Día 6:Asfixia

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Inspira,espira,inspira,espira... Era como una melodía armoniosa que inudaba todos mis pensamientos. La respiración desbocada se iba ralentizando. Me ayudaba a ver el día menos negro, en una tonalidad grisacea; también a afrontar a duras penas los problemas que presenta cada nuevo día, además de los de antaño.
Puede parecer extaño, pero odio cualquier canción que lleve letra. Ni tampoco a quella que te produce un dolor de cabeza insoportable. El único tipo de música que me gusta es la música clásica. Y a excepción de esta, está la cancioncita de inspira, espira. Es la única que me ayuda a superar muchos días. Si me llegan a decir un mes antes que funcionaba no lo hubiese creído.
Hoy ha vuelto a ser lunes. Sinónimo de malos augurios para los próximos cinco días incluyendo hoy. La semana era como esa montaña rusa la cual llegabas al momento álgido el domingo y empiezas a descender en caída libre al día siguiente.
Hoy esa caída ha sido colosal y a causa de eso he salido perjudicada. Ha sido la gota que ha colmado el vaso rebosante, el guijarro que rompe un cántaro; en definitiva uno de los peores días de mi insignificante historia.
Me remontaré a los hechos que me han obligado a repetir una y otra vez aquel mantra que me parecía tan tranquilizador.
Hoy como es habitual en mí he llegado con la clase empezada, pero nadie se ha dado cuenta de ello. Me he sentado en las últimas filas y he escuchado algo distraída las explicaciones de la profesora de física y química. Básicamente parecer que atendía,pero sin enterarme de nada. En midad de la clase ha venido a verme Silencio, pero su silueta era algo borrosa porque había mucho más ruido del permitido para verlo claramente. Llevaba vaqueros en una tonalidad azul celeste y una camiseta de lino negra. En su muñeca derecha llevaba una pulsera de cuero que gané en una tómbola cuando era pequeña y que meses más tarde la tomaría prestada de forma indefinida. Decía que así siempre se acordaría de mí.
Normalmente cuando venía a clase y tenía que contarme algo él lo podía chillar libremente porque nadie sabía de su presencia, sin embargo, a mí me tocaba escribir las contestaciones en una libreta para que no me tomasen por una loca salida de un manicomio.
Silencio se había sentado a mi lado como si nada. En vez de darme los buenos días o alguna frase graciosa. Sólo me ha apretado unos instantes la mano y me ha contado cotilleos de mis compañeros de clase. Por ejemplo que Elsa Simons engañó a su novio de hace dos años con un universitario en una fiesta que celebró en su casa. O que Jace Brown, a parte de fumar a escondidas, lo detuvieron por vender drogas en una discoteca; sus padres están avergonzados de él y piensan mandarlo a un internado en Europa.
Pero estos temas no me importaban tanto como el mensaje que tenía que decir. Su comportamiento era extraño desde hacía días y sus palabras me lo confirmaron. Me hirieron tanto que hubiese preferido volver a suicidarme que escucharlas.
-Anna, no había venido a clase para contarte simples cotilleos. He venido para decirte que no podemos volver a vernos nunca más. Se suponía que debía de protegerte. Los de arriba han dado órdenes para que no me puedas ver. Han dicho que seguiré vigilándote, aunque lo más probable es que asignen a otro.
-No, no,no... Dime que me estás tomando el pelo, que es una broma. ¿Venga dónde está la cámara oculta?
- Por favor tranquilízate, que la gente se está dando cuenta que ocurre algo. Anna, esta noche nos veremos. Me gustaría despedirme de ti como se merece. Hay muchas cosas de las que hablar y muy poco tiempo.
Quería gritar, golpearle, desaparecer o golpear algo. No podía hacer nada de eso. Aquella impotencia desembocó en una respiración agitada y el aumento de pulsaciones hasta que todo se volvió negro. Todo se sumió en el más absoluto silencio.

Memorias del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora