Capítulo VIII

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— ¡La vela se va a caer! — Mencionó Pepa, Camilo corrió hacia esta. — Casita, súbeme. — Casita despegó un decorado con forma de escalera y lo bajo hasta Camilo, haciendo que este suba hacia allá. — ¡Camilo, es peligroso! — Gritó Pepa formándosele una nube en su cabeza, pero Camilo no la oyó. Al llegar al techo mi Casita lo ayudó a tomar la vela. Casita los sacó a todos afuera menos a Camilo, Bruno se pone un balde en la cabeza y atraviesa la pared.
— Por favor, no. — Dijo Camilo, viendo como la vela se iba apagando, pero no se fijaba que le iba a caer encima la casa. Mirabel observó esto y con solo un aplauso detuvo el tiempo. Entró a Casita y alzó a Camilo, llevándolo afuera de Casita, aplaudió de nuevo y todos vieron a Casita derrumbarse. — No... — A Camilo se le cristalizó los ojos, la vela ya se apagó.

Pepa fue a verificar si sus hijos se encontraba bien. — Vuelvo ahora, mijo, Dolores me necesita. — Besó su mejilla y se fue, Camilo solo escuchaba a las personas murmurar que todo fue culpa de él, que el encanto corría peligro desde que él nació. Nada más se paró de donde estaba y decidió irse por las montañas que ahora estaban partidas.

— Camilo ya voy... ¿Camilo? — Dijo Pepa notando que no estaba. — ¿Camilo donde estás? — Empezó a decir preocupada, mientras Félix empezó a buscarlo. —  ¡Camilo! — Todos empezaron a buscarlo.

Ya pasó la noche, aún seguían buscándolos, en especial sus padres y Dolores. Camilo estaba en un río, abrazando sus piernas, mientras lloraba desconsoladamente. — Camilo... — Dijo Abuela observándolo, Camilo solo la miró de reojo. — Lo siento, no quería dañarnos, solo quería... ser alguien quien no soy. — Dijo esto y continuó llorando. Abuela solo se sentó a su lado. — Nunca me he permitido volver aquí, fue aquí que recibimos nuestro milagro. — Camilo alzó un poco su cabeza mirándola. — Donde abuelo Pedro... — Abuela suspiró. — Creí que tendríamos una vida diferente, creí que iba a ser una mujer diferente. — Se acercó a Camilo, este último se secó sus lágrimas y le prestó atención. — Nos conocimos en un evento, no podía ver nada con tantas personas, así que tomé mi vela y me subí a uno de los palos, y ahí estaba el, lo saludé y el me saludo. Cuando no había tanta gente decidimos conocernos y resulta que teníamos muchas cosas en común, tanto que nos decidimos casarnos. Tuvimos a nuestros tres hijos, Pepa, Julieta y Bruno, pero no hubo tiempo para celebrar, porque ocurrió el desplazamiento forzado. — Camilo puso una mirada triste. — Estábamos huyendo, pero ellos nos alcanzaron, y es ahí cuando tu abuelo Pedro... — Abuela se le salió una lágrima y continuó. — Fue tanto el miedo de perderlo todo de nuevo de nuevo, que olvidé para quienes eran el milagro, y lo siento mucho, tú nunca heriste a esta familia, Camilo, estamos así por mi culpa. — Ella bajo la cabeza, Camilo la miró con tristeza pero luego observó una mariposa. — Abuela... — le ofreció su mano, y esta se las dio, ambos yendo al río. — Finalmente puedo entender... perdiste tu hogar, perdiste todo, sufriste todo eso tú sola, y eso nunca volverá a pasar. Somos una familia por ti, tenemos el milagro por ti, no hay nada que no podamos resolver juntos. — Abuela sonrió y puso su mano en la mejilla de Camilo. — Le pedí ayuda a mi Pedro... — Camilo sonríe y se le sale una lágrima, a lo cual Abuela se la limpia. — Camilo, el me envió a ti. — Los dos se abrazaron.

Camilo, ¿Por qué la puerta se desvaneció?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora