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-Sólo nos vemos una vez a la semana. Es de esperarse que pierdas la costumbre de responder con tu voz. Si practicas será más fácil. Confía en mí -le dijo con una cálida sonrisa.
 
Jennie pensó que lo que Lisa decía sonaba lógico. Y sobre todo le había pedido que confiara en ella. No quería decepcionarla. Era lo último que quería hacer.
 
-Lo intentaré -dijo aún algo dubitativa en su interior.
 
-Realmente lo aprecio -sonrió aún más- además estoy segura que no soy la única persona que se alegrará por eso.
 
La menor comprendió que Lisa también pensaba en su familia. En cómo se alegrarían si ella hablaba con ellos. Pensó en la felicidad que eso podía provocarle a su mamá. Después de todo ella estaba siendo egoísta al no brindarle algo, sabiendo lo bien que eso le haría. Pero no era su intención privarla de esa felicidad. No era algo que hiciera a propósito. Pero lo intentaría. Intentaría devolverle algo del cariño recibido durante tantos años. Ella estaba lejos de ser la hijo perfecta que una madre querría. Pero Irene siempre la amó, la mimó y fue paciente con ella. A los ojos de ella era perfecta en cierta forma. Lo menos que podía hacer era darle algo a cambio. Demostrarle su gratitud. Pensó en la gran persona que era Lisa. Preocuparse por la felicidad de personas que ni siquiera conocía en persona. Pensó en lo maravilloso que era por lograr hacerle entender. Ella debía esforzarse por mejorar. Nadie iba a hacer ese trabajo por ella. Fue como si años de culpa cayeran sobre sus hombros como un balde de agua fría. Se había quedado mirando un punto en la nada. Pensando.
 
-Lisa-se escuchó la voz de Megan.
 
Ambos salieron de sus pensamientos y la miraron.
 
-Sí, ya voy -dijo ella.
 
Jennie se apenó un poco. No era la primera vez que le llamaban la atención a Lisa por distraerse hablando con ella. Se sintió un estorbo.
 
-Lo siento, parece que otra vez tendré que almorzar a solas. Espero que el clima mejore la próxima semana.
 
-También yo.
 
En verdad esperaba poder pasar más tiempo con Lisa la próxima vez. Cada vez parecían más largas las horas que debía esperar. Cada vez parecía avanzar más rápido el tiempo que pasaba junto a ella. Ella. Eso era en todo lo que pensaba. Al llegar a su habitación ese día; luego de guardar su CD sin desenvolver, dentro de la caja, debajo de su cama, tomó uno de sus tantos CDs y comenzó a reproducirlo. Se tendió sobre su cama, con la mirada perdida en el blanco techo. La música sonaba a un volúmen no muy alto. Consideraba que oír música de esa manera era más relajante. Se encontraba con las manos detrás de su cabeza, con sus dedos entrelazados. Todo lo que hacía era oír ese relajante sonido. Sonaba una canción especialmente romántica. Nunca había prestado suma importancia a las letras de las canciones. En muchas ocasiones las escogía sólo basándose en lo relajante que eran. Pero en esa ocasión era diferente. Prestaba atención a cada palabra, cada frase. Hablaban de amor. De sentimientos hacia otra persona. Jennie seguía sin lograr quitar a Lisa de su mente a medida que las canciones sonaban y todo comenzaba a mezclarse. Lisa, las canciones, sus sentimientos ¿Qué sentía por Lisa? Lisa le agradaba. Le agradaba mucho. Pero no en la manera que su madre o su hermana le agradaban. Ella era tan agradable. Tan amigable. Tan guapa. Ella era... simplemente perfecta. A los ojos de Jennie, Lisa era perfecta. Tapó su rostro con sus manos y suspiró. Ella lo supo en ese momento. Lisa le gustaba. Lisa le gustaba y no había nada que ella pudiera hacer para evitarlo. No podía dejar de verla, necesitaba verla. Pero no podía decirle lo que sentía, definitivamente esa no era una opción, la vería como una rarita, se alejaría de ella y eso no podría soportarlo. Pensó que las cosas seguirían de igual manera. Lo único que estaba a su alcance era tratar de ser mejor. Esforzarse por actuar como una persona común y corriente. Aunque eso fue jodidamente difícil para ella. Debía dar su mejor esfuerzo. Si el premio era ver una sonrisa de orgullo en el rostro de Lisa, todo el esfuerzo valdría la pena.
 
Los siguientes días, mientras sus padres se encontraban trabajando y las clases con Nayeon habían acabado, ella se encontraba sola en su casa. Como de costumbre desde que era una niña. Comenzó a practicar en soledad. Comenzó balbuceando de a una palabra. Luego eso se convertiría en un susurro. Luego en una palabra dicha en voz baja. Y finalmente en una palabra propiamente dicha. Luego intentó hablar varias palabras de una sola vez. Eso se le dificultaba bastante. Pero al menos tenía la tranquilidad  dificultaba bastante. Pero al menos tenía la tranquilidad de estar hablando consigo mismo. Cualquiera que hubiera visto la escena se hubiera mofado. Una maldita idiota de dieciséis años, hablando sola, practicando hablar para hacerlo bien, cuando a todo el resto del mundo le era algo tan fácil y natural. Pensaba que era patética. Pero no dejó de esforzarse. Fue un proceso lento. Avanzaba un poco más día a día. Cuando finalmente logró hablar medianamente bien, decidió llevar su entrenamiento un poco más lejos. Se paró frente al gran espejo de su habitación, pretendiendo que su reflejo se trataba de cualquier otra persona. Podía ver el miedo en sus ojos. Se quedó callado unos minutos. Pero imaginó la figura de Lisa en el espejo, por sobre su reflejo. Sonreía, mordiendo apenas su labio inferior.
 
-Puedes hacerlo, Jennie.
 
En su imaginación escuchó claramente a Lisa decir eso al otro lado del espejo. Okay. Finalmente estaba enloqueciendo. Pero es que ella sabía que probablemente esas serían sus palabras si se encontrara con ella en ese momento. El reflejo producto de su imaginación se esfumó y volvió a estar frente a su peor enemigo. Ella misma.
 
Apretó sus puños. Tomó una gran bocanada de aire y miró su reflejo con expresión desafiante.
 
-¡Soy Jennie Kim y no tengo miedo! ¿Sabes por qué? ¡Porque Lisa confía en mí. Y ella me hace fuerte!
 
Exclamó. Se alejó del espejo y se dejó caer de espaldas es su cama. Tenía la respiración agitada y su pulso temblaba. A pesar de sus persistentes nervios, sintió una oleada de orgullo recorrer su cuerpo. La auto superación definitivamente se sentía de maravilla.
 
Al anochecer su madre llegó del trabajo y se encontraba preparando la cena. Jennie se dirigió a la cocina a tomar un vaso de agua. Se encontraba vestida solo con pantuflas en sus pies y una toalla ceñida en su cadera. Ella se encontraba seco. Irene lo observó.
 
-¿Tomarás una ducha? -preguntó aunque fuera obvia la respuesta.
 
Jennie terminó de beber el líquido del vaso de vidrio y la miró a los ojos.
 
-Sí -respondió y se dio media vuelta, retirándose del lugar.
 
-Está bien. Procuraré no abrir los grifos -le dijo amable
 
mientras lo veía irse. Irene siguió con sus labores de cocina. Tomó una cucharada de su salsa y comenzó a probarla, pero de repente algo la dejó en shock haciendo que soltara la cuchara, que cayó el suelo, esparciendo parte de la salsa. Un verdadero desastre.
 
Pero no pudo importarle menos. Volvió su vista a la puerta de la cocina por donde se había marchado Jennie.
 
-"¿Sí?" -Dijo en voz alta, porque su voz interna no era suficiente para expresar su asombro. Jennie hacía ya muchos años que había dejado de usar esa palabra al tener un sustituto gestual.
 
En la sesión con Stella también ella pudo notar el drástico cambio. Ella respondía todas las preguntas luego de unos pocos segundos. Le dirigía de vez en cuando la mirada. No estaba usando gestos para reemplazar palabras. Tanto Stella como Irene no podían salir de su asombro.
 
-Jennie, amor. Despierta -lo meció su madre por encima de las mantas- debemos ir a la casa de los abuelos.
 
Jennie estaba semi dormida, pero oír eso simplemente le quitó todo rastro de sueño. En un movimiento brusco quitó las frazadas que lo cubrían y miró fijamente a su madre. Era sábado. Los sábados eran su día especial. Su día libre. El día en que veía a Lisa ¿Por qué ir a la casa de sus abuelos? Eso sólo lo hacían los días domingo. La miró con el ceño fruncido en espera de una respuesta, aunque ninguna que pudieran darle le agradaría.
 
-Los abuelos se van de viaje mañana. Por eso haremos el almuerzo familiar el día de hoy.
 
-No -respondió seriamente.
 
-Jennie...
 
-No iré.
 
A Irene le agradaba la idea de que su hija hablara más. Pero esta situación simplemente le rompía el corazón. Esos almuerzos se alargaban por horas y volvían muy al atardecer. Si iban era muy probable que Jennie no pudiera ir al centro comercial.
 
-Debes ir -le dijo afligida.
 
Ella pudo ver como sus ojos se cristalizaban un poco, su rostro seguía con expresión molesta. Supuso que estaba experimentando demasiada impotencia en esos momentos. Salió rápidamente de la cama y se dirigió al baño, dónde se encerró durante varios minutos. Toda esa situación le resultaba demasiado injusta. No era justo que lo privaran de lo que más feliz lo hacía en el mundo. Sentía un nudo en su garganta. Tanta práctica en vano. Trataba de calmarse. Luego de pasar largo rato encerrado finalmente salió y fue hasta la sala donde se encontraban sus madres ya cambiados, listos para salir. Ella simplemente estaba con unos cómodos y viejos pantalones de gimnasia y un sweater de lana que le había tejido su abuela hace algunos años.
 
-¿No te cambiarás de ropa, cariño? -preguntó su madre.
 
Ella negó con su cabeza viéndola de manera fija. Claramente estaba molesta. Muy molesta. Ella sintió como su corazón se oprimía. Jennie había estado respondiendo con palabras y ahora un cambio repentino de planes había arrojado todo por la borda en cuestión de minutos.
 
-Intentaremos regresar temprano e ir al centro comercial ¿Sí? No puedo prometerte nada. Por favor no te enojes.
 
Ella sólo la miró fijo y desvió su vista hacia otro lado. Se encamino hacia el auto y se subió a él. Cuánto más rápido se librara de la reunión familiar, más posibilidades había de verla al menos unos minutos. Incluso segundos.
 
Una vez llegados a la casa de sus abuelos, Jennie apenas si los saludó a ellos por educación. Estaba claramente enojada y no quería que nadie lo molestara. Ni siquiera se molestaba en responder con gestos, sólo hacía oídos sordos a todo lo que le hablaban. La bronca le había quitado incluso gran parte de su apetito. Los demás reían y hablaban entre ellos. Ella sólo miraba fijamente el reloj de la sala. Faltaban tan sólo veinte minutos para las seis de la tarde. El horario en que finalizaba el turno del trabajo de Lisa. Y sus madres no se veían muy interesados en abandonar pronto la plática. No podía soportar la idea de no verla. Ni siquiera podía ir caminando, dado que la casa de sus abuelos estaba en las afueras de la ciudad. Sólo había algo que podía hacer.
 
-Mamá-la llamó tomándola del brazo.
 
Ella dejó de reír y prestar atención a la conversación para concentrarse en ella. Hacía muchísimo tiempo que no la llamaba así. Sólo lo hacía cuando algo era realmente importante.
 
-Por favor-la miró con genuinos ojos de súplica. Si había alguna esperanza de llegar a ese lugar a tiempo todo estaba en manos de su madre.
 
Ella vio lo afligida que estaba y luego vio el reloj. Las posibilidades de llegar a tiempo eran realmente pocas, pero lo intentaría.
 
-Ha sido un almuerzo maravilloso como siempre -dijo Irene, claramente apurada al mismo tiempo que se ponía de pie- Espero que disfruten mucho su viaje y nos traigan un bonito recuerdo -dijo tomando su abrigo y dándole el suyo a Seulgi.
 
-Oh ¿Ya se van? -dijo su suegra- ¿No gustan quedarse un tiempo más?
 
-En verdad nos encantaría, pero recordé que debo pasar por un lugar que está a punto de cerrar. Es realmente importante que lleguemos a tiempo -dicho lo último le dio una mirada a Jennie. Ella la observaba sin expresión en su rostro, pero su mirada estaba llena de agradecimiento.
 
Saludaron y rápidamente salieron de allí. Una vez dentro del auto Jennie sabía que contaban con pocos minutos para llegar a tiempo. Jugaba con sus dedos a causa de sus nervios y mordía su labio inferior por lo mismo. Irene sólo la observaba por el espejo retrovisor.
 
Su madre estacionó el auto en la playa de estacionamiento. Apenas el auto dejó de moverse, Jennie abrió la puerta del vehículo y se echó a correr.
 
-¡Jennie! -gritó asustada Seulgi, pero Irene lo detuvo.
 
-Déjala. Ella sabe lo que hace.
 
Jennie ni siquiera lo pensó. Actuó por instinto. Debía llegar. Corrió lo más rápido que pudo a través del estacionamiento y dentro del edificio hasta dar con el local.
 
Estaba abierto. Lo había logrado. Realmente lo había logrado. Su pecho ardía. Su boca se encontraba totalmente seca. Le faltaba el aire. Nunca había corrido tanto ni tan rápido en toda su vida. Respiraba totalmente agitada, su pecho subía y bajaba. Pero eso no le importó. Dejó de lado su excesivo cansancio y entró. Lisa se encontraba libre. Era de esperarse. Faltaban unos escasos dos minutos para que el lugar cerrara. Lisa la vio acercarse sonrió de sobremanera.
 
-Creí que no vendrías -dijo mordiendo su labio.
 
Jennie trataba de regularizar su respiración. Su rostro estaba algo sonrojado por el calor que le había provocado correr, sus rizos más alborotados que de costumbre.
 
Una vez cobrado el CD de ese día no había nada más que hacer.
 
-Bien, la última venta del día de hoy -dijo tronando sus dedos- ¿Puedes esperar unos momentos? Regreso enseguida.
 
-Está bien -respondió sin saber a que se refería.
 
Lisa se adentró en el cuarto detrás del mostrador una vez más y luego de un par de minutos salió vestido con ropa diferente. Se había quitado el uniforme de trabajo. Jennie no supo porqué se sorprendió ante eso; es decir, era obvio que haría eso, su turno había acabado. Un hombre adulto encargado del lugar llegó con un manojo de llaves en sus manos. Ya no había clientes dentro. Megan, Cinthia y Lisa comenzaron a caminar fuera del local. Ellas también ya se encontraban vestidas con su ropa común. Ella sólo siguió caminando detrás de Lisa, con su bolsa en mano, sin decir nada.
 
El encargado cerró las puertas con llave, colocó un candado en ellas y seguidamente bajó una gran reja que abarcaba las grandes vidrieras. Se giró hacia ellos cuatro, hizo un gesto saludándolos con la cabeza y se retiró de lugar.
 
-Nos vemos la semana que viene -saludó Megan muy simpática y se fue.
 
-Claro -respondió con una sonrisa.
 
-Sí, yo también me voy. Adiós Lisa -saludó de manera no tan agradable Cinthia, y dio una mirada asesina a Jennie antes de retirarse y tratando de alcanzar a su compañera.
 
La menor frunció el ceño, confundido. La mayor notó esto y trató de alivianar las cosas.
 
-Bien, somos sólo tú y yo ahora -dijo posicionándose frente a ella -Oficialmente esta es la primera vez que nos vemos fuera de la tienda-dejó escapar una pequeña risa y repitió haciendo un gesto con su mano -¿Entiendes? "Fuera de la tienda" -dijo dando a entender el doble sentido en la oración.
 
Jennie lo entendió automáticamente. Y la suma de todo lo que estaba experimentando; la felicidad de haber llegado a tiempo, de verlo, de que ella aún permaneciera a su lado habiendo acabado su horario de trabajo, y de ese estúpido comentario cargado de humor lograron que sintiera un cosquilleo interior a lo largo de todo su cuerpo y no pudiera contener la risa. Inconscientemente comenzó a reír.
 
-¡Reíste! -dijo extremadamente feliz -no puedo creerlo. Ahora no te librarás de mis horribles chistes. Voy a hacer que rías hasta que tu estómago te pida a gritos que pares-justo en ese momento el estómago de Lisa rugió hambriento -Hablando de estómagos...
 
La chico de rizos ondulados tratando de reponerse de la risa a la cual no estaba acostumbrado la miró preocupada. La mayor desvió la mirada como si se sintiera apenada de lo que estaba a punto de decir.
 
-Hmm, yo no... almorcé esta mañana. Quería esperar a que llegaras para tomar mi hora del almuerzo.
 
-¡Lo siento! -dijo afligida.
 
Se sintió extremadamente culpable. Aunque no fuera decisión suya ir a último momento, no podía evitar sentir culpa. Lisa la había estado esperando para pasar su receso juntos. Repitió eso en su cabeza. Lisa había esperado por ella. Estaba muriendo de hambre en lugar de comer algo, sólo por pasar más tiempo con ella. Su corazón comenzó a latir rápidamente.
 
-No hay problema. En verdad -luego de esas palabras fingió estar pensativo-Se de una manera en que puedes compensarlo -dijo animada.
 
-¿Cómo? -haría cualquier cosa.
 
-Acompáñame a comer algo ahora -dijo expectante -a menos claro, que tengas otra cosa que hacer. Lo entenderé.
 
No podía ser cierto lo que estaba escuchando. Realmente ella no era amable con ella debido a su trabajo, ella en verdad le agradaba a Lisa. Y no podía entender porqué. Ella no tenía nada de especial para agradarle a la gente. Sin embargo Lisa se divertía y lo trataba como si fuera alguien que conocía de toda la vida.
 
-Te acompaño -respondió algo tímida.
 
-¡Sí! -exclamó Lisa y lo tomó por una de sus muñecas comenzando a caminar bastante veloz -ven, conozco un lugar.
 
Jennie le seguía el paso y rogaba porque no notara que su mano temblaba por completo bajo su tacto. Jennie odiaba profundamente que cualquier persona que no fueran sus padres o su hermana lo tocaran, pero ella lo hacía de una forma tan natural y suave que simplemente le erizaba  la piel. Soltó su muñeca una vez que estuvieron en la escalera mecánica, dirigiéndose al segundo piso del centro comercial. Avanzaron un poco más hasta llegar a un restaurante de comida rápida. Se acercaron a la chica que tomaba los pedidos y pidió el combo de hamburguesa, con papas fritas y una gaseosa grande.
 
-¿Tú quieres algo? -le preguntó dulcemente.
 
-No, está bien.
 
-¿Estás segura? Yo invito.
 
-En verdad, no tengo hambre. Gracias.
 
Lisa pagó la orden y se dirigieron a una pequeña mesa con dos sillas enfrentadas de las tantas que había en el lugar pertenecientes al restaurante. Estaban un tanto alejados de las demás personas, situados junto a un panel de cristal que les permitía observar a la gente que caminaba en la planta baja. Al cabo de unos pocos minutos una moza llegó con una bandeja y la orden de la chica. Ella le agradeció y desenvolvió su comida al instante.
 
-En verdad moría de hambre -habló con la boca repleta de comida -pero creo que valió la pena esperar -ahora dando un sorbo de su bebida.
 
No quitaba sus ojos de Jennie, haciendo que la chica de ojos marrones desviara su mirada bastante seguida al sentirse extraña. Lisa terminó su hamburguesa en cuestión de segundos y comenzó con las papas fritas.
 
-Woah ¡Amo esta canción! ¿Tú no? -dijo cuando determinada canción había comenzado a sonar como música ambiental dejándose escuchar a lo largo de todo el edificio.
 
-Sí, es genial.
 
-¡¡We're leaving together!! -cantó en un tono de voz muy alto.
 
-¡Shhh!

La Chica de los CD Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora