Capítulo 7: La mejor decisión

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Heena volvió a la casa Kisaeng y fue recibida por sus hermanas. Todas estaban muy preocupadas por el paradero de Nakyum. Heena les explicó lo que había sucedido, cuando una visita inesperada llegó a esas horas de la mañana.

El señor Kim se presentó buscando al amo Seungho, Heena lo recibió de mal agrado, pero luego pensó dos veces la situación. Fue el señor Kim quién le propuso una tregua. Tenían que salvar a ambos, ya había pasado suficiente tiempo y Seungho no había regresado, probablemente también se encontraría en una posición peligrosa dentro de la casa de Min. El señor Kim reveló que unos oficiales habían ido a la casa de Seungho para arrestarlo, por el supuesto asesinato del señor Inhun y no sólo eso, sino que junto al cadáver descompuesto habían encontrado pruebas que involucraban a Seungho con asuntos de corrupción del gobierno, que inevitablemente estaban relacionados a la familia Yoon, a otras familias nobles y al señor Song, un misterioso personaje que se rumoreaba estaba por llegar a la ciudad, luego de años de estar ausente.

Heena desconfió, jamás podría confiar en nada que se relacionara a ese noble Yoon, pero ahora Seungho era lo único que tenía para salvar a Nakyum. Luego se encargaría del asunto de Inhun, además si todo era cierto, el fin de Seungho era inminente, terminaría en la cárcel o recibiendo una pena de ejecución por traición.

El señor Kim era un hombre sabio, a pesar de ser solo un lacayo de clase baja y sin menor educación, era intuitivo, había críado a Seungho desde pequeño, conocía su verdadero rostro, los problemas que lo llevaron a sumergirse en el opio y la lujuria, había espectado preocupado lo que lo atormentaba noche tras noche. No se atrevía a decirlo, por su condición de plebeyo, pero él era lo más cercano que tenía Seungho de un padre y Seungho era lo más cercano que tenía de un hijo.

El señor Kim dijo sin temor:

—Se lo que piensa del amo Yoon. Pero no se equivoque. Él no mató a ese hombre, lo tuvo en su casa, bajo su poder, pudo matarlo muchas veces, tuvo miles de razones y aún así no lo mató. Al contrario, dejó que se fuera lo más lejos de Nakyum para que no los molestara. Le puedo asegurar que el amo Yoon no asesinó al erudito.

—¿Usted qué sabe? ¿Si no fue él, entonces... —Heena no dijo más.

—En su corazón sabe la respuesta, ¿quién ha estado detrás de todo esto? Yo mismo no lo vi venir, de haber sospechado algo, le hubiese advertido al amo incluso si eso me costaba el castigo más duro por hablador e impertinente. Pero no lo sospeché.

—¿Min?

—Tal vez, así sea. Qué conveniente que encontraran todas esas pruebas que involucraban a Seungho junto al cadáver de Inhun. ¿Si hubiera sido el amo Yoon no habría desaparecido la evidencia que lo involucraba? Además, no se ha despegado de Nakyum en todo momento en las últimas semanas y en los momentos que lo ha hecho era solo para ir a cazar acompañado de otros sirvientes. Pero, ¿qué valor tiene el testimonio de un sirviente, señora?

Heena se quedó pensando, sin decir nada, Kim agregó:

—No se deje cegar por su odio, se que tiene sus razones para odiar al amo Yoon, ha matado a gente antes, pero esta vez es inocente. Sabía muy bien lo que significaba esa persona para el joven Nakyum. Así como lo que significa usted. No lastimaría a quienes él ama, porque sería una forma indirecta de herirlo y lo que menos quiere es el odio del muchacho.

—¿A cuántas personas trae? —preguntó Heena.

—Tengo algunos hombres conmigo, los guardias están resguardando la mansión de amo Yoon, no pude traer más.

—Puede llevarse a los guardias de la casa Kisaeng, Eso es todo lo que puedo hacer. Hay algo de lo que me tengo que encargar. Se lo dejo en sus manos.

—Descuide, todos en la casa del amo Yoon nos hemos encariñado con el joven, no dejaré que los lastimen, incluso si mi vida está en riesgo.

Así el señor Kim fue a la residencia oculta del señor Min para rescatar al amo Yoon y a Nakyum, con los pocos hombres que tenía de su residencia y de la casa Kisaeng. Discretamente pues el pueblo ya se encontraba alerta de la orden de detección de Yoon Seungho.

Por otro lado, Jihwa llegaba a su casa, encontrándose en el camino a Mumyeong.

—Hizo bien en revelarle a la moza Kisaeng el camino a la residencia donde están cautivos ambos.

—¡Piérdete! Tengo asuntos que resolver.

Mumyeong tomó del brazo a Jihwa en un agarre fuerte, acercando su rostro hasta acortar la distancia a una más íntima. Jihwa se sonrojó y grito encolerizado.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Si desea puedo ayduarlo, usted sabe dónde estoy.

Mumyeong se iba a marchar. Pero Jihwa lo detuvo.

—Muchos de esos documentos son falsos, los verdaderos están en la residencia de Min. Necesito alguien que los robe, eso podría salvar a Seungho del crimen de traición. Pero no del de asesinato. Después de todo Seungho es un noble, no será tan terrible ser investigado por la muerte de un pobre erudito postulante a un puesto del gobierno. Pero si es incriminado por traición, probablemente eso lo lleve a la muerte.

—Entiendo.

—¿Cuál es tu precio?

—Cuando todo esto pase, acuéstese conmigo otra vez.

—¡Eres un desvergonzado!

—Si acepta entonces me infiltraré en la residencia del señor Min, pero debe darme los detalles. Al amanecer lo haré, si es que no es demasiado tarde para el señor Yoon.

—Pues tendrá que resistir... Estoy de acuerdo. Te explicaré todo y me encargaré de distraer a Min.

Mientras tanto, Min entró a la habitación en la que estaba encerrado Nakyum. Lo llevó a rastras a un compartimiento al lado de donde se hallaba Seungho. Lo lanzó sobre el suelo con una mueca de disgusto en el rostro aún herido.

—Ahora, démosle a nuestro estimado Seungho el banquete que merece. Las paredes son lo suficientemente delgadas como para que nos escuche.

Seungho en el otro lado, aun maniatado y con la voz acallada por una mordaza, escuchó perfectamente cada sonido que sucedía en el cuarto de al lado. Se inquietó al oír esto y trató de liberarse en vano.

Mientras Min se acercaba a besar a Nakyum por el cuello mientras deslizaba su ropa para desnudarlo, Nakyum se hallaba visiblemente nervioso sin oponer resistencia. Min mordió una parte sensible del joven pintor, lo cual hizo que se le escapara un gemido. Seungho estaba completamente desquiciado, no podía soportar escuchar más eso, sentía que podía morir antes de seguir escuchando. Entonces se escuchó un grito mucho mas fuerte, éste parecía de dolor y provenía de la boca de Min. Al rato un golpe se oyó y el silencio volvió a reinar en los alrededores. Seungho no entendía qué pasaba. Cuando la puerta que lo encerraba se abrió, era Nakyum.

—Mi señor, ¿está bien?

—¿Qué pasó? ¿Te hizo daño? Ese desgraciado...

—Está bien mi señor, vámonos.

Ambos salieron y Suengho no pudo evitar mirar al interior del cuarto de al lado. Min se hallaba desmayado y con un cuchillo clavado en la mano. No era una herida mortal, un jarrón yacía hecho añicos en el suelo.

—Vámonos —terminó de decir Seungho mientras tomaba una espada y se marchaba con el cuerpo en frente protegiendo al joven.

Se enfrentó a varios guardias que yacían ahí, cuando un séquito de gente venía, a muchos de ellos no los reconoció y tenían la apariencia de ser hombres armados, por lo cual estaba dispuesto a enfrentarlos con el último aliento que le quedaba. Fue el señor Kim el que le pidió a los guardias que se detuvieran y salió a darle el encuentro.

Finalmente lograron escapar gracias a su ayuda y se marcharon de aquel lugar dejando heridos a su paso.

La ambición de Min... Una linda flor de cerezo (Fanfic de Pintor Nocturno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora