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-Que Jennie mintió -Irene se sorprendió mucho al oír eso, creía a su hija un alma inocente incapaz de decir mentiras- Descuide Sra. Cox, la mentira es un reflejo humano natural. Ella está queriendo mantener su secreto cuánto le sea posible en una pequeña burbuja. Aún hay muchas cosas por averiguar, cómo ella porqué siente la necesidad de ver a esa persona y cuáles son sus intenciones con el-

-Ella-le aclaró, determinándole el sexo de la persona en la que Jennie mostraba interés- Se trata de una chica.

-Bien, ella. -Le restó importancia. El género no era algo de suma relevancia en casos así- Algunas de las posibilidades más comunes cuando esto ocurre es porque se la ve a la persona como un ejemplo a seguir, alguien como quien desearía ser; porque le recuerda a alguien del círculo familiar más allegado a quien le tienen mucho cariño; porque es alguien con quién se siente cómodo y a gusto; a veces incluso la razón no va más lejos de que la persona en cuestión sea apuesta. A veces una combinación de dos o más factores de algunos de los que acabo de mencionar como ejemplos. Y las intenciones también son muy variadas dependiendo de cada individuo. Las más comunes son atracción física o emocional, vinculadas al deseo de lograr formar un vínculo amistoso, fraternal o romántico con el sujeto en cuestión.

-¿Vínculo romántico? -preguntó confundida.

-Todo es posible, Irene. Sólo Jennie puede saber lo que ocurre dentro de su mente.

Irene había quedado estupefacta por las palabras de Stella. Pero lo que decía tenía sentido. Con más razón aún decidió, con toda la fuerza de voluntad que poseía, que no se entrometería en la vida de Jennie. Ella sabía lo que hacía y ella confiaba en ella ciegamente.

Al día siguiente Irene volvió a invitar a Jennie al centro comercial quien no dudó ni un segundo en asentir con la cabeza en aprobación. Probablemente así serían todos los días sábados de ahora en adelante. Su madre ahora la dejó solo ni bien cruzaron la gran puerta de entrada al edificio.

Jennie tomó una gran bocanada de aire antes de ingresar al local de música, tomó cualquier CD y camino hacia el chico de ojos mieles.


Lisa la miró de reojo mientras entregaba la compra correspondiente al cliente que estaba atendiendo en ese momento. Había regresado.


-Bienvenido a MusicWorld ¿En qué puedo ayudarte? -le dijo sonriente por tercer sábado consecutivo.


Jennie le entregó la pequeña caja de plástico. Lisa la tomó y se quedó observándolo fijamente. Jennie esperaba que como en las veces anteriores, ella le preguntase si necesitaba algo más y le pidiera seguirlo hacia la caja, para cobrarle y luego entregarle su paquete.


-Megan -llamó en voz alta la muchacha haciendo que una de sus compañeras de trabajo dejara de prestarle atención a un cliente durante unos segundos y se volteara a verlo ¿Puedes cubrirme? Sólo serán unos minutos.

-Está bien -dijo ella con una sonrisa- pero me debes un favor.

-Que sean dos -dijo con una sonrisa de oreja a oreja- y gracias.

La muchacha volvió rápidamente su mirada a Jennie, quien se estremeció por completo. -Vienes seguido por aquí ¿Cómo te llamas? -preguntó curioso.

El corazón de Jennie pareció detenerse. Abrió los ojos sorprendida y entreabrió sus labios pero no emitió sonido. ¿Qué tal si decía algo estúpido? Debía hablar con ella. Responderle. Si no lo hacía lo creería una imbécil hasta el fin de los días. Pero no lograba juntar el coraje necesario. No estaba preparada. Estaba tardando en darle una respuesta y comenzaba a ponerse por demás nervioso. No sabía que tan paciente podía ser la chica con ella. Pero para su suerte Lisa notó su nerviosismo y decidió alivianar las cosas de alguna manera.

-Tal vez fue una pregunta demasiado compleja para empezar -bromeó. Pero se notaba en cada una de sus expresiones que no estaba tratando a Jennie de retrasado, sólo quería hacerlo sentir cómodo -¿Puedes hablar? -preguntó y rogó internamente porque la chica no padeciera de algún tipo de mutismo, porque de ser así desearía que se lo tragara la tierra. Suspiró de alivio en su mente cuando el ojiverde asintió -¿Sabes leer? -volvió a asentir-Bien, entonces ¿Cómo me llamo? Te daré una pista -dijo divertida señalando con su dedo índice a la identificación que tenía sujeta a su uniforme.

ella sabía perfectamente su nombre. Había estado deambulando en su cabeza durante las últimas dos semanas. Pero nunca lo había pronunciado en voz alta a nadie más que a Nayeon cuando ella debía saber su nombre para preguntar por ella. No había escapatoria. Debía responderle. Relamió apenas y disimuladamente sus labios, que se encontraban de un color rosa pálido y bastante resecos por su falta de diálogo permanente.

-Lisa-dijo finalmente con la voz grave y rasposa. Sentía sus manos transpiradas y temblando.

-¡Whoa! -dijo sorprendida- ¡Tu voz! Es tan profunda. No lo hubiera imaginado. Es genial. -enfatizó. Jennie creía que se le saldría el corazón de su pecho de lo rápido y fuerte que estaba latiendo. -Ahora dime tu nombre -dijo ansiosa.

-Jennie-respondió luego de unos momentos.

Lo hizo. Le había dicho su nombre. No podía creerlo. Estaba teniendo una conversación con aquélla chica que él consideraba la perfección en persona.

-Jennie -repitió él con su aguda y angelical voz.


La mente de Jennie estaba en llamas. Como si gritara sin sonido. Todo en ella estaba en cortocircuito. La perfección en persona acababa de pronunciar su nombre con sus finos labios. Si moría en ese preciso instante no podría haberle importado menos.

-Gusto en conocerte, Jennie ¿Puedo llamarte Jennie, verdad? -ella asintió. Si escuchaba su nombre pronunciado por él una vez más se volvería loca- Eres chica de pocas palabras. Yo soy todo lo contrario. Siempre me dicen que no sé cuando debo callarme una vez que comienzo a hablar -no dejaba de hablar con una sonrisa en su rostro. Como si hablar con él lo pusiera de buen humor.

Lisa observó como entraban varios clientes y las dos chicas atendiendo necesitaban ayuda. Torció su labio hacia un lado, en verdad le hubiera gustado tener un poco más de tiempo.

-Parece que tendremos que dejar el resto de nuestra charla para otro día, me necesitan allí. Ven acompáñame.


¿Para otro día? Pensó Jennie. ¿Él seguiría hablando con él? ¿Eso fue lo que quiso decir?


Caminaron hasta la caja registradora. Como de costumbre Lisa se dirigió a aquella pequeña habitación, volviendo con el CD que había tenido en sus manos desde hacía un rato, mientras hablaban, pero ahora envuelto en ese papel de color azul, con los números del día de la fecha.


-¿Todos los CDs que compras son para ti?-preguntó mientras tomaba el dinero y le entregaba la bolsa. Jennie lo miró sorprendido y asintió -Ya veo. Lo siento. Hago muchas preguntas. Sólo dime si te molesta -Jennie negó repetidas veces con la cabeza- Que bueno. Que los disfrutes. Gracias y espero que vuelvas pronto -dijo tranquilamente con una hermosa sonrisa mientras se dirigía a atender más clientes que comenzaban a agolparse, esperando ser atendidos.

Jennie salió a toda prisa del lugar. Se sentía tan extraña. Entró en uno de los baños para mujeres del centro comercial. Un lugar donde podía estar un poco más tranquilo, sin tanta gente a su alrededor. El blanco de las paredes lo relajaba un poco. Respiraba agitado. Las últimas palabras que le dijo. No fueron por cortesía de la casa, fueron por deseo propio. Le dijo que esperaba volver a verla. Habló con ella. Le agradó. No creyó que fuera un bicho raro o una completa estúpida. Jennie caminó unos pasos hasta quedar frente a un gran espejo colocado sobre los lavabos. Dejó la bolsa sobre el mármol y miró de cerca su reflejo. Al menos por fuera lucía como un chico común y corriente. Ella era quien se sentía extraña. Alzó una de sus manos y tocó apenas uno de sus pómulos. Juraría que lo sentía cálido, aunque éste se viera como de costumbre. Abrió el grifo tomando algo de agua fresca entre sus manos y enjuagando su rostro. Luego se secó con unas servilletas de papel del surtidor. No sabía qué rumbo tomarían ahora las cosas. Pero había logrado mantener una conversación con alguien. Con ella. Y no había resultado ser el fin del mundo.

Una vez que se encontró con su madre se dirigieron hasta el auto. Durante el corto trayecto, un semáforo en rojo los interceptó haciendo que se detuvieran unos instantes. Su madre aprovechó para decir algo y romper el silencio.

-¿Cómo te fue hoy en el centro comercial, cariño?

Jennie se encontraba viendo hacia afuera por la ventanilla del vehículo cuando su madre le preguntó. Ella la oyó y se encogió leventemente de hombros, como si no hubiera significado la gran cosa. Pero entonces ella lo vio. No podía ver su rostro directamente, pero alcanzó a ver parte del reflejo de Jennie en el espejo retrovisor. Ella tenía una pequeña sonrisa en su rostro. Ni siquiera estaba segura de qué ella fuera consciente que estaba sonriendo. El estruendo de una bocina la sacó de sus pensamientos. No había notado que el semáforo había cambiado a color verde. Rápidamente puso el cambio y el auto marchó. Jennie le dirigió una mirada con el ceño algo fruncido.

-Lo siento, me distraje.

Jennie había sonreído. Ella lo vio con sus propios ojos. Debía contarle eso a Stella. Debía contarle a Seulgi y a Gemma. Sentía deseos de gritarlo al mundo. Jennie estaba mostrando sus emociones muy discretamente, pero era un avance. Fuera quien fuera la persona que estaba logrando este cambio en Jennie, le estaba infinitamente agradecida.

El resto de los días de la semana Jennie actuaba normal. Indiferente. Como de costumbre. Nada lo emocionaba. Seguía con sus clases y sus sesiones como si nada. Ella no contaba nada sobre Lisa, Irene se encargaba de poner al corriente a Stella sobre las acciones de Jennie. Mientras tanto él solo pasaba los días, esperando impacientemente la llegada del día sábado.


Al fin había llegado. Cada semana le estaba resultando una eternidad. Tenía algo por lo que esperar cada día. Su madre siempre iba al centro comercial por la mañana, pero ese día su madre, la abuela de Jennie, le había pedido como favor que la acompañara a la peluquería, por lo que tuvo que posponer las compras hasta después del almuerzo. Jennie estuvo con expresión de enojo toda la mañana y no habló en ningún momento. Irene se disculpó con ella, aunque creía que el ser caprichoso y no tan sólo una niña conformista, también era algo bueno de vez en cuando. Una vez terminado el almuerzo, Irene lavó los platos y se dirigieron al centro comercial. Jennie ni siquiera estaba seguro de los horarios en los que Lisa se encontraba atendiendo. La ponía muy nerviosa el sólo hecho de pensar que sólo trabajara de mañana y por ende no verla el día de hoy. Para su suerte, al llegar, Lisa se encontraba allí.

Se adentró en aquel local que comenzaba a conocer de memoria. Cada vez un poco menos nerviosa con respecto a la gente alrededor, pero no podía decir lo mismo con respecto a la chica que siempre se encargaba de atenderla. La vio venir hacia él y tomó un CD al azar.

-Bienvenido a MusicWorld, Jennie -dijo sonriente cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella. Recordaba su nombre. Se sintió tan especial que no sabría como describirlo con palabras- Que gusto volver a verte -el rostro de Jennie permanecía inmutable por fuera, pero su mente gritaba internamente- Creí que siempre vendrías por las mañanas, al parecer me equivoqué -río un poco y fue música para sus oídos- Eso es bueno-ella oyó eso y el enojo que había tenido durante toda la mañana se esfumó, desapareció en sólo un momento- Tal vez así podamos continuar la charla del otro día. Quiero decir, si no tienes prisa -Jennie negó repetidas veces -¡Genial! Supongo que ya debes de haber almorzado -ella asintió- ¿Te gustaría pasar el rato conmigo mientras almuerzo? Muero de hambre -Jennie asintió. Era como si Lisa no fingiera simpatía con ella sólo por ser cliente frecuente de su lugar de trabajo, era como si realmente le agradara.

Lisa le hizo una seña para que lo acompañara. Y entraron en la puerta detrás del mostrador. Donde siempre envolvían las compras de la gente. Era un espacio bastante amplio. Contaba con un baño para los empleados, una pequeña cocina, una mesa que tenía algunos papeles encima, tres sillas alrededor de ésta, una pizarra sobre la pared en la que se encontraban pegados varios post its de colores con distintos recordatorios.

-Toma asiento -le dijo amablemente mientras se dirigía a la pequeña heladera, tomando un recipiente con sándwiches en él. Ella le hizo caso, se sentó en una de las sillas, Lisa se sentó junto a ella en otra de las sillas- ¿Quieres uno? Los hizo mi mamá -Jennie negó con la cabeza. Le hubiera encantado tomar uno, pero aún estaba satisfecho.

Vio como Lisa comenzó a devorar su sándwich. Al parecer en verdad tenía hambre. Se había quedado embobada observándola. Luego de notar como Jennie lo miraba con suma concentración y luego de terminar su segundo sándwich lo miró.

-¿Es entretenido verme comer? -preguntó divertida y bebió un sorbo de su gaseosa.

Jennie quedó estática. No sabía que responderle. Si decía que sí, quedaría como una clase de acosador enfermo. Si decía que no, cabía la posibilidad de que Lisa se ofenda. Lisa notó el pánico en sus ojos.

-Hey, relájate. Era una broma. Siempre hago ese tipo de comentarios sarcásticos y estúpidos. Lo siento si soné ruda-Jennie negó con la cabeza indicándole que no había sido su culpa -Eres muy tímida ¿Verdad? -Jennie sólo lo miró fijamente algo asustado, temía que se diera cuenta de su maldito problema y dejara de hablarle- Es decir, sólo te he escuchado decir dos palabras en cuatro semanas. Me parece injusto. Tienes una voz genial, es un desperdicio que no la uses más a menudo -la chica no hacía más que mirarlo sorprendido- Te propongo algo, tu vienes a visitarme todos los sábados, y yo te ayudo a superar tu problema de timidez. A menos que yo sea la única persona con la que no hablas mucho --Jennie negó- Bien, que te parece si empiezas por dejar de asentir y negar todo el tiempo con tu cabeza. No es como si me molestara, te ves tierna cuando lo haces, pero sólo debes responder con un par de palabras de dos letras cada una. No suena tan complicado. ¿Qué dices? -Jennie asintió con cabeza y Lisa dejó escapar una pequeña risa- Esto tomará un tiempo -dijo rascando su nuca- Una vez más. ¿Estás dispuesta a hacerlo?

No era nada que no hubieran intentado con ella, distintas personas, con distintos métodos, durante años. Lograr que hablara como una persona normal. Todo había sido inútil. Un porcentaje de los profesionales lo atribuían en su totalidad a su enfermedad, pero otro porcentaje lo relacionaba con la poca fuerza de voluntad que Jennie ponía de su parte en poder mejorar. Y allí ahora estaba Lisa frente a ella. Sonriéndole. Queriendo ayudarlo sin que nadie se lo haya pedido. Sin pedir nada a cambio. Sin saber cuál era el problema de Jennie. No podía negarse. No quería decepcionarla. No a él. Estaba a punto de asentir con su cabeza por simple reflejo pero se detuvo.

-Sí.

Respondió finalmente con la vista clavada en el suelo. Cuando volvió a subir su mirada se encontró con la imagen de Lisa, con el codo apoyado en la mesa, con la cabeza recargada en su mano derecha y una gran sonrisa que hacía que se formaran pequeñas arrugas a los lados de sus ojos.

-Ya son un total de tres palabras -dijo sin dejar de sonreír.

Una simple palabra y podía verlo sonreír así. Tal vez si se esforzaba por cambiar, lo lograría. Si la recompensa era que Lisa se alegrara por eso, definitivamente valdría la pena.

La puerta se abrió, era una de sus compañeras de trabajo. La chica rubia y alta. Entró con una caja en sus manos que a juzgar por la fotografía, tenía dentro un parlante. Cortó un pedazo grande de papel azul, el mismo con el que Lisa envolvía semana tras semana sus CDs, lo sostuvo con cinta adhesiva todo en su lugar. Salió de allí con el paquete ya envuelto.


-Ella es Megan. Es una ica muy agradable. Fue con quién primero hablé al comenzar a trabajar aquí. La otra chica se llama yeri. También es muy agradable, ella tardó un poco más de tiempo en hablar conmigo. Es un poco más tímida. Creo que le gusto, pero yo no la veo como algo más que una amiga.

Jennie no supo bien el porqué. Pero el saber que Lisa le gustaba a una de sus compañeras lo hizo sentir molesta.

-Oh-dijo desilusionada en su voz al ver el reloj- tengo que volver al trabajo.

Guardó el resto de la comida y la bebida en la heladera. Salieron de la habitación y efectuaron la compra como de costumbre.

-Que disfrutes la compra. Te veo pronto -se despidió amable.

Aquel viernes siguiente Irene y Stella se encontraban platicando entre ellas.

-No hay cambios en su diálogo, pero se ve con más
energia

-Creo que aquella chica que mencioné aquella vez, Lisa, es como una especie de amiga. No lo sé.

-¿Él no te ha dicho nada sobre ella?

-No-negó con la cabeza algo triste- absolutamente nada

La Chica de los CD Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora