31

3.2K 247 98
                                    

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


— Yo...pienso que el matrimonio no es algo que las personas deban tomar a la ligera. Quiero decir... — para Calle, la pelinegra solo estaba balbuceando cosas sin sentido. ¿Por qué debía casarse para poder llamarla así?

Mientras Poché trataba de llegar al punto del por qué el matrimonio debía ser importante para ambas partes; Calle estaba pensando en algo más. En lo que su corazón estaba sintiendo cuando tenía a la mujer baja cerca. Su corazón perdía el control de sus latidos y su mente solo podía pensar en lo que haría feliz a Poché. Tanto Ramiro como el doctor habían descrito aquél nuevo sentimiento en su interior como amor.

¿Amor?

¿Cómo podía amar si nisiquiera sabía lo que eso significaba?

Intentó enfocar sus sentimientos desde otra perspectiva. Definitivamente el hecho por el que retenía a la pelinegra a su lado y la hacía parte de su familia,  era solo porque aún quería usarla por un tiempo más. Tal vez unos meses más y después la dejaría como al resto.

“Apuesto el alma que no tengo que ni tú te crees esa historia. Le gustas y punto”

Cuando su cabeza dejó de funcionar como un tormento, miró a Poché por un determinado tiempo; lo que hizo que ésa guardara silencio.

— Puedo llamarte como sea.

Poché agradeció que esa no estuviera hablando de matrimonio. De hecho, se sintió estúpida al solo pensar que Calle le propondría algo así. Solo era su muñeca. Una de la que se aburriría tarde o temprano y dejaría.

— De acuerdo.

Cuando la cena estuvo lista; Calle ordenó la mesa e invitó a la pelinegra.

La comida no era la mejor del mundo pese a la magnitud de desastre que invadía la cocina, pero tampoco podía  decir que era la peor. Solo tenía un punto menos que el intermedio. La comida era comible después de todo.

Una vez terminar con la cena, Calle recogió los cubiertos y los llevó al fregadero, donde se ocupó de lavarlos.

Poché abrió los ojos debió al frío. Ésa zona del país era así, pero ya no estaba entre los brazos de Calle como buen recordaba haberse dormido. De hecho, no recordaba cuando fue que la vio dormir. Por lo general las noches que pasaban juntas era para sexo y terminaba durmiéndose a causa del cansancio.

Unos sonidos familiares llegaron a sus oídos. Era ése sonido que cualquiera reconocería cuando los dedos se mueven sobre los teclados de una computadora. Poché se pasó la mano por la cara sentándose en la cama y buscó a Calle. Estaba sentada en el balcón, trabajado. La pelinegra no se movió de la cama, simplemente se la quedó mirando. Observaba los perfectos rasgos físicos de aquella mujer, que en comparación con su carácter no tenía nada que ver, aunque también, admitía que se sentía agradecida con ella. Por más que había tenido momentos malos con ella, también tuvo momentos agradables. La castaña la hizo sentir que le importaba a alguien cuando el mundo parecía estar en su contra. La hizo sentir que realmente valía la pena y que ella no era el problema, claro, todo a su manera.

YOU COMPLETE MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora