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PROFUNDIDADES DEL TÁRTARO.
Millones de años atrás...

Habían pasado unos cuantos años desde que Zeus encerró en la prision del Tártaro al temible Tifón, años donde esta criatura se hallaba en un espacio reducido para su tamaño, amarrado con cadenas gruesas en sus extremidades y contando con unos seres infernales que se turnaban para mantener una herida en su estómago abierta, quitándole la fuerza y algunas veces la consciencia.

Pero la criatura siempre estuvo presente, siempre llegaba el momento en que reunía fuerzas suficientes para gruñir al aire en un intento porque su gruñido llegue hasta el Olimpo y Zeus siga siendo consciente que el Tifón seguía vivo ahí abajo.

Y algo que no entendieron muchos Dioses fue... ¿por que dejar viva a la criatura que te derrotó por un tiempo? ¿Cual era el propósito?

A lo que Zeus jamás respondió.

Pero todos llegaban a una misma conclusión; poder. Quería demostrarles a todos los que se atrevieran a ir en su contra que había logrado encerrar a la más cruel de las criaturas, a la más temida.

Lo tenía como trofeo.

Pero su celda se encontraba a un lado del lugar en donde descansaba el gran Titán Cronos, quien al saber de aquella criatura y su gran hazaña, ideó internamente un plan el cual con la ayuda del Tifón podría salir de ahí y tomar lo que debería ser suyo; el trono.

Cosa que hizo sacar una sonrisa a Gea, quien se mantenía oculta en aquella desierta isla, en esa pequeña cueva donde podía ver perfectamente a su brillante criatura junto a su hijo más valiente a unos cuantos años de trabajar juntos para desmantelar el Olimpo.









NUEVA ORLEANS.
Bajo el complejo Mikaelson, actualidad.

Esa pequeña prision bajo tierra que les pertenecía a la familia Mikaelson había sido ligeramente abandonada por muchos años, al no tener un enemigo potencialmente peligroso en la ciudad, nadie bajaba a ese pequeño subterráneo.

Hasta aquel día.

Freya Mikaelson, la mayor de la familia y una poderosa bruja, junto a Vincent Griffith, otro brujo bastante poderoso en la ciudad, unieron sus fuerzas para poder llevarse a aquella mujer desconocida hasta esa prision.

Pensaron que sería difícil pero en realidad la pelinegra cayó desmayada al suelo sin tanto esfuerzo y Marcel fue el encargado de llevarla hasta ese subterráneo donde nuevamente ambos brujos hicieron una barrera con sal, evitando su salida hasta asegurarse de que era inofensiva, persuadirla para que deje a la menor de los Mikaelson tranquila o llegar a matarla... en el peor de los casos.

Las horas pasaron y la pelinegra abrió sus ojos aturdida, viendo a su alrededor la cueva en la que era prisionera y una diminuta sonrisa se instaló en sus labios. Tomó asiento pegando su espalda a un pequeño banco de cemento en aquel círculo y esperó pacientemente.

Jugó con sus dedos, miró el lugar aburrida, dibujó garabatos en la tierra y repasó mil veces sus planes y deseos hasta que finalmente alguien entró por aquella reja.

—Es muy valiente de tu parte venir hasta aquí abajo... —murmuró la mujer con su cabeza baja viendo el nombre en griego antiguo de su mayor enemigo en la tierra y sin más alzó su cabeza viendo a la nueva presencia.— Hope Mikaelson.

La adolescente castaña frunció su ceño confusa ante la supuesta amenaza de la que su madre y Freya tanto hablaban, aunque si sintió un peso caer en sus hombros cuando entró al "calabozo" pero sintió mucha curiosidad al ver a la mujer sentada en el suelo, como si estuviese aburrida de esperar.

—Mi madre dijo que me buscabas. —habló finalmente la menor en un intento por mostrarse valiente.

—¿Tu madre te dejo bajar aquí? —preguntó frunciendo su ceño como si estuviera realmente interesada pero soltó una risa nasal al verla negar.— Otra vez, es muy valiente de tú parte.

—¿Que quieres de mí? —preguntó la adolescente cruzándose de brazos.

—La verdadera pregunta es, ¿qué deseas tú? —sonrió cínicamente viendo a la menor confundirse.— ¿Quieres de vuelta a tu padre?

—¿Que sabes de mi papá? —soltó aturdida y temerosa, sintiendo su voz romperse levemente.

—Yo lo sé todo. —alzó sus manos en un gesto de superioridad.

—¿Y que quieres realmente? —negó la menor, intentando sacar a su padre y su tristeza de su cabeza.— ¿Por que me buscaste tanto?

—Quiero tu poder. —habló despacio, mientras se inclinaba hacía adelante y entrecerraba sus ojos, viajando su mirada de arriba a abajo como si estuviera escaneándola.— Esa maldición que tienes dentro de ti, la quiero.

—¿The Hollow? —murmuró confusa la adolescente y soltó una risa descruzándose de brazos.— Si la quieres, tómala, yo no la quiero.

—¿En serio? —murmuró con una sonrisa la cual cayó al verla asentir efusivamente.— ¿Es una broma? ¿Así de fácil?

—Tú lo dijiste, es una maldición. —comentó obvia la menor.— La cual no me deja estar con mi familia, así que, ¡por favor! Tómala.

La pelinegra se quedó en silencio observando a la adolescente en espera de que esta se retracte o se ría en su cara, pero sus ojos brillaban de deseo, deseo de librarse de aquella maldición y gracias al universo ella estaba ahí para concedirle su deseo.

—Muy bien, si estas de acuerdo. —murmuró un tanto desorientada pero rápidamente se recompuso colocándose de pie.— Necesito salir de aquí primero.

—Espera, no vas a matarme, ¿verdad? —preguntó Hope dando un paso atrás.

—Puedo. —asintió distraídamente y rió al ver una mueca de espanto en la adolescente.— Si te ofreces a darme ese poder, puedo dejarte vivir unos años más.

—Esta bien... —murmuró aún un poco atemorizada.— Pero, hay una última cosa que creo deberías de saber...

—¿Que, niña? —bufó aburrida.

—La maldición, The Hollow... —la adolescente movió sus manos un tanto nerviosa.— No está completamente en mí, quiero decir...

—¡HOPE!

Ambas mujeres que mantenían aquella conversación miraron a su lado viendo a la madre y tía de la adolescente. Ambas mujeres tomaron los brazos de la menor y la arrastraron fuera del subterráneo, mientras la pelinegra veía divertida como la adolescente giraba su cabeza viéndola, por lo que alzó su mano para despedirse con una sonrisa burlona.

Tifón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora