Anochece y nuevamente sueño con la visión de los duraznos en flor que nunca antes he visto. Nuevamente, y sin motivo, me encuentro perdido dentro de este jardín secreto; y sé que más allá del amasijo de selva hay otros que están casi tan perdidos como yo.
Inspiro y el aroma de los juvencios risueños me acaricia la piel. Y su caricia se asemeja a la brisa que arranca el arrullo silencioso de los altos álamos y de los graciosos eucaliptos. Desde la distancia me llega el murmullo de cientos de pasos humanos que parecen avanzar con el recelo de un ejercito que va a tientas en tierras enemigas. Pienso, y el pensamiento es incómodo y trae un recuerdo consigo.
Recuerdo de pronto, en medio de la niebla, y es como si me sacudieran de golpe, como si yo también fuese uno más de los arboles que merodean este huerto. Recorro despacio, con pies desnudos, los senderos negros de la tierra mojada, en busca de algo. Deseo encontrar el centro del laberinto y ese deseo se convierte en una necesidad abrasiva que me quema las entrañas.
Avanzo un poco más y hacia adelante el camino cambia. Deja de serpentear y se vuelve más recto, los nogales lo tiñen de plata y los lirios de cielo nocturno. Todo se vuelve más hermoso y la sensación de reverencia me paraliza hasta obligarme a caminar más despacio.
Doy pasos pequeños, que apenas se apoyan en las puntas de los dedos como si no quisieran dejar huellas, y me invade la paciencia de alguien que sabe estar resignando. Los azares me picotean la nariz, y sé que la brisa pronto los hará volar en cascada aunque no me quedo para verlo.
Persigo el sendero, con sumo cuidado, con ese tipo de devoción a la que le sobra el entendimiento, admirando su infinitud entre pausa y pausa. Lo persigo hasta saberme cerca del centro. Hasta que el conocimiento de estar rozando su génesis hace el anhelo insoportable y me incendia como a una espada.
La llamas me abrasan, van consumiendo la humedad del ambiente a mi paso y empiezo a temer a la falta de oxigeno como causa de muerte. No noto la combustión espontanea de inmediato.
Quizás por un designio divino nunca logro ver el manzano, y la hembra que hay en mí agradece esta inusual misericordia. La negación como puerta de salida y camino hacia la redención; el pensamiento me hace sentir borracho antes de que el amanecer disipe el sueño entre espirales de ceniza y humo con su llegada.
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ß⊕hεmïαη レαß (?
PoetryUn poco de escritura experimental para el que guste. Prosa grumosa, poesía melancólica, haikus sin sentido y un poco de Borges ¿Por qué no? Deguste sin compromiso, la casa invita.