Vampiros A Medianoche:
- ¿Qué les he hecho? -esas fueron las primeras palabras que salieron de mi boca luego de unos segundos en silencio.
-Nada -respondió riendo -pero lo raro es coleccionable ¿No crees? -añadió en un susurro.
-No soy un maldito objeto de colección -dije apoyándome en el estante detrás de mí.
-Lo sabemos, pero la sangre que corre por tus venas... Uh, es especial -dijo acercándose -mucho más valiosa que la portadora -añadió con una sonrisa gatuna.
-Si me quieres tendrás que obligarme a ir contigo.
-Oh, no sería interesante si fuese de otra forma -dijo deteniéndose a centímetros del mostrador -y créeme cuando te digo que tú y tu estúpida profecía pueden volver al infierno del que salieron.
¿Profecía? Maldita sea, lo que me faltaba.
-Ni si quiera sabes de la profecía -dijo empezando a reír.
-Puede que no, pero tú... No puedes atraparme -dije con una sonrisa arrogante al darme cuenta de la razón de su gran charla y la paciencia que había demostrado hasta ahora.
-No te adelantes niña -dijo ella pasando sus largas uñas de un rojo oscuro en degradé hasta negro por el vidrio del mostrador -mientras tú y yo hablamos, otros se encargan de destruir la pequeña barrera que te protege, puedes estar segura de que no nos detendremos hasta llegar a ti -dijo estirando una mano y dejando al descubierto una barrera ligeramente plateada, la cual quemaba su piel, enrojeciéndola, sin embargo, esta ya empezaba a flaquear.
Me quedé mirando el brillo que aparecía alrededor de su mano. Rose jamás me había contado nada acerca de una barrera protectora.
-Entonces creo que esta conversación se acabó -dije antes de dirigirme al invernadero para tomar uno de los delantales, sacando la carta de Rose y empezando a correr escaleras arriba.
-Niña tonta -gritó ella, ni si quiera sé por qué me trata de niña, estaba segura de que ella debía ser menor que yo.
Tomé un bolso grande y rápidamente metí el libro desgastado que siempre cargaba conmigo, así como mi libreta, un impermeable, un par de barras energéticas, galletas y todo el dinero que tenía junto a mi último pasaporte, además de mi celular, audífonos y la ropa que usaría al día siguiente.
Uno nunca sabe cuándo necesitará un cambio de ropa.
Ahora llegaba la parte más difícil: No tenía ni idea de cómo salir.
-Corre y corre, pero no tienes a donde ir -empezó a canturrear ella desde la planta de abajo mientras empezaba a reír -conejito, no tienes escapatoria ¿No crees que es un buen momento para que empiece la cacería? -añadió entre risas antes de que conecte mis audífonos al celular, seleccionando una canción al azar y poniéndola a máximo volumen.
Lo siguiente que escuché fue como ella empezaba a gritar, dándome el tiempo suficiente para alcanzar una piedra, era un cristal morado en realidad, ubicado sobre mi mesita de noche.
Tomé el cristal y una roca, no tan grande. La había recogido durante mi primer viaje a la tienda fuera de la ciudad. Lancé la roca a través de una ventana aleatoria y mientras escuchaba la campanilla de la puerta, me dispuse a salir por la ventana contraria, mientras seguía escuchando la música a todo volumen tratando de concentrarme en la letra y empezando a repetirla mentalmente.
Rose siempre me decía que la mejor manera de ocultar un pensamiento era reemplazarlo por otro, eso y que la mente era demasiado compleja como para poder hacerlo sin entrenamiento.
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Antes del Amanecer ·ADA1/2·
Fantasy¿Qué tal si escapé de un pueblo que se suponía que era seguro? ¿Me ayudarías? ¿Qué tal si corro de un accidente que eliminó rastro alguno de aquellos que yo consideraba familia... Del amor que sentía? ¿Qué tal si todos creen que estoy muerta? Probab...