MANJIRO SANO

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Porque yo le había permitido entrar a mi vida. Había dejado que su ser depresivo me invadiera por completo, había dejado que aquella máscara de dulzura me atreyera hasta los codos. O más bien, yo había buscado todo aquello.
Por eso ahora no podía sacármelo de lo cabeza. Ya no me importaba nada más que tenerlo conmigo, no me interesaba qué tipo de persona era ya, ni qué cosas había hecho. Tampoco me importaba que él no quisiese nada de mí, incluso aún seguía sorprendiendome que estuviera en mi casa.

-Por favor, quedate un rato más.

La mirada vacía en su rostro me decía que lo dejara ir. Que de nada servía estar con él, que no iba a salvarlo. Y yo lo sabía. Pero como él, yo también era una egoísta.

-Hazme el amor.

¿Hacer el amor? Ridícula. Él desde hace mucho tiempo había dejado de experimentar aquel sentimiento, o eso creíamos todos, incluyendolo. No era ni la sombra de la persona que solía ser.

Me había enamorado de él hace muchísimo tiempo, cuando la Tokyo Manji estaba en la cúspide de todo. Cuando Mikey era un sol resplandeciente. Cuando los ojos le brillaban. Me había enamorado de él, y él lo supo. Comenzamos una relación que no hacía otra cosa más que llenarme de felicidad, pero la muerte de su hermano seguia presente, la muerte de Baji seguida presente, la muerte de Emma seguía presente, y él no podía recuperarse. Y no lo haría. Yo trate, de verdad traté de ayudar. Sin embargo, una persona no siempre quiere ver la luz. Mikey nos mostraba a todos una sonrisa deslumbrante cuando por dentro estaba lleno de miedo, ansiedad y tristeza. Yo lamia sus heridas, y él, como un cachorro, las recibía. Pero. Pero él ya no quería ni eso. No quería nada. Solo estaba ahí, sus ojos sin emoción. De todas formas me quedé.
Yo había desarrollado sentimientos más allá del enamoramiento.

Se subió a la cama, arrastrado pesadamente sus rodillas, con sus manos tomó mis tobillos para separar mis piernas y ponerlas a cada lado de sus caderas, las cuales ya estaban muy cerca de mí.
Recorrió con sus frías manos lo largo de mis piernas para anclar sus manos a mis caderas haciendo presión, tanta presión que comenzaba a lastimarme un poco.

-Es la última vez que follamos, tengo que irme de este lugar, y no te llevaré conmigo. Entiendelo.

Su voz gélida inundó mis oídos, reprimi mis ganas de querer llorar. Sabía que él iba enserio. Siempre iba enserio. Quería golpearlo, quería que se alejara de mí y no volviera a tocarme nunca más, pero también lo quería tan cerca y tan dentro.
Voltee hacia otro lugar para no mirar sus ojos tristes, desgastados y llenos de nada.
Su entrepierna chocó con la mía y pude sentir como todavía su pene estaba flacido. Comenzó a acercar su rostro al mío, su aliento chocó contra mi piel, y, cerrando mis ojos me voltee hacia él para permitirle que me besara. Al fin y al cabo era lo que yo quería de él.
No podía conseguir otra cosa. Él no iba a amarme. Él no iba a quedarse conmigo. Y si lo último que me daría sería atención sexual estaba bien.

Sus labios tomaron los míos, labios fríos que hicieron contraste con los míos. Los movió perezomente permitiendo que yo llevara el ritmo, mis labios mojados acariciando los suyos, abrió su boca en busca de más, pidiendome así que yo metiera la lengua, y lo hice. Mi lengua entró en aquella cavidad bucal, regalandome así un poco de su calor, y su lengua atrapó la mía, ambas siendo sueves con la otra. Sus besos eran suaves lo cual hacía que mi corazón se encogiese. Ojalá que con esa delicadeza se tratara así mismo, pensé.
Tome su cuello para atraerlo más a mí, y él puso su rostro de lado para poder facilitar más el beso. Podía sentir como su pene dejaba de estar tan flacido y comenzaba a tomar vida.
Las manos que antes habían apretado mis caderas luchaban por quitarme la blusa. Se separó un poco de mí para terminar de quitarme la prenda, está se deslizó por mis brazos, lo cual me provocó un escalofrío.
Él, con su apariencia fría, me miró pidiendo permiso para poder probar mis senos. Asentí. Mikey había sido mimado, y parecía que él siempre tomaba todo sin pedir permiso, pero él siempre pedía consentimiento cuando teníamos sexo, a pesar de que ya nos habíamos visto, tocado y besado todo. Seguía siendo correcto. Sus labios fueron a mi pecho derecho. Sentí la humedad de su boca en mi, y deje escapar un pequeño gemido. Mi otro pecho era atendido por sus delicados y finos dedos. Ambos siendo estimulados. Yo veía como sus ojos estaban cerrados, y en su rostro se dibujaba una mueca de concentración y placer. Mi feminidad comenzaba a sentirse muy caliente, pues tenía su pene apretandome y sus atenciones en mis pechos. Dejé caer la cabeza hacia atrás para disfrutar de su toque. Un toque que él hacía con ternura. Me engañaba. Sentía que él me engañaba. Mi mente me decía que él no era todo tristeza, que él me quería. Pero era solo mi ego, y mi complejo de salvadora. Una lágrima se deslizó por mi rostro. Cuándo abrí los ojos pude ver como Mikey me miraba, extrañado.

One Shots ToMan +18 LEMONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora