Día 4: Somníferos para el dolor.

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Sólo eran unas pastillas, me repetía. Quería tomarme el bote entero de somníferos. Dejar que el dolor fluyese, apartarlo de mí. Sólo pedía eso. ¿ Es mucho pedir?
Hoy mis padres han vuelto a discutir a la hora de la comida. Mi madre ha acabado llorando y mi padre pasando del dolor que desprendían los pozos azules de su mujer.
Imágenes como aquella se me han quedado grabadas en mi subconsciente. Con una tinta que duele muchísimo más que abrasarte viva. Recuerdos como aquellos son los que quiero olvidar, pero no puedo. Conforme pasa el tiempo aparecen muchísimos más. Me cuesta huir de ese desgarrador dolor.
Sólo pido un pequeño favor. La muerte. La psicóloga está cansada de repetirme que escoger los somníferos es de cobardes. Puede que tenga razón. ¿Pero las personas estamos destinadas a sufrir? Si existe algún ser superior, ¿por qué debemos pasar calamidades?
Puede que mi problema sea insignificante a comparación de una persona con cáncer. Encima es un poco paradójico que ésta lo que más desee sea vivir y yo su antítesis. Sin embargo, clínicamente las dos estamos enfermas ( aunque hay gente que cree que la depresión es una tontería inventada por personas que aman estar enfermas).
Me gustaría proponerle un plan a la vida, las personas que deseen poner fin a su existencia que ofrezcan voluntariamente los días que deberían haber vivido a aquellas que lo necesitan. Por favor escucha mi humilde propuesta.
Ya no sé ni lo que escribo, a veces pienso que me enrollo como una persiana. Lo que sí sabía era que me habían privado de las pastillas y en su lugar me lo habían reemplazado por un bolígrafo y una libreta.
Se podría decir que estas herramientas eran como un efecto placebo para calmar mi desbocada locura que sólo conoce mi gran amigo Silencio.
Ya escribiré de él y de cómo nos conocimos, pero ahora no. Necesito lidiar con mis padres antes que vuelen objetos por los aires y alguien salga perjudicado. Otro motivo es porque las fuerzas me fallan y el llanto llama a la puerta de mis ojos pidiendo ser libre e intentar emborronar mi humilde caligrafía.

Memorias del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora