—¿Por qué no ha invitado a su artista esta noche? Todos le hubiéramos dado la bienvenida...
Los ojos de Seungho destellaron un aura asesina mirando al tipo a medio vestir de verde. Uno de los otros invitados habituales a sus tantas orgías avivó el fuego que lo estaba sofocando en ese momento.
—Me estaba preguntando lo mismo, escuché del Señor Min que él tiene una linda carita.
Lo sabía, dentro de sí el fuego se convirtió en una hoguera, el sujeto de las cejas curvadas y sonrisa falsa había puesto los ojos en lo que tanto anhelaba día y noche, Nakyum.
—Ciertamente, él trajo otro nivel de entretenimiento, sin duda. Con esa mirada yendo de arriba hacia abajo como si no estuviera mirando.
Min dio un sorbo a su pipa, mientras de forma divertida escaneaba cada expresión de Seungho detenidamente. Él era de esos tipos que soltaban una piedra solo para ver el caos removerse y devorar lo que quedaba.
—Pero esa carita fina y pálida completamente enrojecida hasta el cuello —dijo otro tipo.
—Escuché que sus pinturas son bastante magistrales.
—¡Oh! Ahora estoy curioso. Si su trabajo es tan exquisito.
—Por favor, muéstrenos, ¿no lo hará Señor Seungho?
Seungho no lo soportó más y explotó en una incómoda tranquilidad mientras decía:
—Qué inútil y excesivo interés tienen todos ustedes en lo que es mío. ¡Me voy!
Min vio a Seungho marcharse. Después de todos estos años que lo conocía, rápidamente se dio cuenta que algo había cambiado.
Cuando Min conoció a Seungho, su reputación comenzaba a hacerse famosa en la ciudad. Un sodomita de origen noble con una familia en declive que se acostaba con hombres sin ningún escrúpulo. Al principio se sintió atraído por aquel espectáculo, él siempre se veía atraído por el desastre. Había probado la voracidad de Seungho, pero no fue una experiencia memorable, sino algo en su ego había sido removido. Poco a poco fue haciéndose de su propia reputación dando la mayoría de las veces a nobles que se iban agregando a su grupo sodomita de noches interminables, y recibiendo ocasionalmente de algún semental nuevo que aparecía para darle la bienvenida en el grupo. En medio del opio, el sexo y la bebida, Seungho, Min y Jihwa se habían acostumbrado al ritmo de sus noches. Hasta que Nakyum llegó.
Jihwa ahora yacía llorando todo el día y embriagándose durante la noche. Min pensaba qué poder de esta criatura tan pequeña podía haber hecho que el despiadado y lascivo Seungho se mostrara ahora desinteresado en el resto de hombres, mientras era posesivo y celoso con Nakyum, temblando ante la sola mención del artista. La codicia albergó su deseo, la curiosidad lo invadió apenas, ¿Qué tan bien podría saber Nakyum?
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué sigues vivo? —preguntó Min al ver el rostro ingenuo y sonrosado de Nakyum.
—¿Señor? —dijo suavemente Nakyum luego de ser recibido por Min en la habitación de Seungho.
Min vislumbró la pintura que le había arrebatado al pequeño pintor, su silueta curvada con finos trazos mientras la masculinidad de Seungho lo poseía por detrás fue un deleite ante sus ojos, cada curva del joven artista fue revelada finalmente para su deleite en ese lienzo. Hasta que Seungho lo separó de la pintura y de su autor, sigilosamente con un beso disimulado y dominante, casi como advertencia de que no debía acercarse a ninguna de ambas en la casa del señor Yoon.
El deseo de Min crecía, así como la erección que crecía escondida en sus pantalones, iba a provocar al señor Yoon, lo provocaría hasta que no tuviera más opción que él mismo traer al pintor ante el grupo.
—¿Por qué lo echó? ¿Desde cuándo es tan posesivo? El Seungho que yo conozco no traza líneas delgadas. ¿Por qué esconde a ese plebeyo como si fuera un precioso tesoro? ¿Es ese chico especial para usted?
—Bien, si tanto quieres a ese plebeyo, vamos a disfrutarlo juntos.
Momentos después, el alboroto desde la habitación de Nakyum le hizo despejar las dudas. Realmente este demonio impúdico había caído enamorado de un plebeyo pequeño y hermoso como este. Min estaba encantado, esto era demasiado divertido, Seungho lo protegía tanto, y ahora estaba abrazado a él, en una escena tan nauseabundamente tierna que no pudo evitarlo más. Había visto la cólera en los ojos de Seungho tan sólo por acercarse a hablar con el pintor, ¿qué sucedería si tal vez...?
Inmediatamente tomó al muchacho y lo besó sin ningún tipo de restricción, ingresando su lengua húmeda en la boca de Nakyum, disfrutando de su sabor ante los ojos desquiciados de Seungho, casi podía sentir como si estuviera probando el néctar prohibido de los dioses que se le había negado por tanto tiempo, sólo fue un momento, pero realmente se satisfizo hasta que un golpe lo envió a parar al suelo de forma estrepitosa.
—Ja ja ja ja ¿Así que siente algo por él? Yoon Seungho se ha enamorado de un plebeyo.
Nakyum no podía creer las palabras que Min estaba diciendo, Seungho intentó salvar su orgullo y entregó a Nakyum a las manos de los otros hombres que esperaban en su habitación para probar que no era cierto. Pero, fue el peor error que cometiese, mientras veía las manos ajenas recorrer el cuerpo del muchacho y sus bocas rozar la piel rosada que le pertenecían, no soportó y los echó enseguida. Nakyum era sólo suyo, nadie mas podía tocarlo, no se volverían a atrever a hacerlo, ni siquiera se atreverían a desearlo.
Min no se quedó con las ganas de vengarse de Seungho, pero no sólo esa era su motivación. Las mismas pinturas que enloquecieron a Seungho, ahora no podían salirse de los recuerdos de Min, pero él no estaba enamorado de ese pintorcillo de clase baja, sólo quería probarlo, deseaba tener su cuerpo en sus manos, verlo retorcerse en sollozos mientras lo hacía suyo para después pavonearse de haber logrado su cometido frente a ese miserable que se había atrevido a golpear su rostro. Seungho no era más que Min, Min se lo demostraría.
—Puedes matarlo cuando quieras, pero antes de eso, déjame probarlo. Quiero divertirme un poco a costa de Yoon Seungho —dijo Min a Jihwa, quien sólo lo ignoró.
Luego del secuestro y devolución de Nakyum, muchas cosas comenzaron a dar vuelta en la cabeza de Min, sabía los puntos débiles de Seungho y Nakyum, el donnadie que postulaba al gobierno con el apoyo de Seungho, la moza de la casa kisaeng que era hermana de Nakyum, el tonto de Jihwa que había sido arrastrado hasta el hoyo por su indiscreción; tenía a los peones dispuestos, sólo tenía que halar los hilos correctos y muy pronto el pequeño artista estaría a sus pies.
Min, finalmente tenía a Jihwa en sus manos, sería una de sus herramientas para lograr su cometido, era su amigo, pero él disfrutaba ver arder las llamas de su amistad, ya estaba involucrado hasta el pescuezo, no lo podría evitar, cooperaba o era delatado y expuesto a la cólera de Seungho por haber intentado lastimar a Nakyum.
—Tengo un plan, planeo probar a ese pintor yo mismo... al menos una vez —dijo Min lamiéndose los labios—. No tienes elección Jihwa, estás dentro te guste o no.
Podía saborear el suave cuerpo rosado de Nakyum, sus piernas delgadas y sin imperfecciones mientras se expandían en el aire, sus nalgas floreciendo como pétalos de cerezo para su deleite, podía saborear todo lo que Seungho tenía y se complacía en esa fantasía, eso lo llevaría lejos, eso lo ayudaría a destruir a Seungho, finalmente aquel gigante caería, todos sus esfuerzos valían la pena, tan solo por puro placer, por su amor al caos.
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La ambición de Min... Una linda flor de cerezo (Fanfic de Pintor Nocturno)
FanfictionDesde que Min conoció a Nakyum la curiosidad lo invadió, se había convertido en el punto débil de Seungho, cambiando sus noches de orgía por la compañía del pequeño pintor. Desde que vio su pintura, la ambición de Min por probar al artista creció, h...