Cap 33: Cuddles and planning

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La amplia mansión Phantomhive yace siendo bañada por las sombras de la noche, que pronto serán desalojadas por los primeros rayos del sol matutino.
Todos los habitantes de dicho lugar aún se encuentran dormidos, descansando plácidamente en sus camas para luego tener otro arduo día de trabajo. Sin embargo, vamos a centrarnos en una habitación en especial. La que es perteneciente a la joven condesa híbrida, quien poco a poco se está despertando después de más de ocho horas de sueño, lo que cualquiera desearía poder hacer.

Se despereza, estirando sus músculos dormidos. Bostezando con los ojos cerrados aún. Removiéndose en la cama y sintiéndose extrañamente contenida, pero no puede percibir porqué ya que sus sentidos aún se encuentran adormilados también. Lo único que logra sentir es una abundante calidez y cobijo, pero asume que es por la cantidad importante de frazadas que tiene encima, después de todo es muy sensible al frío cuando está en su periodo.

Perezosamente se limpia la baba de la boca en tanto sus ojos se abren. Quitándose las lagañas de paso y algunos cabellos que cayeron en su cara. Hasta que ambas acciones son frenadas al encontrarse con el motivo del porqué se siente tan calentita durmiendo plácidamente junto a ella mientras una de sus manos reposa en su vientre bajo.
Creo que no hace falta explicar el esfuerzo sobrehumano que tuvo que hacer para reprimir un chillido o un grito tan agudo que solo hubiesen escuchado los perros.

¿Cómo puede ser que el mayordomo, ese condenado demonio, haya llegado hasta su cama y se haya quedado dormido? ¿En qué momento?
Eso se pregunta en silencio, hasta que, cuando tiene la suficiente lucidez para recordar, hace memoria de los eventos que se dieron el día anterior. Y le llegan las imágenes de ella misma cayendo en brazos del mayordomo, pidiéndole que no la deje mientras su dolor menstrual la hacia sentir como si estuviese por morirse en ese preciso momento.

La vergüenza comienza a invadirla y sus mejillas se tornan coloradas. Se tapa la cara con ambas manos, haciéndose un bollito. No puede creer lo que hizo cuando perdió apenas un poquito el control sobre ella misma por segundo día consecutivo. Lo del abrazo se lo permitió con suerte, después de todo ese es el mejor método de disculpa que se le ocurrió por el momento y que sea más demostrativo que unas simples palabras. Pero haberle dicho que se quede es un nivel muy elevado al que no pensaba llegar tan rápido.

De repente siente una pequeña presión en su cintura y movimientos en su espalda. La calmada respiración del hombre comenzó a tomar otro ritmo y de su garganta sale un grave murmullo adormilado. Mientras sus manos cambian de posición y le rodean la cintura, aproximandola más a su cuerpo.
El calor que emana el cuerpo masculino le resulta sumamente reconfortante. Mientras el dolor comienza a asediarla una vez más, solo que siendo más leve y soportable.

El olor a colonia masculina invade sus sentidos. Haciéndola sentir un poco extraña. Generando un hormigueo en su estómago, que sospecha que debe ser de su mismo dolor del periodo. Sin embargo encuentra relajante tal fragancia en acompañamiento con el relajado latido del corazón del azabache que puede percibir por tanta cercanía. Lo que provoca un leve arrimamiento.

- Buenos días, señorita, veo que ya despertó..

Da un leve respingo cuando escucha su voz aterciopelada con un tono más ronco y grave de lo usual. ¿Cómo puede ser así la voz de alguien a esas horas de la mañana cuando una está tan indefensa? Tan potente y sensual... Debería ser ilegal.

Por unos instantes piensa en hacerse la dormida, aprovechando que él no puede verla a la cara directamente. Pero si ya reaccionó antes con dicho saltito, entonces es evidente que está despierta y consciente.

- Veo que nada se te escapa, Michaelis..

- Al menos no cuando una señorita se apega a mí como lo está haciendo usted, ¿ha dormido bien? ¿Se siente mejor? Ayer se veía bastante mal

Mi Dama del Circo (Sebastian Michaelis y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora