Pasaban unos segundos de la medianoche. Hacía horas que había oscurecido. No había rastro alguno de personas en la calle. Al ser verano no hacía tanto frío, corría una suave brisa que mecía las hojas verdes de los árboles.
Me encontraba sentada bajo un robusto árbol del parque de al lado de mi casa. Era mi lugar favorito de toda la ciudad por muchísimos motivos. Porque era un lugar perfecto para descansar durante las horas de sol, también porque podía observar a los niños jugando y correteando por todo el parque sin que yo me sintiese vigilada. Otra razón era porque el juego de luces y sombras era ideal para plasmarlo en infinidad de hojas de papel. Sin embargo, el motivo más importante es que aquí conocí tiempo atrás a Silencio.
Una cálida mano se posó sobre mi hombro derecho. Ya había llegado, no hacía falta que alzase la vista para saber que era él.
-Es extraño que llegues un minuto tarde. Normalmente eres más puntual.
-¿Eso crees? ¿No cabe la posibilidad que haya llegado el primero? -Una sonrisa maliciosa se le dibujó en su rostro. Se sentó a mi lado.- Estoy aquí desde cinco minutos antes de la medianoche. Te he visto llegar corriendo como si algo te persiguiese porque no querías llegar tarde a nuestro encuentro, como te parabas para recobrar
el aliento con la lengua medio fuera. También he presenciado como tu sonrisa desaparecía cuando me buscabas con la mirada. Hasta que has decidido sentarte en nuestro lugar con la desilusión dibujada en tu rostro. ¿O me equivoco?
Había dado en el clavo. Todavía tenía la respiración descompasada. No había sido fácil despistar la seguridad paternal. Al final había optado por escapar a través de la ventana, casi aparezco con la ropa hecha jirones a causa de un matorral. Tenía razón con el hecho de haberme sentido desilusionada porque él todavía no había llegado. Por suerte, ahora estaba a mi lado con la mirada perdida en algún punto del parque.
- ¿Por qué te habías marchado sin decirme nada? Nunca habíamos estado tanto tiempo sin vernos.
- Me lo han prohibido.
-¿ Cómo? - Aquello no tenía sentido.
- A ver sí, suena extraño, pero es verdad. Antes de empezar a darle vueltas a tu cabecita pensante; escúchame. Después de tu segundo "intento de suicidio", tuve una reunión con los altos cargos. Tuvimos lo que se dice un encuentro movidito; mejor que no pidas muchas aclaraciones porque hubieron muchas palabras malsonantes. En definitiva, su resolución fue que no podíamos volver a vernos, es decir, que no me veas nunca más en mi forma humana.
¿Era aquello una despedida?
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Memorias del silencio
Novela JuvenilTodo el mundo puede tener días buenos, pero también malos. Cada persona tiene sus problemas y preocupaciones. Para Annabelle Williams, su vida no es lo que se llama perfecta, prefiere la soledad y la tranquilidad a la compañía humana. Ella todavía...