El sol estaba alto, debía ser el mediodía. Ella se levantó, él ya estaba despierto. Lo miro directo a los ojos, ahí hundido en la cama. Y en medio de ambos pesó un rencor profundo, ya viejo.
- Eres un animal - le dijo, sin vergüenza por la desnudez de sus senos rosados. Las sabanas ya no eran blancas.
Él no puedo negar que lo que ella decía era cierto, el pensamiento lo estremeció. El temblor se hizo claro, entre ellos no había secretos ni vergüenzas disimuladas. El calor era pesado, ya era octubre. Los naranjos estaban cargados. Ella se puso la enagua que colgaba de un cajón, la tela blanca sobre la piel marcada. Él la miro de espalda y el sudor le hizo parecer que la mariposa de su cadera aleteaba. Entre ellos no había mentiras cómodas. Una verdad inminente se materializó alrededor nuevamente. Ella lo amaba, pero no sabía hasta cuándo. El sol siguió avanzando por el cielo, pronto serían las tres. Ambos lo sabían. Por la ventana entraba el aroma cítrico de la fruta madura. Pronto llegaría la cosecha.
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ß⊕hεmïαη レαß (?
PoetryUn poco de escritura experimental para el que guste. Prosa grumosa, poesía melancólica, haikus sin sentido y un poco de Borges ¿Por qué no? Deguste sin compromiso, la casa invita.