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-Nos colocamos un guante cada una, y con nuestra mano libre tomamos la mano de la otra para mantener el calor -Lisa se notaba algo nerviosa al hablar- Quiero decir... Es la única solución que se me ocurre. Está obscuro, nadie lo notará ¿Qué dices?

-Está bien -respondió nerviosa al cabo de unos momentos que parecieron interminables a la  mayor.

Lisa tomó torpemente su guante derecho y se lo entregó a Jennie quién lo tomó temblando en parte de nervios y en parte de frío. Se colocaron cada uno en la mano correspondiente y Lisa le tendió su mano para que la tomara. Jennie tragó saliva duramente por los nervios y acercó su mano tiritando hasta tomar la de Lisa. Presionaron sus manos suavemente sobre la de la otra para tratar de mantener todo el calor que les fuera posible. Lisa sonrió y la menor le devolvió la sonrisa tímidamente. Reemprendieron la caminata. Pero ahora de manera más silenciosa que antes. No era un silencio incómodo. Si no todo lo contrario. Las palabras estaban demás en ese momento. Como si lo único que les importara en el mundo fuera sentir la calidez del tacto de la otra sobre su mano, sentir su suave piel, el roce de sus dedos. Permanecieron así con cientos de pensamientos vagando por su cabeza. Jennie simplemente no podía creer que estuviera caminando de la mano con Lisa. La chica que no podía sacar de su cabeza. Era como una de esas escenas de las películas románticas que a veces veía su madre, sólo que esto era real. No tenía comparación.

Luego de caminar todo el trayecto, Jennie se detuvo en unas rejas de color negro que daban paso a una casa blanca de tejado azul, muy bonita. Suspiró presionando la mano de Lisa con fuerza y luego soltándose del agarre lentamente, haciendo que ambas sintieran cada pequeño roce. Abrió la puerta de rejas con su llave pero no se adentró al patio delantero.

-Gracias-dijo queriendo desviar la mirada, pero haciendo un esfuerzo por mantener el contacto visual, recordando que eso era lo que Lisa quería- Gracias por acompañarme -Lisa sonrió.

-Por nada, Jennie. Fue un placer. Gracias a ti por acompañarme a la cafetería -La menor negó un poco con la cabeza sonriendo hasta marcar sus hoyuelos y mordió su labio inferior. -Jennie... -dijo seriamente haciendo que este lo mirara de la misma manera. Permaneciendo estáticas unos segundos. Lisa iba a decir algo más cuando de pronto...

-¡¡Jennie!!

Se oyó un grito desesperado luego de abrirse la puerta de la casa y la mujer corrió hasta las rejas negras que daban a la calle. Abrazó a su hija con todas sus fuerzas. Con su rostro cubierto de su cabellera negra, con el rostro de Jennie sobre su pecho. Su hija no dijo absolutamente nada, después de todo a su madre era a la única persona que le permitía ese tipo de contacto humano. Bueno, casi la única.

-¡¡Me tenías muy preocupada!! -decía con la voz aún desesperada sin poder evitarlo, sus ojos estabas vidriosos ¡¡No vuelvas a asustarme de esta manera!!

-Por favor no se enoje con ella. Fue mi culpa -dijo con tono culpable al ver esa escena y el lío en que lo había metido.

Irene ni siquiera se había percatado que había alguien más allí. Subió su vista posando sus ojos en Lisa que la observaba con remordimiento. Jennie se separó se ella por cuenta propia y quedó observando el piso como una niña al que acaban de regañar. Irene sabía perfectamente quién era esa chica, pero fingió no saberlo.

-¿Y tú eres...?

-Lisa -aclaró su garganta por los nervios- Soy Lisa Manobal. Soy una amiga de Jennie -Jennie lo observó directamente al oír esas palabras. Lisa se había llamado a sí mismo su amiga- Lamento mucho haber regresado tan tarde. No volverá a ocurrir. Por favor no se enoje con ella -volvió a pedir.

Irene suspiró.

-Procura que no vuelva a pasar.

-Sí, señora. Lo siento ¿Entonces no está enojada con Jennie? -preguntó expectante.

Irene rió un poco. Esa chica transmitía demasiado carisma en su manera de ser. Hablaba mucho y le pareció tierno que se preocupara tanto por su hija.

-No, Lisa. No estoy enojada con Jennie.

-¡¿oíste eso?! -mirando a Jennie con la mayor de las sonrisas.

Jennie quiso reprimir una pequeña risa fracasando completamente. Su madre no podía estar más feliz por eso. Lisa tenía esa habilidad para entrar en confianza fácilmente. Podía alivianar el ambiente sin importar que tan tenso estuviera.

-Bien, creo que es hora de que me vaya. También se me hizo tarde -dijo rascando su nuca- Un placer conocerla señora... mamá de Jennie.

-Irene. Puedes llamarme Irene-con una sonrisa.

-Un placer conocerla Irene. Nos vemos Jennie-dijo dándose media vuelta y empezando a caminar.

-¡Lisa! -exclamó rápidamente haciendo que la aludida y su madre la miraran. Se acercó hasta ella mientras se quitaba el guante de su mano y se lo entregaba.

-Oh. Gracias. Casi lo olvido -dijo al tomarlo y colocárselo- Aunque -se acercó un poco al oído de Jennie- creo que tu mano es incluso más cálida que el guante -susurró y le dedicó una hermosa sonrisa antes de partir.

Jennie se quedó con la boca entreabierta viéndola marcharse.

Irene lo observó con el ceño fruncido.

-Hija, entra. Hace frío -Pero Jennie entró sólo después de que Lisa se perdiera en la oscuridad de la noche-¿Tienes hambre?

-No.

-Bien. Puedes saltarte la cena hoy si quieres.

-Lamento haber llegado tarde -se sentía culpable, sí. Pero no se arrepentía de nada.

Jennie una vez estando en su habitación, luego de haber guardado su CD del día, se encontraba tendida en su cama sin dejar de observar su mano. Tratando de mantener presente en su memoria el tacto de la mano de Lisa sobre ella. Sus palabras iban de un lado a otro dentro de su cabeza. Cada momento vivido en la tarde se proyectaba como una película, una y otra vez.

"Supongo que esto es a lo que llaman estar enamorado❞ pensó antes de quedarse dormida.

Luego de otra larga semana de espera Jennie concurre al centro comercial. Ésta vez al horario del almuerzo porque Lisa le había dicho la semana pasada que fuera a almorzar con ella.

Jennie entró en el local y para su sorpresa Lisa se encontraba hablando animadamente con una chica. Se veía tan animada, como cuando hablaba con ella. Ella creía ser especial para Lisa, y ver que no era la única que trataba de esa forma, de alguna manera, le dolió. Tuvo intenciones de abandonar el lugar, irse corriendo y alejarse de toda esa escena. Pero finalmente decidió acercarse a ellas con temor. Pero Lisa no la vio acercarse y se dirigió al depósito. Jennie llegó hasta la chica, observándola y ésta le devolvió la mirada al verla parado a su lado, examinándola.

-¿Hmm? Tú debes ser Jennie -dijo con una sonrisa. Jennie entreabrió su boca y apretó sus puños. ¿Cómo es que esa chica sabía su nombre? -Lisa me ha hablado mucho sobre ti- el corazón de la castaña comenzó a latir con mucha fuerza- Soy Rosé -se presentó extendiendo su brazo para estrecharlo con el de Jennie, pero sin obtener ninguna respuesta por parte de ella -Oh, es verdad. Olvidé que eras algo tímida.

Jennie no podía creerlo. Ya no se sentía mal. Ella era uno de los amigos de la infancia de Lisa de los cuales ella le había hablado. Pero lo más sorprendente era que le había contado sobre ella. Le había dicho su nombre, que era tímida y quien sabe cuántas cosas más. Jamás creyó que hablara de ella con otras personas. Al fin y al cabo, Lisa era genial, era divertida, sociable, Lisa era perfecto y ella sólo era, ella. No había razón para contarle a nadie sobre ella, ya que ella no era para nada interesante, y aún así Lisa lo había hecho.

-¡Jennie! -dijo entusiasmada al ver que había llegado en su breve viaje al depósito -Que bueno verte. Bueno, veo que ya se conocieron. Ella es Rosé, rara vez habla algo coherente, así que no le hagas caso -dijo bromeando.

-¡Oye! -se quejó la rubia. Jennie sonrió.

-Aquí está. Ésta es la que quieres ¿Verdad? -colocando sobre el mostrador una hermosa guitarra que traía en su mano.

-Sí. Ésta es ¿No es la guitarra más hermosa que has visto en tu vida?

-Sigo pensando que es demasiado dinero para gastarlo en una guitarra.

Jennie observó entonces el papel colgando de ella con el precio escrito y abrió los ojos enormemente. Era una guitarra de la mejor marca en el mercado de la música. Al parecer Lisa no bromeaba cuando dijo que la familia de Rosé tenía mucho dinero.

-Es mi regalo de Navidad debido a mis buenas calificaciones, no me molestes. Ten, cóbralo de aquí -dijo entregándole una tarjeta de crédito.

Mientras Lisa efectuaba la compra, la rubia no le quitaba la vista de encima a Jennie. Quien comenzaba a incomodarse.

-Lisa dijo que eras muy linda, pero no creí que lo dijera en serio.

Jennie tomó un respiro rápido quedando helada y Lisa quedó boquiabierta sin saber que hacer. En su descuido, la tarjeta de crédito de Rosé cayó al suelo, se agachó a recogerla y tratando de deslizarla por el posnet para efectuar la compra. Tuvo al menos tres intentos fallidos antes de lograr pasar la tarjeta correctamente.

-Creo que alguien se puso nerviosa-dijo con una pícara sonrisa.

-Rosé cierra la maldita boca. Ten tu estúpida tarjeta -dijo molesta con torpes movimientos y un leve color carmín en sus mejillas. La rubia comenzó a reír con ganas.

Jennie simplemente no podía creerlo. Nunca

había visto a Lisa reaccionar de esa manera. Nerviosa, avergonzada, contestando de esa forma y con movimientos tan torpes. Era como ella solía reaccionar, no creyó que Lisa con lo confiado que era también se sintiera así a veces. Pero eso no era lo más importante ¿Realmente había dicho eso sobre ella? El sólo hecho de pensarlo hizo que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro.

-¿Necesitas algo más?

-Parece que alguien está ansiosa porque me vaya -dijo divertida una vez más siendo fulminado por la mirada de la castaña- No, esto es todo por el momento -tomando la bolsa con la gran y costosa guitarra dentro de su caja en su interior -Te veo en la noche, dile a tu mamá que prepare brownies, los suyos son los mejores de la ciudad. Adiós Jennie, gusto en conocerte. No olvides felicitar a Lisa -gritaba mientras se retiraba del lugar.

-¿Felicitar? -Preguntó confundida mirando hacia la puerta que la rubia acababa de cruzar y luego dirigiendo la mirada con el ceño fruncido a Lisa.

Lisa suspiró.

-Al fin se fue. Hora de mi descanso.

Caminaron hasta la habitación detrás del mostrador, Jennie aún confundida y nerviosa por las palabras de aquella chica rubia. Siguió los pasos de Lisa hasta la pequeña cocina que allí se encontraba. Una vez que se detuvieron, Lisa se volteó a ver fijamente a Jennie con una pequeña sonrisa.

-Hoy es mi cumpleaños.

Jennie se quedó boquiabierta sin saber que decir. Ella no sabía cuando era su cumpleaños y enterarse tan de repente fue como un baldazo de agua fría. Cuando Jennie logró salir de su asombro miró hacia el suelo con un pequeño puchero en sus labios.

-No te compré nada -dijo apenada.

La mayor creyó que moriría de ternura en ese momento. Jennie no se daba una idea de cuan adorable podía resultar.

-No te preocupes por eso. Está bien. No tienes que comprarme nada. Además, tú no sabías que hoy era mi cumpleaños.

Jennie sólo pareció ignorar sus palabras. Pero de pronto pareció tener una idea. Tomó el beanie de color gris que cubría su cabeza con ambas manos y lo tendió hacia Lisa con sus manos temblando.

-No puedo aceptarlo -negando con su cabeza.

-¿No te gusta? -dijo afligida.

-¡Por supuesto que me gusta! Me gusta desde la primera vez que te vi con ella.

-Tómalo. Es tu regalo.

-¿Estás segura?

-Sí.

Lisa no podría resistir ninguna petición de Jennie, con las manos temblando, los cabellos desordenados por haberse quitado el beanie y los ojos de gatito que tenía en ese momento. Se acercó a ella lentamente tomando el beanie, rozando sus manos. Se acercó un poco más y alzó sus brazos, rodeando sutilmente los brazos y la espalda de Jennie, posando su cabeza en su hombro mirando en dirección contraria a su cuello. Jennie quedó petrificado sin poder corresponder al abrazo. Nunca nadie ajeno a su familia lo había abrazado, y aún así habían sido muy pocas ocasiones. Odiaba el contacto con los demás. Pero Lisa era tan suave, transmitía tanta tranquilidad y confianza a pesar de ser hiperactiva y se la pasara gritando. El contacto con Lisa no le molestó desde el principio. No sólo no le molestaba. Le gustaba. Le gustaba mucho. Lisa se separó de ella. Observándola con una enorme sonrisa.

-Muchas gracias, Jennie. Me encanta mi regalo -dijo mientras que con sus dedos se encargaba de acomodar los mechones de cabello que el gorro había despeinado-huele a ti. Supongo que cuenta como un regalo extra -rió.

La castaña se sentía morir. Cada toque de Lisa enviaba miles de ondas eléctricas a lo largo de todo su cuerpo. Logrando estremecerla con simples y delicados toques. Se sentía un felino deshaciéndose en las caricias de su dueño.

-Ven.





La Chica de los CD Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora