CAPÍTULO II

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 SEÑOR TINIEBLAS


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Madeleine 3 años


Eran aproximadamente las 7 de la mañana, cuando Briana se dirigía en auto manejado por el chófer a la casa Miller a dejar a su hija.

Luego de 5 minutos llegaron y bajaron del auto, para luego aproximarse a tocar la puerta repetidas veces.

—Hola Alana— saludó Briana al ésta abrir la puerta.

—Hola Briana, hola Aisha, pasa, Jackson está en su habitación—

Sin más, Madeleine salió corriendo rumbo a la habitación de su amigo.

Al entrar a tan conocida habitación para ella, con varios dibujos de una niña y un niño tomados de las manos, simulando a Jackson y Madeleine.

Jackson se ve en el suelo con varios juguetes a su alrededor.

—Hola As, vamos a jugar—

Sin hacerse la negada, rápidamente comenzó a jugar.

De un momento a otro, Jackson tomó uno de sus dibujos y se lo entregó a Madeleine.

Riéndose, Jackson se lo dio —Somos tu y yo, cuando nos casemos—

Madeleine tan solo comenzó a reírse, mientras veía a Jackson ponerse de pie y acercarse a su pequeño buro azul cielo. Tomó lo que se encontró ahí y se encaminó a Madeleine de nuevo.

—Toma— aquello era un anillo de dulce.

Madeleine lo tomó colocándolo en uno de sus pequeños deditos, para luego, tomar a Jackson de las mejillas y depositarle un beso en sus pequeños labios.

Madeleine había visto cómo su tío Eliot hacía eso con varias chicas, y él siempre decía que era, porque las quería mucho. Para ella no fue raro, ni algo indebido. Ella quería mucho a Jackson.

Ante aquel acto de la pequeña, las mejillas de Jackson comenzaron a tornarse rojas.

Había sido el primer beso de ambos, un inocente beso.

Así se pasó toda la tarde, entre risas y juegos.

Pronto, escucharon el grito de la señora Miller — Niños, prepare pastel, vengan—

Ambos se miraron y salieron corriendo, para entrar a la cocina. Tomaron asiento mientras la madre de Jackson les servía.

—Mami, As es mi novia— decía Jackson mientras soltaba una sincera risita.

A lo que Madeleine soltó la más grande de sus carcajadas.

— ¡Vaya!, sí que tienes buenos gustos hijo— decía mientras le guiñaba un ojo a Madeleine.

M I: MENTAL DEMONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora