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CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

Poché se despertó un poco las tarde de lo habitual encontrando que la castaña ya se había marchado al trabajo

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Poché se despertó un poco las tarde de lo habitual encontrando que la castaña ya se había marchado al trabajo. Tras ducharse y vestirse, bajó a la sala de comer para alimentarse. A continuación decidió ir a dar una vuelta por el centro comercial aprovechando la invitación de su amiga, y de paso pensaba buscar un regalo para Calle.

Ambas visitaron muchas tiendas y Poché encontró un regalo para la castaña. Mientras ella y su amiga almorzaban hablaban de los resultados que saldrían al día siguiente. En realidad la que no dejaba el tema era la alta, quien hacía notar cuan nerviosa estaba.

El sonido del teléfono de Poché hizo que ésa echara un vistazo a la pantalla y era su madre. Suspiró con pesar y colgó la llamada. Aunque deseaba verla y saber cómo estaban las cosas por la mansión Garzón, sabía que la llamada no era para una charla de madre e hija. Escuchó a Paula en silencio por un largo momento hasta que decidieron que era hora de marcharse. Cada una recogió sus bolsas y empezaron a caminar hacia las escsleras automáticas. Pero antes de llegar al objetivo, la pelinegra divisó a la mujer de pelo rojo. La conocía perfectamente.

Era una de las tantas mujeres que andaban locas por Daniela Calle y por supuesto, habían tenido la oportunidad de intercambiar palabras en la mansión.

Poché deseó hacerse invisible en ése momento. Su amiga no tenía ni la más mínima idea de que estaba en una relación y con una figura tan importante. Había tratado de ocultarlo hasta encontrar la forma de huir de las garras de Calle; pero nada había salido como se esperaba. Muchas cosas que debía haber evitado estaban ocurriendo y entre esas cosas, sus sentimientos hacia la castaña.

Actualmente se sentía incapaz de ver la como un monstruo. De hecho, hasta sentía que podía comprender su comportamiento. Ella había sufrido. Las personas a las que amaba abandonaban y tenía miedo de que la pelinegra hiciera lo mismo.

— Mira quién es — dijo la pelirroja deteniéndose frente a la pelinegra y sus dos amigas.

— ¿La conoces? — preguntó Paula con desconcierto. Conocía a la gran mayoría de personas con las que interactuaba Poché, pero nunca había visto a ésa pelirroja con ínfulas de grandeza.

La perfecta mujer que parecía haber sido sacada de una revista sonrió cruzando los brazos sobre el pecho mientras mirada fijamente a la que ahora ocupaba el puesto por el que había luchado por años.

— Claro que me conoce.

— Vámonos — susurró Poché a su amiga prácticamente tratando de arrastrarla hacia la salida.

Paula cedió a los empujoncitos de su mejor amiga, y empezó a caminar, aunque tenía muchísimas preguntas vagando por su cabeza. Ella conocía ésa mirada desafiante que había mostrado la pelirroja. Ésa forma de hablar...solo se podía actuar así cuando había cierra rivalidad.

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