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PROFUNDIDADES DEL TÁRTARO.
hace millones de años atrás.

La batalla había terminado y Zeus había ganado. El cuerpo de aquel monstruo que hizo temblar a todos en el Olimpo poco a poco descendió hasta la gran cárcel que mantenían en el inframundo, un poco más apartado que donde se mantenían los Titanes, ahí yació aquella temible bestia.

Desde la superficie, escondida en una cueva de las Islas de Creta, se encontraba Gea, la madre tierra viendo en un pequeño agujero en lo profundo de su escondite a su creación sin moverse a penas.

—Oh, mi dulce creación. —murmuró la mujer mayor sintiendo su enojo crecer.— Estuviste tan cerca de lograrlo... tan cerca...

Se mantuvo en silencio pensando una y otra vez como mejorar su plan de venganza hasta que una sonrisa se amplió en su rostro.

—Tifón, no pudiste cumplir tu cometido hoy pero algún día lo harás. —murmuró sonriente mientras cerraba sus ojos concentrándose completamente y alzaba sus manos al aire.— Cuando llegue el tiempo en que los humanos ya no tengan fé en los Dioses del Olimpo, renacerás entre ellos.

Aquella monstruosa criatura en el Tártaro movió su cabeza hacía un lado, como si estuviera indicándole a alguien que estaba escuchando atentamente.

—Buscarás la mayor fuente de energía y de ella te alimentarás, así cuando tengas todas tus fuerzas volverás al Olimpo y matarás, de una vez por todas, a Zeus. —alzó más sus manos de donde salía un destello verde que entraba a aquel agujero metiéndose por la boca, la nariz y las heridas que tenía el cuerpo la bestia.— ¡Lo ordeno yo! ¡Gea, madre tierra y creadora del universo!

En las profundidades del Tártaro, el Tifón soltó un gran grito lleno de enojo y deseo de venganza, un grito tan potente que hizo temblar el mundo entero, llegando hasta el más mínimo rincón de la tierra y haciendo temer a algunos en el Olimpo mientras Zeus suspiraba aliviado de haber encerrado a semejante criatura en la prision más segura de todas.
















PARIS, FRANCIA.
actualidad.

En la entrada de un aclamado club de seres de la noche se encontraba Klaus Mikaelson asesinando a uno de los guardias que lo retenían fuera, sin dejarle pasar a la fiesta. Luego de saborear la sangre y meterle más miedo a la gente ahí reunida, su deseo de fiesta se apagó por lo que caminó sin rumbo alguno bajo la luz de la luna pensando en toda su vida.

Pasaba por una gran estructura cuando sintió su teléfono vibrar en su bolsillo por lo que confuso lo sacó suponiendo inmediatamente quién era y cuando vio su pantalla suspiró al ver que, efectivamente, era Hayley nuevamente.

"Ayer hubo un ataque en el bar Rouseus, no sabemos quién fue pero Josh dice que preguntaba por Hope. No hagas nada drástico como venir aquí, te mantendré informado y Hope se encuentra en la escuela, ya notifiqué a Alaric. ¿Cuantos enemigos más tienen? Cuídate."

Los ojos del original se abrieron de par en par, su pequeña estaba en peligro pero, lamentablemente, Hayley tenía razón y lo sabía, no podía ir a cuidar de su hija y todo por culpa del vacío.

Maldijo internamente a todos sus conocidos enemigos posibles y partió hacía su habitación de hotel, lugar donde se acomodó para llamar a su hermana menor Rebekah para mantenerla también al tanto y poder sacar alguna conclusión del autor del ataque, aunque claro, era difícil hacerlo si no estabas en la ciudad o en el lugar de los hechos para ver el entorno.

Nuevamente maldijo a The Hollow.

Media hora después había colgado el teléfono sin ninguna pista o suposición, Rebekah lo calmó un poco recordándole lo segura que se encontraba Hope con Freya y los de la escuela Salvatore, y así pudo irse un poco más tranquilo a intentar dormir algo para que las horas pasen más rápido.

Y mientras en Francia un original dormía, en Nueva Orleans una desconocida se alimentaba de un vampiro en un callejón.

La mujer lo había atraído ahí pensando que era una simple humana en apuros y cuando estuvieron ocultos en la oscuridad, lo agarró por los hombros desprevenido empujándolo contra la pared y mostró sus ojos flamantes para después, evitando que el hombre grite por ayuda, abrir su boca con colmillos.

Ahí el hombre confuso sintió su cuerpo entumecido, por más que quisiera moverse y huir, no podía y se asustó.

Pero se asustó aún más cuando vió una estela blanca salir por su boca y entrar en la de ella, a la par que sentía como poco a poco le quitaban la energía, las fuerzas... la vida.

Una vez absorbió por completo al hombre, desvió su boca a su cuello robándole su sangre. Luego lo tiró al suelo mientras limpiaba la comisura de sus labios y se alejaba sin remordimiento alguno, volviendo a la calle principal donde enfocó sus ojos en una mujer rubia que paseaba acompañada de una castaña, llegando a oler por el aire un peculiar aroma, uno que ella llevaba persiguiendo desde que despertó en Grecia.

Hope Mikaelson.

Tifón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora