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Aquel viernes siguiente Irene y Stella se encontraban у platicando entre ellas.
 
-No hay cambios en su diálogo, pero se ve con más energía.
 
-Creo que aquella chica que mencioné aquella vez, Lisa, es como una especie de amiga. No lo sé.
 
-¿Ella no te ha dicho nada sobre ella?
 
-No -negó con la cabeza algo triste- absolutamente nada -¿Debería preguntarle?
 
-No, deja que ella se encargue. Al parecer le hace bien.
 
Irene asintió.
 
Ese sábado, volvieron a ir a la mañana al centro comercial, como era costumbre.
 
Jennie entró, pero no hizo más que poner un pie en el local de música que Cinthia lo saludó.
 
-Bienvenido a MusicWorld. ¿Puedo ayudarte en algo?
 
Ella estaba muy cerca de la entrada y se encontraba libre, mientras que Lisa se encontraba vendiendo unas púas más en el fondo. Cinthia estaba algo celosa de Jennie, cosa que era bastante estúpida, ya que Jennie era una chica rara; pero si podía impedir que hablaran no estaría nada mal, pensó. Ella se puso muy nerviosa. Tenía la idea fija de que fuera Lisa quien lo atendiera, como todas las semanas. No contaba con la posibilidad de que alguien más lo hiciera. Ella iba a esforzarse en hablar más, pero no con todos, no ahora. Ni siquiera había tenido tiempo de tomar un CD cualquiera entre sus manos. Pero agradecía en parte por ello. Si ella era quien se encargaba de la compra ni siquiera tendría excusa ni oportunidad de hablar con Lisa. No podía permitir eso. Lo veía una vez a la semana y sólo unos momentos. Era demasiada la espera para desperdiciar la chance de esta forma ¿Qué debía hacer?
 
-Jennie.
 
Oyó esa voz que hacía que todos sus problemas se disiparan y sintió como si un peso de toneladas de kilos se cayera de sus hombros. Estaba a salvo. Tanto ella como la morena voltearon su cabeza fijando la mirada en Lisa que se había acercado a ellas. Había terminado de atender al cliente con quien estaba ocupada.
 
-No te preocupes, Lis. Yo me encargaré de atenderla -dijo ella con una gran sonrisa boba hacia Lisa. Sí, estaba más que claro que le gustaba.
 
-No -dijo en seco haciendo que la muchacha dejara de sonreír-verás -cambió su tono de voz a uno más suave al notar que había sonado algo fría antes-Jennie es mi cliente favorita, y yo soy su vendedora favorita -le guiñó un ojo con una sonrisa de lado- es algo mutuo, por eso seré yo quien lo atienda siempre que venga. Si estoy ocupada, esperará a que esté libre. ¿Entendido? -finalizó en tono algo descarada.
 
-Como quieras -escupió molesta y se dirigió a otra parte del local rápidamente para desaparecer de su vista.
 
-Ya se le pasará -dijo sonriente a Jennie quien lo miraba sorprendido- ¿Estás bien?
 
Jennie sentía ganas de sólo asentir. Eso era simple. Pero habían acordado que dejaría de hacerlo.
 
-Sí -dijo con la mirada gacha.
 
-Bien ¿Qué va a necesitar mi clienta favorita el día de hoy?
 
Jennie sintió un escalofrío en su columna. Cada cosa buena que Lisa decía sobre ella le ponía el corazón a mil por hora. Volteó a penas su rostro y tomó cualquier CD, entregándoselo. Lisa lo miró con el ceño fruncido y tratando inútilmente de ocultar una sonrisa. Lisa mordió su labio inferior, eso lo hizo ver condenadamente sexy. Jennie tragó saliva.
 
-¿Sabes? Es una pena que no podamos tener más tiempo juntos el día de hoy. Pasar mi tiempo para almorzar contigo fue mucho más entretenido que pasarla sola. Y no puedo usar mi descanso en este momento. Si almuerzo a las once de la mañana moriré de hambre el resto de la tarde -hizo una mueca graciosa.
 
La combinación de oír esas palabras y ver la mueca divertida de Lisa hizo que Jennie sonriera.
 
-Sonreíste-dijo sorprendida, interrumpiéndose a sí misma mientras hablaba.
 
Jennie borró la sonrisa de su rostro como acto reflejo y la miró fijamente.
 
-Sonreíste -volvió a repetir, pero esta vez con una gran sonrisa en el rostro- no puedo creerlo. Sonreír definitivamente es algo que también deberías hacer más a menudo.
 
-Lisa - se oyó la voz de Megan cerca de ellos -lamento interrumpirte, pero hay demasiado por hacer.
 
-Claro, lo siento --se disculpó.
 
Lisa se volteó hacia Jennie con una sonrisa pícara en los
 
labios.
 
-¿Éste? -dijo refiriéndose al CD.
 
-Sí-respondió tan rápido como le fue posible, mirando hacia el piso.
 
-Bien, sígueme.
 
Jennie no era la mejor disimulando. Lisa había podido notar como tomaba los CDs al azar. Supuso que sólo eran excusas para concurrir a la tienda. Cruzó por su cabeza la idea de decirle al respecto. Que había notado lo que hacía y que podía visitarlo sin necesidad de comprar nada. Pero Jennie era una caja de Pandora, no estaba segura de poder predecir las actitudes de la chica. Así que aunque actuara con suma confianza, también era precavida con respecto a ella. Decidió que no le diría nada. Podía decirse lo mismo acerca de su enfermedad. Lisa había notado que lo que Jennie tenía no era simple timidez. Pero ella actuaba como si no lo supiera, y lo trataba todo el tiempo simplemente como alguien tímida. Tenía la idea firme de que tratarla como a una persona ciento por ciento común y corriente lo ayudaría más que tratarlo de manera especial y hacerlo sentir diferente, rara, excluida. Lisa en verdad quería ayudar a Jennie.
 
Luego, toda la misma rutina de siempre. Llegar a la caja registradora, dar el dinero, tomar el dinero, envolver la caja en la sala de empaquetamiento, entregar la bolsa y despedirse.
 
Sólo para volver a esperar una semana completa. Se estaba convirtiendo en un ciclo de vida para Jennie. Lo único que realmente la motivaba.
 
Pero esta semana sería diferente. Daría un gran paso. Reunió el suficiente valor a lo largo de los últimos siete días. Sólo esperaba poder manejarlo.
 
-Jennie -llamó su madre- ¿Iremos juntos al centro comercial?
 
Ella estaba prácticamente convencida de que ella aceptaría
 encantada. Pero para su sorpresa él se negó.
 
-¿Por qué no? -preguntó atónita. Ella la miró fijamente -¿Ocurrió algo malo? -ella negó con la cabeza -¿No quieres seguir yendo? - ella asintió- No lo entiendo -ella tomó una gran bocanada de aire y luego de unos momentos le explicó.
 
-A la tarde.
 
-¿Quieres ir a la tarde? -ella asintió. Ella sintió en verdad muchos deseos de preguntar la razón, pero no podía hacerlo. Era obvio que tenía que ver con Lisa- Sabes que suelo estar ocupada con el trabajo extra de la oficina los sábados por la tarde, cariño. No estoy segura de poder acompañarte - odiaba hacerle esto a Jennie, pero a veces simplemente no podía cumplir todos sus caprichos, pero ella había estado negando con su cabeza unos segundos antes de que ella terminara de hablar.
 
-Iré sola.
 
Irene empalideció. Jennie quería salir sola. Sin ella. Ir hasta el centro comercial. Un mes atrás apenas si lograba que saliera al patio trasero de la casa. Estaba feliz, pero asustada también.
 
-No lo sé, podría ser peligroso -no podía creer lo que estaba diciendo, que Jennie llevara una vida normal era lo que más anhelaba y ahora era ella quien quería impedírselo.
 
-No soy una niña --dijo seria. Su madre nunca la había visto tan decidida y confiada. Fuera lo que fuera que Lisa provocaba en Jennie estaba teniendo resultados nunca antes vistos.
 
-Está bien. Puedes ir sola. Sólo ten mucho cuidado - Dijo su madre preocupada. Ella asintió. Debía confiar en ella. Pero no podía evitar sentir una gran inseguridad con respecto a esto.
 
Luego del almuerzo Jennie tomó su mochila gris y la colocó en su espalda. Estaba frente a la puerta de entrada de la
casa. Su madre lo miraba expectante, se acercó lentamente y depositó un corto beso en su cabello. Ella dio un largo
suspiro y salió finalmente de su casa. Allí estaba él. Sola. Caminando por las aceras de Londres. Estaba nerviosa, no había que ser una genia para notarlo; pero su determinación hacía que caminara rápidamente. Una parte de su mente comenzaba a creer que ya no simplemente quería verla. Necesitaba verla.
 
Finalmente llegó. Ella camino de momentos parecía interminable y en otros momentos parecía que flotaba en un corto camino al encuentro con la persona más importante para ella.
 
Entró en el local. Lisa le dirigió una fugaz mirada mientras se encontraba atendiendo a alguien más. Jennie lo esperó paciente en silencio. Una vez terminada la compra del otro cliente ellas se acercaron.
 
-Que bueno que llegaste. Hora de almorzar –dijo feliz.
 
Jennie no pudo evitar que se dibujara una sonrisa en su rostro.
 
Ambas se dirigieron a la habitación trasera. Se sentaron en la mesa llena de papeles que Lisa hacía a un lado para no ensuciar nada mientras devoraba su almuerzo. Comió más rápido que la vez anterior.
 
-Sabes -dijo una vez que había terminado de limpiar las migajas de pan que habían quedado en la comisura de sus labios, Jennie no lograba quitarle los ojos de encima con cada acción que la chica realizaba- He estado pensando algo la última semana. Me agradas. Pero sé muy pocas cosas sobre ti. Se me ocurrió que podríamos tratar de saber un poco más de la otra. Si está bien para ti.
 
-Sí -dijo mirando directo a sus pies que se movían nerviosos.
 
-Jennie.
 
La llamó seria, haciendo que la piel del aludido se erizara. No despegó la vista de sus pies, pero pudo ver como la mano de Lisa se acercaba hasta ella, pero por alguna razón no tuvo el reflejo de retirarse bruscamente evitando el contacto. Lisa lo tomó muy suavemente de su mentón, y lo inclinó hacia arriba, provocando que se miraran fijamente, frente a frente. Jennie respiraba muy nerviosa.
 
-Tienes unos ojos marrones demasiado lindos para dedicarte a mirar el piso cada vez que hablas. A veces las miradas dicen incluso más que las palabras. ¿Crees que podrías mirarme cuando hablas?
 
Jennie sentía las peticiones de Lisa cada vez más pesadas. Era jodidamente difícil y estresante cumplir lo que ella le pedía. Pero sabía que su intención no era que sonaran como órdenes. Sino como favores. Y sinceramente sentía que su alma se partiría en dos si veía una sola expresión de decepción en su rostro a causa de una respuesta negativa suya.
 
-Está bien -respondió viéndola directo a sus ojos mieles.
 
-Gracias, en verdad -sonrió más que resplandeciente -Supongo que como yo soy la charlatán comenzaré por contarte cosas sobre mí. ¿Por dónde comienzo? Bien. Mi nombre es Lisa Manoban. Tengo dieciocho años. Trabajo aquí atendiendo al público los sábados de diez de la mañana a seis de la tarde. Soy signo aries. Vivo con mis padres. Tengo una hermana llamada Minnie. Tenemos una gata de mascota llamada Lily, duerme todo el día. Mis mejores amigos se llaman tzuyu, es morocha y callada; Rosé, rubia y con muy buen sentido del humor; Jisoo, castaña y excelente persona. Las conozco desde pequeña. Fuimos siempre juntos a la escuela. Estoy pensando en ingresar a la universidad el año que viene. Aún no tengo decidido que profesión escoger. Mis pasatiempos son escuchar música y pasar el tiempo con mis amigos, la mayor parte del tiempo jugando al fútbol o con los videojuegos. Mi color favorito es el amarillo. Mi estación favorita es el otoño. Mi materia favorita es ciencias y la que más odio es matemáticas. Hmmm... Te diría más cosas, pero en este momento no recuerdo.
 
Jennie la miraba atenta. Se quedó impactada con la cantidad de amigos que tenía. Se sonrió al notar que tenían en común el odio a las matemáticas. También estaba sorprendida. Como Lisa podía hablar tanto, sonriendo, abriéndose tanto. Era admirable.
 
-¿Qué hay de ti?
 
Preguntó expectante, sacando a Jennie de sus pensamientos. Ella lo miró nerviosa. No esperaba que él hablara en cantidad haciendo una gran descripción de su persona tal como ella acababa de hacer ¿O sí? Eso era una locura.
 
-¿Prefieres que yo pregunte y tu respondes?
 
Jennie sintió muchos deseos de asentir mirando hacia el piso. Pero debía acostumbrarse a ser diferente con Lisa.
 
-Sí -dijo viéndola directo a los ojos.
 
-Bien. Tu nombre completo es Jennie...
 
-Kim -respondió al cabo de unos segundos.
 
-¿Por qué tienes un apellido tan genial? No es justo -bromeó y Jennie sonrió- Bien, Jennie Kim -ella aludido sintió un escalofrío al escuchar su nombre completo dicho por ella-Tienes dieci...
 
-Seis.
 
-¿Vives con tus padres?
 
-Sí.
 
-¿Tienes hermanos?
 
-Una hermana mayor.
 
-¿Nombre?
 
-Joy. Está estudiando en Estados Unidos.
 
-Increíble -increíble que lograra hacerlo hablar toda una oración- ¿Tienes mascotas?
 
-No.
 
-¿Color favorito?
 
-Negro.
 
-Signo...
 
-capricornio
 
-¿Materia favorita?
 
-Historia.
 
-¿La que odias?
 
-Matemáticas.
 
-¡Hey! ¡Dame esos cinco!
 
Dijo colocando su mano extendida en el aire de manera vertical. Jennie la miró y supo lo que debía hacer, pero no estaba segura de hacerlo. Lentamente alzó su mano y la posó tímidamente sobre la palma de la mayor. Ella tenía una mano relativamente más grande que la de Jennie. Se sintió extraño ese tipo de contacto. Como si cada segundo que pasaran juntos tomaran más confianza. Como si se volvieran más cercanas.
 
-La idea es que suenen al chocar -dijo Lisa divertida.
 
Jennie retiró su mano y mordió un poco su labio inferior. Lisa insistía en intentar mantener una conversación común y corriente. Interactuando como lo haría con cualquier persona. ¿Qué no se daba cuenta de que ella era una completa idiota que no sabía hacer nada bien? ¿Qué era una rarita?
 
-A la cuenta de tres. Uno... -Jennie levantó su mano en el aire - Dos... -La hizo un poco hacia atrás -¡Tres!
 
Ambas llevaron sus manos hacia adelante en un rápido movimiento. Haciendo que las palmas de sus manos se estrellaran y dejaran salir un chasquido. El corazón de Jennie latía desenfrenado. Y su mano temblaba un poco.
 
-¡Yay! Por un mundo sin matemáticas -rió. Jennie dejó salir una gran sonrisa -hoyuelos-ella lo miró confundida tienes hoyuelos. Esas pequeñas marcas que se hacen a los lados de tu sonrisa -dijo tocando con sus dedos índices sus propias mejillas- mi abuela decía que las personas que tienen hoyuelos son de gran corazón -Jennie bajó la mirada al oír eso-Yo no tengo hoyuelos -hizo un pequeño puchero -Cuando sonrío se me forman pequeñas arrugas a los lados de los ojos. Eso no es lindo.
 
-Si lo es.
 
Jennie ni siquiera pensó en lo que acababa de decir tan naturalmente como respuesta. Lisa la miró sorprendida. Acababa de hacerle un cumplido. La menor estaba muy nerviosa. Lisa podía tomárselo de una mala manera. Pero no fue así.
 
-Si tú lo dices.
 
Lisa trataba de contener una gran sonrisa, fracasando en el intento, dejando ver las marcas de sus ojos que acababa de mencionar. Mordía sus uñas mientras lo miraba. Jennie la observó fijamente. Ella mordía sus uñas cuando se ponía
nerviosa, ansiosa o apenada. Se preguntó si Lisa se sentía de alguna de esas maneras en estos momentos. Así que
Lisa si sentía vergüenza de vez en cuando, a pesar de ser
tan confianzuda; pensó. Se preguntó en que otro tipo de
Circunstancias se comportaría como alguien tímida.
 
-Diablos -dijo viendo al reloj- hora de volver al trabajo.
 
Cada día que pasaba en su compañía Jennie se convencía que Lisa no era igual a las demás personas. Ella era diferente. Ella hablaba con ella como si la conociera de toda la vida. Nunca le preguntó porqué actuaba como una idiota que apenas sabe hablar. Nunca la presionó a hablar, sólo la incentivaba a hacerlo, pidiéndole favores. Nunca la obligó a hablar con ella e irónicamente era la persona con la que más estaba hablando ella último tiempo. Con ella no era difícil hacerlo. O tal vez eran tantos sus deseos de hablar con ella que le resultaba más fácil que con otras personas.
 
El sábado siguiente fue un día muy frío. Estaba nevando mucho. Las calles de la ciudad de Londres se encontraban cubiertas por un manto blanco de nieve. Irene le prohibió a Jennie ir al centro comercial caminando. Y ella tenía la tarde ocupada con trabajo así que debieron hacer las compras en la mañana. Jennie no se contentó en absoluto con eso. Pero las opciones eran verlo sólo unos momentos, o no verlo. Irene sabía a la perfección que eso la molestaría, pero era preferible lidiar con un capricho a que Jennie enfermara. Además ir al centro comercial lo ponía de buen humor. En unas horas simplemente olvidaría toda esa cuestión.
 
Cuando entró al local, Lisa la miró sorprendida.
 
-Bonito beanie, te queda muy bien-le dijo cuando estuvo frente a él.
 
Jennie bajó la mirada. Llevaba un beanie de color gris y una bufanda de mismo color ese día debido al frío. Lisa todos los sábados prestaba atención a cualquier cambio en la actitud de Jennie. Sea bueno o malo. Tenía razones para hacerlo. Pero hasta el momento las cosas no hacían más que mejorar.
 
-A juzgar por tu ropa deduzco que está haciendo mucho frío.
 
Jennie asintió. Pero ella mismo se sorprendió y dijo rápidamente que sí, corrigiéndose. No acostumbraba a hablar con nadie que no fuera Lisa, así que simplemente olvidó que le había pedido no responder con gestos corporales y lo hizo inconscientemente.
 
-Está bien -dijo sonriente Lisa- no voy a demandarte por no responder con palabras. Con las demás personas sigues remplazando con gestos tantas respuestas como puedas ¿No es así?
 
-Sí.
 
-No lo hagas.
 
Jennie la miró atónita. Esas palabras en boca de cualquier otro podían sonar tan rudas. Pero con Lisa no ocurría eso. Ella sólo las decía de una manera tan tierna. Como si estuviera realmente interesada en ayudarla a ser mejor. Pero los favores eran cada vez más grandes. La había obedecido en todo hasta el momento, pero no estaba segura de poder lograr lo que le pedía esta vez.
 
-Sólo nos vemos una vez a la semana. Es de esperarse que pierdas la costumbre de responder con tu voz. Si practicas será más fácil. Confía en mí -le dijo con una cálida sonrisa.
 
 

La Chica de los CD Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora