Advertencia:
- Sexo, sexo, sexo
-No creo que haya nada grave para leer, pero por si acaso aviso. ______________________________________________________En la intimidad de su alcoba, Seungho y Nakyum se susurraron palabras de anhelo que habían sido guardadas por mucho tiempo. Apenas, aquella noche de su separación Nakyum le había confesado sus sentimientos antes de que todo se arruinara.
Seungho besó los labios de Nakyum, callándolo con su lengua demandante introducida dentro de su boca, buscando recuperar cada rincón perdido, saboreando la dulzura que sólo Nakyum podía darle. Nakyum desvistió pacientemente a Seungho, tocando su pecho desnudo, abrazando sus músculos redondos y duros que lo envolvían con un calor sofocante.
El joven bajó sus manos hasta la entrepierna de Seungho rozando su miembro erecto por encima del pantalón. Seungho suavemente deslizaba sus manos por las nalgas redondas de Nakyum, mientras mordía sus tetillas rosadas haciéndolo temblar debajo suyo.
El deseo los envolvía, habían estado separados demasiado tiempo. Nakyum descubrió el pene hinchado de Seungho y posó sus labios ardientes sobre él, chupando y deslizando su boca a través de su enorme masculinidad. Seungho jugaba con la entrada de su agujero, deslizando la punta de sus dedos en los alrededores, hasta que introdujo uno haciendo que Nakyum gimiera.
—¿Duele? —preguntó Seungho gentilmente.
—Un poco, hace tanto tiempo que no...
—Nakyum —susurró en su oído retirando el dedo que había introducido—. Aquella vez cuando Min...
—No importa, estoy aquí ahora. ¿Ese hombre no murió verdad?
—No. No está muerto, pero te aseguro que en cuanto regrese, yo lo...
—No señor Seungho, no lo haga.
—Pero él te lastimó —dijo Seungho ofuscado.
—Lo sé, pero no quiero que se manche las manos de sangre otra vez.
—Nakyum...
—Por favor, mi señor, hágalo por mí.
—No soy tu señor. ¿No dijiste que querías algo más? Soy tu esposo. Llámame Seungho, no me digas más "mi señor".
El joven Nakyum miró los ojos cansados de Seungho, sucedió tanto, él mismo había sido víctima de la maldad de Min. Aún así, ya nada importaba, mientras estuviera a su lado, pensaba que podía contra todas las dificultades de este mundo por muy injusto que fuera, ellos no se dejarían arrastrar por la inmundicia. Nakyum salvaría a Seungho de cualquier tormenta en su corazón y Seungho protegería a Nakyum de cualquier demonio humano que se atreviera a amenazarlo. Ambos se salvarían el uno al otro.
—Seungho, por favor no más vengazas. Usted puede limpiar su nombre y crear su propia defensa, no está solo —dijo Nakyum—. Su hermano es un buen hombre.
—¿Mi hermano? Ja, es sólo un chiquillo, mi padre lo manipula.
—No es así, ¿Por qué me ayudaría entonces? No me ha delatado con su padre.
—No es tan sencillo Nakyum, mi Kyum.
—Pero me tiene a mí. Lo amo.
Nakyum besó a Seungho y éste sin poder controlarse más levantó al pequeño sobre su entrepierna, penetrando lentamente entre sus nalgas haciéndolo gemir en cada centímetro que se deslizaba hacia su interior. Tan húmedo y apretado, Nakyum se aferraba a su cuello, mientras sentía deslizarse ese gran monstruo en su interior, como una bestia que lo llevaba a la locura y a la perdición. Gritaba haciendo eco en la noche pálida, perdido entre jadeos que iban y venían. Nakyum fue depositado sobre la cama con la espalda lista para ser embestido nuevamente, entraba y salía por su pequeño punto de placer, llegando hasta el orgasmo muchas veces. Seungho no tenía suficiente, alzó una pierna blanca como perla del pintor para estirarla al ritmo de su cabalgata. Nakyum ya no tenía voz, por las horas que había pasado perdido en la verga de Seungho, pero lo adoraba, seguía su ritmo a duras penas, se sentía desfallecer para volver a ser traído a la vida con un nuevo orgasmo. Sin darse cuenta, comenzaba a decir palabras que no se hubiera atrevido a decir estando sobrio. Se había embriagado con el semen de Seungho hasta estar tan caliente que el también deseaba que ese momento no terminase jamás, incluso si le costaba la vida entregarse al placer de este hombre.
Hasta que el último gemido de Seungho se derramó dentro de Nakyum para llenarlo por completo. Los dos rendidos sobre la cama, envueltos en una sábana blanca que cubría sus cuerpos cansados de tan larga jornada de amor.
Intentaron dormir, pero no podían, así que decidieron salir a pasear a la luz de la luna menguante y las estrellas.
Seungho y Nakyum se hallaban cerca de una baranda mientras contemplaban la ciudad que todavía no despertaba. Había mucho que decirse, pero apenas podían hablar, sólo querían contemplarse el uno al otro. Hasta que Seungho habló primero.
—Nakyum, sobre la muerte de Inhun, yo...
—Lo sé, mi se...
—Seungho.... —corrigió el señor Yoon.
—Mi señor, no puedo decirle así siempre.
—Me lo has dicho en la cama, pero no puedes decírmelo fuera de ella. ¿Dime qué debería hacer? Debería mantenerte en la cama todo el día.
—No es lo que quise decir, mi se... Seungho —dijo Nakyum con el rostro completamente rojo.
—Yo no lo haría, se lo que esa persona significa para ti.
—Significaba. Él fue importante en mi pasado, Seungho. Ahora todo lo que quiero es a usted.
—Kyum...
—Seungho, me lo hubiera dicho, no era necesario ocultar las cartas. Yo no lo habría juzgado tan fácilmente, no habría dudado de usted sin escucharlo primero.
—Tenía miedo, demasiado miedo de perderte.
—Yo confío en usted, ¿podría usted confiar en mí?
—Nakyum, yo también te amo. Lo sabías desde antes, ¿cierto? Incluso si no lo dije primero.
—Es bueno oírlo de usted, Seungho.
Nakyum contempló ese rostro hermoso y atracitvo, el perfil que tanto lo hacía sonrojar, la voz seductora y juguetona que lo hacía perder la calma, sus ojos ardientes y su impetuosa pasión. Todo encerrado en ese hombre, ese hombre que lo anhelaba día y noche, a quién a pesar de no haber conocido en circunstancias felices, sino turbias, había aprendido a amar e incluso a confiar en él. Con el corazón apretado en sus pensamientos, Nakyum no pudo ver aquella figura acercarse en mitad de la calle con una mano amenazadora hacia Seungho. Cuando las primeras luces del alba iluminaron ese rostro, Nakyum no pudo creer lo que veía al frente suyo.
—Señor Inhun...
Dijo el joven, pero era tarde. Inhun se lanzó con un cuchillo sobre la espalda de Seungho. En un rápido movimiento, Nakyum lo empujó para tomar su lugar, recibiendo la puñalada en el hombro izquierdo, cayendo ante los ojos de asombro de Inhun y el grito de desesperación de Seungho.
—Na-kyum, yo... yo... no quería lastimarte —dijo Inhun horrorizado por lo que había hecho, tropezando mientras retrocedía sus pasos.
Seungho tomó a Nakyum entre sus brazos, sin poder reaccionar adecuadamente. El grito fue oído por Seungwon, quién salió acompañado de dos hombres a ver lo que estaba pasando.
—Señor Inhun está vivo... —dijo Nakyum mientras aún veía con asombro al hombre que lo había herido—. Seungho, abrázame por favor, tengo miedo.
—Nakyum —dijo Seungho abrazándolo contra su pecho, sin saber si debía sacar el cuchillo o no.
Al final retiró el cuchillo del hombro de Nakyum, rompió un pedazo de su ropa y trató de atarlo de tal forma que no perdiera más sangre.
—¡Detengan a ese hombre! —Ordenó Seungwon a sus hombres, mientras ellos atraparon al aún consternado Inhun, quién no tenía más escapatoria.
Nakyum se desmayó, sin soltar la mano de Seungho. Ese rostro apuesto que tanto adoraba, fue lo último que vio antes de perder la conciencia.
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La ambición de Min... Una linda flor de cerezo (Fanfic de Pintor Nocturno)
FanfictionDesde que Min conoció a Nakyum la curiosidad lo invadió, se había convertido en el punto débil de Seungho, cambiando sus noches de orgía por la compañía del pequeño pintor. Desde que vio su pintura, la ambición de Min por probar al artista creció, h...