Prólogo.

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— Abre los ojos. — Susurró Alma, apodada como Abuela; estaba sentada en la cama de la guardería que tenía en el hogar, en sus piernas estaba Camilo, un niño juguetón, con una infinidad de rizos en su pelo, tez morena y ojos verdes.

Camilo hizo caso al susurro de la abuela, abriendo sus ojos lentamente, poco a poco observando La Vela. Sonrió de manera cálida, volteando su cabeza hacia un costado para observar a Abuela.

— ¿Qué ves? — Abuela con un dedo, empezó a jugar con uno de los tantos ricitos que tenía Camilo, el cual aún mantenía su sonrisa, la cual estaba de oreja a oreja.

La vela mágica. — Exclamó aquel niño de nada más cinco años exaltado, a lo cual Abuela soltó una pequeña risita asintiendo suavemente con su cabeza.

— Hace cincuenta años, tú Abuelo Pedro y yo tuvimos que huir de nuestro pueblo, y justo cuando Abuelo Pedro se sacrificó por nosotros, ocurrió un milagro, una segunda oportunidad, por lo que formó esta vela, que la flama nunca se apaga. — Relató la peligris, mirando la vela, juntando su cabeza con la de Camilo, quien estaba atento y con su sonrisa intacta.

En eso, Casita con los tablones de madera que se encontraban en el piso, movió un reloj hacia donde estaban estos dos, indicando que ya era hora de la ceremonia. Abuela ayudó a Camilo a bajar de la cama, sosteniéndolo con su pequeña mano.

Camilo tenía de ropa una camisa blanca con detalles dorados y unos pantalones blancos, nada más le faltaban los zapatos, que Casita con sus tablones le ayudó a ponerse. La abuela toma de la mano a Camilo nuevamente y Camilo se apega a ella con un abrazo.

— Abuela... ¿Cuál crees que sea mi don? — preguntó el pequeño, mientras caminaba mirando hacia el frente. La abuela acarició una de sus mejillas y le dio una cálida sonrisa. — Tú eres asombroso, Camilo Madrigal, cualquier que sea tu don, va a ser igual de especial que tú. —

Caminaron hasta llegar a la alfombra donde, después de esas escaleras estaba La puerta. El cerrojo tenía la inicial de "C", con la inicial de "Camilo". Abuela subió la mitad de estas escaleras, sosteniendo la vela.

— Hace 40 años, estábamos rodeados de plena oscuridad, pero recibimos un milagro, una segunda oportunidad, lleno de magia y de dones. Hoy estaremos recibiendo un nuevo don, ¡un aplauso para Camilo! —

Todos quienes estaban en el lugar aplaudieron notablemente, impulsando a Camilo a empezar a caminar hacia su puerta de manera lenta. Al llegar, Abuela le extendió la vela, el pequeño la topo con sus dos manos e hizo una pequeña reverencia. Se volteó hacia su puerta, dando un suspiro y con su mano derecho topó el cerrojo con su inicial.

esto no puede ser posible...

Camilo, ¿Por qué la puerta se desvaneció?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora