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[La confusión del abuelo]

Un pequeño ruido hizo que despierte de mi profundo sueño. Abrí lentamente los ojos mientras me estiraba aún recostado en la cama.

Mis ojos pesaban por el sueño, no había dormido lo suficiente. 

Como siempre.

Lo primero que hice fue mirar por la ventana de la habitación, aún seguía de noche, aunque estaba por amanecer. Fruncí el ceño buscando el ruido que me despertó.

Me llevé un susto cuando vi a Pierce en el parco de la puerta. Achiqué los ojos para verlo mejor dentro de toda la oscuridad, pude ver que mi amigo se abrazaba así mismo mientras me miraba avergonzado.

—¿Qué pasa Pierce?—le pregunté con voz ronca, incorporándome en la cama para verlo mejor.

—¿Puedo estar aquí? No podía dormir y pensé "Oh, wow, que buen momento para despertar a Froycito". 

Asentí mientras me refregaba los ojos con la mano, Pierce se dirigió hacia a mí y se sentó a mi lado apoyado en la pared. La cama estaba pegada a la pared, ambos nos apoyamos en ella. 

Nos quedamos en un cómodo silencio, yo mirando el suelo intentando recomponerme del sueño, mis ojos se cerraban por inercia. Pierce hacía lo mismo, miraba un punto fijo a la nada.

—¿Qué tal con Luka, el chico de Instagram?

Mi repentina pregunta lo sacó de sus pensamientos, dirigió su mirada a mí para después con una pequeña sonrisa emocionada me contestase.

—¡Genial! Estuve chateando mucho más con él, parece ser simpático. También, cabe mencionar, que está más bueno que comer pollo con las manos.

Reí por el raro piropo, rápidamente me tapé la boca con ambas manos para no despertar a mi abuelo.

Seguimos hablando de temas triviales para despejar el sueño que ambos teníamos, Pierce apoyaba su cabeza en mi hombro y yo mi cabeza arriba de la suya. Era cómodo estar así, es como descansar mi pobre cabecita. 

De pobre no tiene nada, lindos problemas hay en ella, Pancracio.

Uno que otro problemita no le hace mal a nadie, Roberto. Todos los tenemos, se supone que somos seres humanos.

Ya, pero yo no lo soy. Una cosa es estar en la cabeza de un humano y otra cosa muy diferente es ser uno.

De apoco el amanecer iba apareciendo por la ventana, resplandeciéndonos con su luz. Habíamos estado un rato hablando de cualquier tema que se nos viniera a la cabeza. Miré aún apoyado en la cabeza de mi mejor amigo la cantidad de nieve que había por todos lados.

De aquí se podía ver a lo lejos como las pocas casas del pueblo estaban repletas de nieve. Las calles de tierra estaban llena de ésta, nunca había visto tanta nieve junta.

Mi gusto y amor por el invierno cada vez crecen más.

—Sabes, deberíamos...—me interrumpí a mi mismo al ver una vez más a una figura en el marco de la puerta.

Era mi abuelo Hugo con la boca abierta mirándonos con los ojos bien abiertos. Cerró la boca de inmediato y se aclaró la garganta. Lo miré con una pequeña sonrisa antes de que él empezara a hablar.

—Buenos días jovencitos, ya está hecho el desayuno. Bajen o los traigo de las orejas—sin más, bajó rápidamente las escaleras que daban al primer piso.

Pierce frunció el ceño al igual yo, mi abuelo había actuado... extraño al vernos. Sin darle mucha importancia, nos levantamos de la cama para bajar a desayunar.

La soledad del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora