Heart Soldier [Squid Game Fanfic]

Capítulo 11: Dulce Como El Azúcar

¿Qué debería elegir?

Y ahí me vino la imagen del cuadrado, ahora triangulo, a la cabeza. Miré a mi alrededor y me decepcioné al no ver un cuadrado. ¿Elijo entonces el triangulo? Era la opción más segura, ya que podía ser parte de la señal que dio. Pero, también podría estar equivocándome; puede que el mensaje con el emoji del triángulo hubiese sido únicamente para reconocerle y esto no tenía nada que ver.
Mi vista se paró en la estrella. Una estrella son muchos triángulos, ¿no?
Suspiré ansiosamente al ver que se acababa el tiempo de elección. No lo pensé más, seguí mi instinto y me coloqué frente a la puerta que elegí.

-Que instinto de mierda. - exclamé al ver la figura de cinco puntas en una cajita de metal junto a una aguja. Voy a asumir que el triángulo sí era una ayuda y que solo soy estúpida.
No es mi culpa, según él, quería verme sufrir; no tenía sentido. Si esa fuera la razón, no me daría la opción fácil en los juegos. Ah... Pensar tanto me está dando hambre, terminemos con esto.

Empecé a clavar la aguja en la galleta... Poco a poco... Con cuidado... Y despegué una parte. Uf, quedan 4.

Pum.

Me giré y la imagen de ese señor al borde del tobogán dejando un camino de sangre detrás se me quedó grabada en la mente. Pum. Y otro calló.
Volví a centrar mi atención en mi estrella, no podía distraerme. Seguí con la aguja y cuando me di cuenta ya quedaba menos de la mitad del tiempo.
Ya perdí la cuenta de cuantos disparos se escucharon, pero me dio esperanza oír como había gente que conseguía pasar la prueba y cuando me di cuenta, solo me faltaba un lado de mi forma por separar.

Seguí. Una vez. Otra vez. Y...
Crack.

Una grieta apareció en el centro de mi figura. Hasta aquí hemos llegado, justo en la última punta.
Sin embargo, miré a mi alrededor y me di cuenta de que, inconscientemente me había colocado en un punto muerto de la sala y, entonces, se me ocurrió la idea del millón. Era eso o un balazo, y lo último no me hacía demasiada ilusión.
Cogí la estrella por la parte rota, tapando la grieta con mi pulgar e índice y rápidamente llamé a un guardia.

-¡Oye, tú! ¿Está bien, no? - mi corazón latía a mil cuando el enmascarado empezó a acercarse a mi. Se iba a dar cuenta, se iba a dar cuenta.

-Jugadora 411, pasa.

Ah. Después de eso me comí la galleta y el trozo roto calló al suelo, pero el otro no le hechó demasiada cuenta porque podría haberse roto por el mordisco.
Lo hice, con trampas, pero lo hice.
Estoy segura de que ha sido la mejor táctica que he hecho en mi vida. Mi hermano estaría orgulloso.
Mi mente se silenció. Claro, fue él mismo que me enseñó que si tienes determinación, da igual los trucos que uses mientras consigas tu resultado.
Aunque, sinceramente, eso no evita que me siente algo culpable.

Mientras salía por la puerta, una mirada se posó en mi; la sentí en todo el cuerpo y probablente estaría a tres metros bajo tierra si las miradas matasen. Por el rabillo del ojo vi a un hombre, musculado y con un tatuaje en el cuello que me miraba con una sonrisa.
Le ignoré y volví a la sala de las literas, no sin antes espantarme ante el sonido del tiroteo final, acabando con las personas restantes en la sala. Sólo puedo pensar en la angustia que sentiría alguien que hubiese estado a punto de terminar y que un par de segundos le hubieran permitido seguir viviendo.
Aparto esos pensamientos rápidamente; si empiezo a preocuparme por la gente que no conozco, voy a ser la siguiente con un tiro entre ceja y ceja.

Al llegar, me desplomé en una litera cualquiera, pero no pude evitar esbozar una sonrisa al ver al grupito de cuatro celebrar que están con vida. Es la mejor manera de llevar este infierno, en mi opinión. Me levanto y me dirijo hacia Ji-Yeong, quien estaba apoyada mirando a la enorme hucha que estaba sobre nuestras cabezas.