Es viernes por la tarde, los últimos rayos de sol iluminan el paisaje que se ve desde la ventana de mi habitación. Tímidamente las luces de las farolas se van encendiendo. El sonido del viento meciendo las hojas de los árboles del parque se cuela junto con las últimas luces del día.
Gracias a Dios, parece que las cosas han vuelto a la normalidad. Casi nadie ha vuelto a acordarse de mi nombre ni que me ocurrió hace un mes y medio. También porque hace tres semanas que se acabó el curso y ya no he vuelto a ver a nadie de mi instituto.
Las numerosas consultas al médico se han reducido notablemente, sólo me queda ir a dos consultas más y si todo va bien ya habré acabado.
La señora Morgan lo había achacado todo a un estrés de exámenes. Había decidido reducir las sesiones a una vez cada quince días porque me notaba mejor que cuando empecé. En alguna que otra sesión me había encontrado con Eric. Casi siempre me pregutaba si estaba mejor y yo le engañaba con una gran sonrisa mientras asientía.
No entendía por qué todo el mundo me veía bien si estaba destrozada por dentro. Puede que hubiese aprendido a disimular mejor que antes.
Todo mi ser y mi mundo se encontraba destruido porque la pieza más esencial de esta se hallaba desaparecida. No había ni rastro de Silencio. Me encontraba sumida en la soledad.
Estoy cansada, después de llevar toda la tarde leyendo historias para matar el rato hasta que lleguen mis padres y así poder cenar como si fuésemos una familia feliz. Mi cabeza parecía que iba a explotar de un momento a otro a causa del colapso de palabras.
A veces, me gustaría ser la protagonista de las historias de amor juvenil que tanto me gustan. Era una cursilería admitirlo delante de otras personas, por eso nadie sabía que leía. Era de agradecer que por lo menos en los libros existían finales felices donde el amor podía a cualquier problema que se les plantease a los personajes.
Al lado de la estantería, una sombra se había movido. ¿Desde cuándo se movían las sobras si no fuese porque se cambiase de posición la luz que se emitía sobre un objeto o dicho objeto en sí? No obstante, no había ocurrido ninguna de las dos cosas.
Silencio.
Era él.
Me pellizqué varias veces para comprobar que no era ningún tipo de sueño o alguna broma pesada del subconsciente. Era real. Estaba allí. Mis latidos se alteraron notablemente y mis mejillas parecían arder. Se me había olvidado que tenía hambre o un dolor de cabeza impresionante. Sólo tenía ojos para él. Las palabras se agolpaban en mi boca intentando salir de forma inconexa.
Como un resorte me levanté de la cama al ver que se acercaba lentamente, midiendo sus pasos. Parecía mucho más hermoso que la última vez que nos vimos en aquella sala de hospital.
-Anna,-dijo mi nombre como si fuese un suspiro,- te he echado de menos.
-¿Silencio?
Seguía teniendo la sensación de que todo aquello era irreal, pura fantasía. Centenares de preguntas desbordaban mis pensamientos, todas aquellas que me había formulado en la soledad de los días sin él. Era el momento de pedir respuestas.
- ¿Por qué te habías marchado sin decir nada?
Recorrió el tramo que quedaba hasta estar juntos y me estrechó entre sus brazos. Era una cálida sensación entre tanta agonía. No quería separme de él. Era la única ancla capaz de mantenerme con vida.
-Anna, no tengo tiempo para contestarte a todas tus preguntas. Tus padres van a llegar en menos de dos minutos. Sólo quería verte de nuevo y contarte una cosa. A la mierda las reglas por hoy. A medianoche reúnete conmigo en nuestro lugar preferido. Puntualidad porque el tiempo corre en nuestra contra. Por favor, disimula normalidad y cordura ante tus padres.
Dichas estas palabras, su reflejo empezó a debilitarse hasta que me quedé sola en medio del dormitorio abrazando espacio vacío.
Se había vuelto a marchar; por suerte lo volvería a ver. Ahora sólo necesitaba usar mis dotes de actriz.
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Memorias del silencio
Ficção AdolescenteTodo el mundo puede tener días buenos, pero también malos. Cada persona tiene sus problemas y preocupaciones. Para Annabelle Williams, su vida no es lo que se llama perfecta, prefiere la soledad y la tranquilidad a la compañía humana. Ella todavía...