nos enseñan algo, nos recuerdan donde hemos estado y lo que hemos superado, nos enseñan que debemos evitar en el futuro o eso creemos aunque en no es así, hay cosas que debemos aprender una y otra vez."


M I: MENTAL DEMONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora