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NUEVA ORLEANS, LUISIANA

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NUEVA ORLEANS, LUISIANA.
Actualidad.

Un autobús detuvo su recorrido en la estación de la ciudad que nunca se apagaba, de ahí varías personas bajaron emocionadas por su visita a la gran ciudad del Jazz mientras poco a poco recogían sus maletas para irse a sus respectivos lugares donde pasarían su estadía ahí.

—Muchas gracias, jovencita. —sonrió una señora mayor subiéndose a un taxi con su equipaje.

—Disfrute la ciudad. —asintió la pelinegra alejandose del auto con una sonrisa.

La mujer llevaba un bolso en su brazo mientras caminaba por lo que parecía ser la calle principal pues a su alrededor habían tiendas abiertas con algunas mujeres en sus puertas para invitar a los turistas para comprar sus productos y también podía escuchar y ver algunos cantantes y bailarines en las calles tocando Jazz.

Una mueca se instaló en su rostro ante aquel fuerte sonido pero lo ignoró completamente cuando se detuvo frente a un papel en la pared donde anunciaban un departamento cerca de ahí. Sin esperar más tomo aquel trozo de papel y siguió las indicaciones escritas en el hasta subir por unas escaleras detrás de una reja, ahí habían tres puertas y tocó con sus nudillos la del número correspondiente.

—¿Si? —abrió la puerta un hombre castaño completamente serio.

La pelinegra le entregó el papel que tenía en sus manos y el hombre asintió dejándola entrar, le dio unas cuantas indicaciones del lugar y ciertas reglas del edificio para luego cerrar el contrato con su firma y un apretón de manos, pero antes de sacar los papeles la mujer llevo dos de sus dedos hasta la frente del sujeto y en un segundo sus ojos se colocaron de un color blanco.

Con una sonrisa, la mujer vió al hombre tomar sus pertenencias e irse del lugar sin decir palabra alguna y cuando escuchó la puerta del departamento cerrarse prosiguió a ordenar sus pocas pertenencias.

En su bolso robado tenía unos cuantos billetes junto a unas camisetas blancas y negras, unos cuantos pantalones y unas zapatillas deportivas, esas eran todas las cosas que había atinado a robado sin contar el conjunto de ropa que llevaba encima.

Vió por su ventana la noche ya entrante y se decidió por salir de su nuevo hogar a explorar la zona un poco más tranquila. Las escaleras daban a una pequeña calle a un lado de la principal donde si bien la música se podía oír, no era tan fuerte como estar en un departamento en la calle principal.

Sus pies se detuvieron frente a una doble puerta en una esquina, "Rousseau" leyó en un cartel a un lado del lugar y entró en este. El bar se veía medianamente vacío, habían unas personas en unas mesas individuales mientras que en la barra habían tres personas, cuatro contándola a ella.

—¿Que te puedo servir? —le preguntó el joven detrás de la barra secando un vaso.

La pelinegra desvió su mirada de la limpia barra hacia él viéndolo directamente a sus ojos, enviándole una corriente de nervios inexplicables al joven que sintió una corriente fría pasar por su espalda.

—Lo más fuerte que tengas.

El castaño inmediatamente acató su orden sirviendo un vaso con el alcohol más fuerte que encontró entre sus botellas y se lo tendió aún sintiendo unos extraños nervios y un sentimiento de inferioridad ante los ojos oscuros de la recién llegada.

La mujer pelinegra asintió en silencio tomando el vaso mientras lo movía lentamente viendo el líquido medio transparente moverse de lado a lado hasta que una presencia llegó a su lado.

—¿Puedo invitarle un trago, señorita?

Al voltear su cabeza a su lado izquierdo vió a un hombre castaño sonreírle maquiavélicamente mientras sus ojos se veían rojos y su aliento gritaba que había ingerido demasiado alcohol, y eso en un simple mortal los ponía tontos, más de lo que ya eran normalmente.

Esbozó una falsa sonrisa y con su mano empujó su cabeza contra la barra del lugar, viendo aburrida como su cuerpo caía al suelo inmediatamente por el golpe mezclado con todos los tragos bebidos con anterioridad y aprovechó ese momento donde los demás ahogaban una exclamación de sorpresa para beber de un solo trago su vaso, sin sentir absolutamente nada y giró su cabeza hacía el que atendía el lugar que veía todo lo sucedido sorprendido.

—¿Donde puedo encontrar a Hope Mikaelson? —preguntó seriamente ladeando su cabeza.

Aquel hombre negó con su cabeza repetidas veces mientras su boca se abría y se cerraba sin emitir palabra alguna en estado de shock, cosa que irritó a la mujer que rodó sus ojos alzando su mano la cual hizo cerrar la puerta del local de un solo golpe al sentir a alguien tratando de salir del lugar.

Para algunas personas fue como un truco de magia, para otros más cerca de ellas fue una gran ráfaga de viento lo que los golpeó.

—Tengo todo el tiempo de este mundo hasta que alguien me diga donde encontrar a la niña Mikaelson. —sonrió levemente la pelinegra ante el grupo de personas horrorizadas que seguían sin decir nada.— Vamos a empezar, ¿quieren?

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