En un sexto piso, una pila de libros nuevos y un desfile de zapatos de tacón se desperdigan por el suelo de la habitación. Una partícula de polvo flota en el aire. Un rayo de luz se cuela entre las cortinas desgastadas por los años y hace dentellar las lentejuelas. Es de mañana y los colores se vuelven vivos.
Desde sus perchas que custodian el orden del caótico proceso introspectivo, las largas telas estampadas de vestido recién usados descansan del trasnoche del día anterior. Contra las paredes, un par de camas desechas, un juego de sábanas ausentes y un almohadón distraído, que descansa en el piso de madera, delatan la falta de uso.
Mientras tanto un almanaque petrificado en un año de sequía, se burla del ruido distante de una persistente gotera. Dos pies descalzos y una nariz que moquea arrullan el llanto tardío de una frustración reprimida; y hacen resurgir una pena profunda y un viejo miedo que apenas se ocultan entre las apretadas prendas, dos tallas más chicas. Una mujer que solía ser hermosa llora junto a una peluca perdida. Son cuatro paredes para contener un huracán. La soledad se hace estridente y ahoga el caos interno en el desorden general de la habitación mugrienta. Nadie piensa en los vecinos mientras llora.
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ß⊕hεmïαη レαß (?
PoesíaUn poco de escritura experimental para el que guste. Prosa grumosa, poesía melancólica, haikus sin sentido y un poco de Borges ¿Por qué no? Deguste sin compromiso, la casa invita.