El Inicio También Puede Ser El Final:
La daga entre mis manos resplandecía con los últimos rayos de luz, este era el final del camino, al fin conseguiría lo que tanto había estado esperando. Moví la daga entre mis manos, haciendo que la luz dance en el filo e impacte contra mi rostro.
Casi podía sentir como la daga me pedía atravesar el pecho de la joven.
Una sonrisa se formó en mi rostro mientras el reflejo de la luz en la hoja nublaba mi vista, dejándome fantasear con su sangre bañando mi piel. No usaría la daga, era demasiado rápido, no compensaría mi espera y desperdiciaría ese valioso elixir.
Alcé mi vista al reloj en la pared de la alcoba: Mi momento había llegado, solo tenía que subir al escenario y jugar mi papel, aunque en esta ocasión el escenario era mi propia casa.
Aún faltaba un día más para que todas las piezas se alineen y este juego revele al mejor estratega, ella moriría para que yo pudiese cumplir mi propósito.
La suerte está echada, no hay marcha atrás y aunque la hubiese, no retrocedería.
Dejé la cama y caminé hasta el espejo de cuerpo entero. Mi sonrisa solo se ensanchó al ver mi reflejo, el recuerdo de lo cerca que estaba. Tomé la capa que colgaba en un perchero, a unos pasos del espejo, y la acomodé sobre mis hombros ocultando mi rostro bajo una capucha azul, con bordes dorados.
La capa llegaba hasta el suelo, ocultando cualquier rastro que pudiese delatar mi identidad, desde su punto de vista: podría ser cualquiera y desde el mío: ella solo era un peón a punto de ser sacrificado.
-Tranquila querida, la partida continuará a pesar de tu partida -dije, dándole forma a mis pensamientos.
Salí de la alcoba y caminé hasta el final del pasillo. Una puerta camuflada en la pared me dio la bienvenida, la presioné ligeramente, viendo cómo se separaba de la pared, dejando el espacio suficiente para que pueda terminar de abrirla.
Oculto del otro lado de la puerta había un descanso antes de que unas escaleras de piedra me guíen a una habitación secreta revestida en su totalidad de piedra.
Me acerqué hasta una mesa de madera junto a una de las vigas en medio de la estancia. Todo estaba listo, las agujas sobre la mesa estaban en sus respectivos estuches y oculto, tras una cornisa, estaba lo que necesitaba.
La sonrisa volvió a aparecer en mi rostro al dejar la habitación. Bajé las escaleras hasta llegar a la primera planta, el silencio era abrumador y mis pies parecieron caminar solo hasta la sala, deteniéndose frente a la chimenea. Estiré una mano, tomando la única foto mientras mi sonrisa se esfumaba y un sabor amargo llegaba a mi boca.
Era una pena que la razón de todo esto tuviese nombre y apellido, todo esto era su culpa, yo no quise hacer nada de lo que hice, solo quería tranquilidad, pero en menos de un minuto ya lo había perdido todo. Mis ojos se cristalizaron, pero ninguna lagrima salió, todos y cada uno de ellos se merecían lo que estaba por suceder.
Tomé la foto entre mis manos y la saqué del marco, ya no necesitaba un recordatorio diario de lo que me faltaba hacer, pronto podría ir tachando su nombre de mi lista. El único nombre en mi lista.
Habían pasado algunas semanas desde que el clima había empezado a cambiar, la primera nevada de la temporada estaba a la vuelta de la esquina y gracias a eso la hoguera casi siempre permanecía encendida. No titubeé al arrojar la foto al fuego, esperando mientras veía como las lenguas de fuego reducían su recuerdo a cenizas.
Moví mi cuello a la espera de deshacerme de ese extraño sentimiento que me acompañaba cada vez que veía esa foto.
-No volverá a pasar -me dije respirando hondo y dejando la sala.
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Antes del Amanecer ·ADA1/2·
Fantasía¿Qué tal si escapé de un pueblo que se suponía que era seguro? ¿Me ayudarías? ¿Qué tal si corro de un accidente que eliminó rastro alguno de aquellos que yo consideraba familia... Del amor que sentía? ¿Qué tal si todos creen que estoy muerta? Probab...