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CAPÍTULO VEINTIDÓS

Poché seguía con la mirada puesta en el techo

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Poché seguía con la mirada puesta en el techo. Pues no podía conciliar sueño. Había un remolino de pensamientos en su cabeza. Iniciando por el hecho de que no había encontrado nada que pudiera ayudar en su investigación a más de las escenas sospechosamente borradas de las grabaciones. Y por otro lado, pensaba en la forma en la que iba  decirle a Calle que deseaba quedarse en la casa de sus padres y no morir en el intento.

Después de mucho tiempo, sus padres volvían a pedirla que regresara a casa. Ellos querían tener a la familia unida nuevamente, como había sido mucho antes de que los escándalos aacecharan su vida y la convirtieran en la oveja negra de la familia. No podía desaprovechar esa oportunidad que el destino volvía a poner en su camino.

Cuando la castaña salió del vestidor ya con el pijama puesto, caminó hacia la cama. Poché se movió a un lado para dar la suficiente espacio, pero su cuerpo fue apresado y arrastrado por la mujer alta, quien ni siquiera se tomó la molestia de preguntar si la pelinegra la quería a su lado o no. Por un momento la pelinegra se cuestionó cuál sería la actitud de la castaña al enamorarse. Dicen por ahí que las personas cuando se enamoran de verdad se vuelven amables. Pero la pelinegra no podía imaginarse a una Daniela Calle amable; hasta sentía escalofríos con solo pensarlo.

Poché se quedó quieta con el oido presionado en el pecho de la castaña; escuchando los latidos de su corazón — “Y yo que pensaba que no tenía corazón” — y sintiendo el subir y bajar de su pecho al respirar.

— Tu corazón late muy fuerte y es muy ruidoso — dijo la alta.

“¿Por qué crees que es, psicópata? Ahora solo falta que me prohíbas respirar”

— Supongo que aún no estoy acostumbrada a dormir en este cuarto.

La castaña se movió un poco para ver a la cara a la pelinegra al tiempo que fruncía el ceño.

“Rayos ¿por qué no está esta mujer en un manicomio?”

— ¿Me estás diciendo que quieres dormir lejos de mí? Creo que no estás en derechos de desear algo.

“Al menos eres buena para captar las indirectas”

Poché sonrió y negó.

— ¿Cómo podría? Su presencia es un honor para mí.

— No me mientas — ordenó la castaña en tono grave.

“Estoy acabada”

— Lo...lo cierto es que...estoy un poco nerviosa — la voz de Poché tembló al hablar — aún no sé qué debería hacer cuando estoy a su lado. Es solo eso. No llegó mucho tiempo durmiendo aquí.

Eso no era mentira; era la pura verdad. En el cuarto de la castaña solo era tratada como un objeto sexual, y estaba x segura de que ésa loco eea capaz de poseerla aun estando en coma. ¿Qué más se podía espera de una demente?

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