Memorias del silencio

Día 3: Confesiones a pie de página

        Otro día más, sin nada interesante que mencionar. Sólo un examen de literatura universal que me salió suficientemente bien.
        Me imagino que uno de los propósitos de este diario es hablar de los motivos que me llevaron a querer suicidarme.
Como puedes ver no soy igual a los demás. Me considero un bicho raro que no sabe el motivo de estar viva.
        Nunca y repito nunca he tenido amigos. Lo más parecido llegó a ser Eric, sin embargo, ya es agua pasada y básicamente nuestra relación era por compromiso más que nada.
Otro factor que nunca ha jugado a mi favor, ha sido mi forma de ser. Me agobian los espacios con mucha gente. En los cambios de clase, se suele acumular muchos alumnos. Siempre intento quedarme la última para evitar tantas aglomeraciones, aunque a veces no es posible y siento que me vaya a asfixiar.
        Indaguemos un poco más en la basura que es mi vida. Mis padres no sé cómo siguen juntos, siempre que se ven se están peleando por motivos que sacan fuera de contexto. Solución: trabajar todo lo que el cuerpo aguante, y si hay horas extras de por medio mejor que mejor. Después te dicen que lo hacen para que no te falte nada.
        Así que básicamente, ya desde pequeña me tocó cuidar de mí misma; dándome el cariño que mis padres no me pudieron dar porque estaban muy ocupados en sus asuntos.
Si una cosa tengo clara es que no tengo rumbo hacia donde dirigirme. Muchas personas de mi clase ya saben que van a estudiar cuando lleguen a la universidad, yo todavía no sé si mañana seguiré con vida o no.
        Otro de los motivos que me llevaron al borde de la muerte, es que aún no he superado los abusos escolares que sufría en el colegio y que no le conté a nadie. ¿A quién le podía contar que unos niños malos me hacían la vida imposible? Se metían conmigo porque tenía sobrepeso y no hablaba con nadie. La "broma" si se puede llamar así me costó cara, perdí unos 25 kilos en cuestión de semanas y nadie se enteró. Ni mis padres porque estaban cegados, ni los niños malos porque seguían viéndome como la chica regordeta.
        Ahora que plasmo algunos de estos pensamientos que llevan rondándome en la cabeza todo este tiempo, me doy cuenta que estoy mucho más rota y sola de lo que me imaginaba.