Capítulo 4: Jamás serás como él

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En ese momento la puerta se abrió, Yihwa entró intempestivamente.

—Las cosas se nos están saliendo de las manos —dijo sorprendido del espectáculo que veía.

Nakyum se cubrió vergonzosamente con su ropa tirada. Al notar que era Jihwa, recordó a su noona y preguntó casi gritando.

—¿Dónde está mi noona? ¿Dónde está Heena?

—Ahora no es momento, todo debe seguir según lo planeado. ¡Jihwa, estoy ocupado! Encárgate tú mismo. —dijo Min encolerizado.

—En serio vas a... —Jihwa no dijo más, fue retirado por Min y cerró la puerta ordenando a los guardias de afuera que no lo interrumpieran.

—Ahora si Nakyum... ¿qué estábamos haciendo?

—¡No se acerque!

Min no escuchó las peticiones del pintor, ¿cómo podía un plebeyo atreverse a ordenarle o prohibirle algo? Nadie podía prohibirle nada. Si quería algo, lo tomaría, más aún si se trataba de la vida de un pequeño donnadie.

—Sin duda, no fueron sólo tus pinturas las que engatusaron a Seungho. ¿Por qué no me muestras qué fue lo que le hizo obsesionarse contigo?

—¡Eres una persona ruin! Tú jamás serás como el amo Seungho.

—Sin duda, no quiero ser como él, yo seré mucho peor.

Min estaba encolerizado, tomó a Nakyum del cuello, privándolo de aire, mientras recorría con su lengua venenosa la piel sensible de su clavícula, chupaba fervorosamente dejando marcas y marcas de deseo tatuadas en esa piel nacarada.

Nakyum se asfixiaba, movía las piernas para liberarse, pero el aire poco a poco le hacía falta, sus energías se agotaban. Cuando pensaba que ya no podía más, el hombre de verde que aún estaba vestido lo soltó. Sólo tardó unos segundos en intentar recuperarse, pero el otro ya se había deshecho de sus ropas exteriores, terminó de desnudarse el torso y quiso volver a acercarse al joven pintor.

Nakyum se volteó para arrastrarse de su agarre, pero Min fue más vigoroso y lo tomó debajo suyo, mordiendo su cuello, su espalda, amasando sus nalgas con ambas manos. Intentaba forzarlo a abrir las piernas, pero el muchacho se empeñaba en ponerle las cosas difíciles.

Min bajó sus pantalones y clavó una rodilla sobre la pierna flexionada de Nakyum, mientras la otra seguía luchando por zafarse. Miró deseoso las nalgas rosadas temblando como pétalos que se negaban a florecer. Estaba en un punto de no retorno, pero no sintió ningún remordimiento. Empujó su erección dentro del agujero sellado del bello muchacho, entrando a invadir su carne caliente y apretada. Nakyum se quedó sin aliento, no le gustaba, lo odiaba, detestaba esto, pero ni siquiera podía gritar, la voz no salía de sus labios, sólo quedaba una expresión horrorizada en su rostro ya cansado.

El hombre no tuvo piedad y embistió muchas veces abrazando el cuerpo suave de Nakyum, cómo lo deseaba, nadie podría entenderlo. Se había obsesionado con la idea de poseerlo y ahora era suyo. Empujaba mientras iba introduciendo toda su longitud en el cuerpo del muchacho, sólo un par de gemidos podían oírse en la habitación que se mezclaban con el olor cada vez mas lejano del incienso ya extinto. Sus pieles rozaban, el sudor se mezclaba, pero la fuerza del embiste de Min no se detenía, quería escucharlo gritar, pero no decía palabra alguna, quería que lo maldijera, pero Nakyum no parecía estar ahí. Se empeñó en seguir penetrando y pellizcando la belleza que estaba arruinando, el sonido de la carne y el líquido que se derramaba por el estrecho agujero, sólo lo hacía excitarse más. Sus gemidos de placer aumentaban, sentía que el final estaba por llegar, pero no quería detenerse. Nakyum ligeramente empezaba a gemir también, pero era porque no soportaba más el cuerpo que lo estaba invadiendo, dolía, odiaba el olor de Min, quería que terminase, pero no se detenía, empujaba más profundamente sus paredes como si fuera a atavesarlo, ya no lo soportaba.

Hasta que el último gemido de Min llegando al clímax se mezcló con la voz de Nakyum "No" fue lo único que pudo decir. No podía aceptar esa humedad dentro suyo, viscosa y desagradable que se sentía extraña dentro de su cuerpo. Sólo podía sentir asco.

Min terminó y se derrumbó sobre Nakyum, tomándolo de los cabellos para alzar su cabeza y decirle en el oído.

—No será la única vez... —dijo con una sonrisa macabra.

Nakyum tomó la ropa del suelo y se volvió a cubrir mirándolo con ojos furiosos, como si no quisiera más pelear en vano con este hombre, como si quisiera matarlo en su lugar.

Min se salió con la suya, pero ¿por cuánto tiempo seguiría sonriendo de esa forma? Eso no le preocupaba ahora, era un noble con dinero y prestigio, a diferencia de Seungho, las cosas no tenían por qué salirle mal.   

La ambición de Min... Una linda flor de cerezo (Fanfic de Pintor Nocturno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora