Capítulo V

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Estaban Camilo y Bruno, cara a cara.

— Camilo... — Lo llamaron, haciendo que se despierte del sueño, era su madre, la cual estaba empapada y con una nube en su cabeza. — Lo siento tanto, le dijimos al pueblo que te hagan también una estatua, pero la tuya será individual. — Acarició los rizos de este, a lo que Camilo frunció el ceño. — No debieron ser avisados antes, ellos saben que soy un Madrigal y aún así decidieron excluirme, y si fuera a los madrigales con poderes, no estuviera papá ni Agustín. — Se le salieron varias lágrimas, las cuales su mamá les quitó. — Ellos no te ven como yo te veo a ti, ellos son los mismos que inculparon a mi hermano, Bruno, e hicieron que el tome la desoxido de irse. — Pepa dio un suspiro y se paró. — Pero estoy segura de que algún día ellos se darán cuenta de que eres tan especial como nosotros, y aunque ellos no se den cuenta, eso no lo hace una falacia, tú eres un chico maravilloso. Si quieres algo más, estaré en mi habitación mijito. — Le dio una sonrisa y sin más se fue. Camilo se paró, sacudió su ropa y fue caminando a su guardería. Al entrar se quitó sus sandalias y se quitó su ropa para así ponerse su ropa de dormir. Se aclaró en su cama y al instante cayó dormido.

— Tío Bruno, ojalá mi don sea igual de genial que el tuyo. — Un Camilo de cinco años menciona, un día antes de su ceremonia, a lo cual Bruno contestó con una risita. — No todos piensan eso, pero te aseguro que será incluso más genial que el mío. — Acarició la cabeza de Camilo y este lo abrazo. — Te quiero mucho tío Bruno. — Bruno le devolvió el abrazo, — Yo a ti, mi pequeño travieso. —

— ¡Camilo! — Una voz gritó, lo cual hizo despertar al quinceañero de forma brusca. — El desayuno está servido. — Mencionó Isabela, para así irse a la mesa, este nada más se puso las sandalias sin cambiarse su pijama y fue hacia la mesa. Tomó unas 3 arepas junto con unos cuantos arándanos y fue a la mesa, sentándose junto con Mirabel y Antonio. — Cami, mi Tigre me dijo que los ratones son deliciosos, pero no quiero que se los coma, así que le estoy guardando comida para que se la coma y no a los ratones. — Relataba Antonio, mientras Camilo le prestaba atención con una pequeña sonrisa entre sus labios. —

— ¡Atención familia! — Exclamó Abuela, prestándole todos atención. — Hoy tendremos la cena con los Guzmán para la propuesta de matrimonio de Mariano hacia nuestra perfecta Isabela, la cual nos traerá una generación nueva de más dones. Espero que todo salga perfecto esta noche. — Dijo esta, en lo último mirando a Camilo. — Bien, pueden empezar a comer, buen provecho. — Dolores comía pero con cierta expresión de tristeza en su rostro, lo cual Camilo notó inmediatamente.

Después de terminar de comer, Camilo siguió a Dolores y le topó el hombro. — Dolores, te ves triste, ¿que pasa? — Dolores le dio una sonrisa y acaricio su brazo. — No es nada, nada más no estoy de ánimos hoy. — Se adentró a su habitación pero Camilo la siguió. — Estás mintiendo, tú puedes confiar en mi, esto se quedará entre tú y yo. — La mayor solo suspiro y miró hacia abajo. — Me gusta mucho Mariano, me encanta, pero yo se que es imposible, a él le gusta Isabela, y es lo mejor para la familia. — Camilo la abrazó. — Yo se que encontrarás a alguien que te haga sentir así. — Dolores asintió, Camilo sacó una arepa para compartirla con ella, pero se le cae al piso, haciendo que una rata se la lleve. — ¡Hey, eso es mío! — Exclamó para seguirla, siguiéndola por toda la casa, hasta que llega a un sitio y no la ve. — Ganaste esta vez. — Dijo cruzando los brazos. Iba a irse pero observó que ahí estaba la arepa, la está salió de un cuadro, la recogió y volvió a ¿estar atrás del cuatro? Intentó subir el cuadro, pero este se abría, como si fuera una puerta, al abrirlo se llevó una sorpresa.

El escondite de Bruno

Camilo, ¿Por qué la puerta se desvaneció?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora