| Capitulo X |

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Lindas... Lindas mariposas:

A mi alrededor, las paredes de la habitación habían desaparecido. Lo único que lograban ver mis ojos eran árboles... Árboles hasta donde llegaba la vista.

Por otro lado, lo último que recordaba era la tenue luz amarilla de la calle iluminando la oscura noche, sin embargo, ahora la luz de la luna se veía opacada por los primeros rayos del sol. Esto dejaba una ventana de unas cuantas horas ¿Qué me estaba pasando?

Mientras giraba en busca del pueblo, pisé una rama seca, haciendo que esta se rompa bajo mi peso y que parte de la madera se clave en la planta de mi pie. Ignorando el dolor, seguí caminando hasta que por fin entendí dónde me encontraba.

A unos cuantos metros de mí reconocí el árbol sobre el cual mi equipo y yo había tallado sus iniciales: E. A. I. M. C. L. Esa había sido idea de Alec, el eterno romántico, él solía creer que romantizar la vida y las cosas por las que pasábamos era la mejor manera de hacer nuestro ritmo más llevadero.

-Cuanta falta me haces, sushi -susurré pasando mi pulgar por su inicial.

Iba junto a la de Ethan, pues era sus segundo al mando. Algo en mi interior se volvió a quebrar con solo pensar en él, mi pecho dolía y las ganas de llorar se ahogaban en mi garganta. Todos me hacían falta, pero él... Él era mi presente y mi futuro. Quería una vida con él y simplemente no pude tenerla.

Traté de apartar mis pensamientos, sacarlo tanto de mi mente como de mi corazón. Me alejé del árbol con las iniciales y caminé bosque adentro. Sabía exactamente dónde estaba y aun así faltaba el detalle más importante de todos: ¿Cómo había llegado hasta aquí?

Amarré mi cabello con una media cola y un moño antes de seguir caminando. La brisa del alba era realmente helada y el estar con un vestido no ayudaba, aunque al menos llevaba la chaqueta.

Traté de respirar hondo, pero el aire helaba mis pulmones y quemaba mis fosas nasales al ingresar. Sin duda, este se había transformado en la pesadilla más realista que he tenido.

Era extraño como, después de tantos años, aún recordaba el camino hasta el claro. No tardé mucho en llegar, pues mis pies simplemente siguieron el camino, sin detenerse a preguntar si eso me afectaría.

A diferencia del resto del bosque, esta parte se mantenía seca y sin vida, estando lo suficientemente alejada del pueblo como para que alguno de ellos haga algo al respecto. Era tierra infértil y quemada, pero parecía haber mejorado desde la última vez que había estado aquí.

Las lágrimas no tardaron en aparecer al recordar. Todo había sido mi culpa. No me había dado cuenta de que habíamos caído en una trampa. Llevé mi mano hasta mi cuello, pero no encontré mi collar...

No recordaba habérmelo quitado.

Empecé a buscarlo en el suelo, pensando que se me había caído, sin embargo, no tarde en darme cuenta de que casi no podía ver, las lágrimas nublaban mi vista. Recordar a veces dolía, pero esto era diferente, me estaba quemando por dentro. Ellos se habían transformado en mi familia y también los había perdido.

¿Cuántas familias debía perder?

Mi cerebro me jugaba una mala pasada o tal vez era parte de la pesadilla. Los recuerdos de mi equipo se distorsionaban, dejándome en claro lo fuera de lugar que yo estaba allí.

Caminé a través del claro, hasta que mis ojos encontraron un camino entre los árboles. Resaltaba entre lo demás, pues era vida frente a un claro muerto. Los árboles y arbustos que marcaban el camino eran de un verde intenso, casi pintado, contrastando con lo que quedaba atrás.

Antes del Amanecer ·ADA1/2·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora