VII.

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Momo y Katsuki se habían separado ligeramente para verse a los ojos. No había palabras para describir lo que ni uno ni el otro sentían.

Solo estaban ahí, viviendo y existiendo por ese momento.

—Yaoyorozu... –dijo suavemente Bakugō con una voz indescriptible.
En ese momento, ambos sentian estar en su propio cuerpo. Ni Momo veía su rostro ni Katsuki observaba sus ojos rojos por las lágrimas.

Ambos se acercaron tan lento y tortuoso a los labios del otro que parecía una eternidad estar así de alejados.

Y un roce.

Solo eso basto para encender fuegos artificiales dentro de ambos.

Para el chico era como cuando despertó por primera vez su quirk, una sensación de libertad y alegría, de luz y de tanta felicidad que si se le preguntara en ese momento como se sentía, él no sabría como responder.

Para ella, era paz. El leve olor de su shampoo le inundó las fosas nasales, su nariz rozaba con la mejilla contraria, su mano izquierda había subido inconscientemente al hombro de él; sus mejillas estaban ardiendo y había olvidado el dolor de la posición tan incomoda en la que estaba.
Sentía lo mismo que cuando él la invito a quedarse y ver aquella grosera, pero divertida película; eran simplemente ellos y sus emociones explotando como si todo y nada fuera a acabar.

Katsuki podía adivinar que este era el primer beso de ella, pues tenía los ojos cerrados con mucha fuerza y sentía como con la mano derecha tomaba su camiseta y la removía de forma extraña, como si estuviera ansiosa. Para relajarla, él se separó con delicadeza tomando las manos de ella poniéndola de pie ante su atónita y sonrojada mirada.

Momo pensó que había hecho algo mal o que había mal entendido las cosas con su compañero y antes de poder siquiera pronunciar palabra alguna, Katsuki volvió a besarla de la misma manera.
Eran prácticamente de la misma estatura, por lo que para él fue fácil tomarla de la cintura y guiarla hasta la mesa, donde la sentó con delicadeza mientras seguía besándola con mucha paciencia y calma.

Momo suspiro hondo cuando sintió sus pulmones clamar por oxígeno. Katsuki entendió esa señal y la alejó para que recuperara el aire pero no se despegó por completo de ella, al contrario, pegó sus frentes y sintió el ligero olor dulzón de la nitroglicerina que su cuerpo emanaba en forma de sudor mezclado con el shampoo de hierbas que él obligaba a ella a usar.

Ambos se quedaron viendo a los ojos del contrario, como si estuvieran esperando algo del otro... pero ese algo no llegó.

Katsuki bajo la mirada un poco y luego de pensarlo un poco, volvió a besarla.

—¡Mgh! –se quejó Momo cuando la mano de él bajo más allá de su cintura y se colaba en su short mientras que con la contraria le acariciaba el muslo interno con suavidad.
Katsuki entendió la incomodidad que Momo sintió por sus acciones un poco pasadas de tono y mejor alejo las manos de esos lugares, pero no saco las manos de encima de la chica.

—Me tengo que ir –dijo él en medio un último tierno beso. Volvió a pegar sus labios con los de Momo y susurró —se hace tarde...

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—¡Yaomomo! –volvió a llamar Mina mientras se quitaba la sudadera del uniforme y la lanzaba hasta donde ella se encontraba —¿Estás bien? Haz estado super distraída toda la mañana.

—Lo siento Ashido-san –se disculpo Momo sonriendo y regresándole la sudadera. No podía dejar de pensar en Katsuki y el beso que se dieron.
Habían ocurrido algunos... roces, simples caricias que ocurrían de vez en cuando entre clases o en los dormitorios o cuando entrenaban juntos pero más allá jamás había pasado nada.

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