El pequeño bebé se aferró más a su madre y un pequeño puchero se formó en sus labios, los padres primerizos notaron cómo los ojos del menor se comenzaban a llenar de agua y no dudo en llorar.
Sanzu cerró los ojos y se cruzó de brazos, empezaste a hablarle a Aki para que se tranquilizara y miraste a tu pareja, quien se veía demasiado chistoso enojado.
— No tomare en serio tu enojo si estas vestido así.
— Es tu culpa que este así.
Sonreíste y tomaste la cabeza de Aki para que no volviera a ver a su padre, quien estaba vestido con un disfraz de conejo rosado, habías comprado un mameluco gigante como disfraz ya que no había otras opciones, maquillaste ligeramente su rostro con bigotes y su cabello estaba amarrado en una coleta.
Se veía gracioso.
— ¿Por qué me tengo que vestir yo así?
— Dijiste que te vestirías de conejo para recoger huevos con el bebé — alzaste tus cejas recordándole lo de hace unos días — Tienes que cumplir tus palabras.
— Pero si el panzón me tiene miedo.
Aki automáticamente giró hacia su padre como si este estuviera hablando de él, Sanzu sacó la lengua haciéndole una cara para espantarlo y el bebé nuevamente comenzó a llorar.
— ¡Haru!
— Dámelo.
Sanzu alzó sus manos tomando al bebé mientras hacía berrinche, lo acomodó entre sus brazos para que estuviera cómodo y Aki dejó de llorar cuando se encontró frente a frente de su padre.
— Soy papá, todo está bien.
Guardaste silencio ante la frase que salió de sus labios, una probablemente que había derretido tu corazón. Sanzu giró a verte al notar el silencio que se había hecho en la habitación ante las últimas palabras.
— ¿Qué?
— Nada.
Negaste tu cabeza y empujaste a Sanzu para que saliera al patio, este solo frunció el entrecejo y camino hacia la puerta de la entrada para comenzar a buscar huevos junto a su hijo.
Sanzu cada vez era más paternal.
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— Uno.
— Aa.. bah...
— No bubu bah, uno.
— Apenas es un bebé Sanzu — le acercaste la canasta y el nombrado dejó el huevo en ese lugar — Todavía no aprende a caminar muy bien.
— A ti te faltan estos huevos Aki — el pelirosa señaló la canasta y de inmediato lo pateaste en su pierna ante la irreverencia que había dicho — Auch... no lo dije en mal sentido.
— No... — hablaste con sarcasmo y Sanzu se puso de pie mientras hablaba con el pequeño — Faltan otros cinco.
— ¿Pues cuantos escondiste?
— Eran como 10 — llevaste una de tus manos hacia tu boca intentando recordar — Si, son como 10 así que encuéntralos rápido.
— ¿Tú quieres encontrar los míos?
Sanzu sonrió mirándote, intentaste golpearlo nuevamente pero este corrió por el patio para evitar el golpe. Negaste tu cabeza intentando ocultar una sonrisa y caminaste hacia las dos personas para continuar recolectando huevos de pascua.
— El otro año tu te vestirás de conejo — tu pareja hablo mientras escarbaba la tierra — O este año también puedes vestirte, pero para mi.
— Solo no te aviento hacia la tierra porque traes a nuestro hijo en brazos — exclamaste con seriedad y el contrario solo rio — Eres un idiota.
Si, si era un idiota.
Pero Sanzu no era malo.
Había tenido una infancia difícil gracias a que no tuvo la presencia de sus padres y su hermano mayor se hizo cargo de él junto con su hermana menor. Tuvo tantos altercados a lo cual terminó creándole inseguridades y entre ellas las cicatrices que aún le preocupaba a pesar de ser ya un adulto. Sanzu era egoísta, a veces lo tachaban de psicopata y loco por las acciones que hacía o por la forma en que intentaba ocultar las cosas que lo atormentaban. Era egocéntrico y sus manos habían estado manchadas de sangre por miles de ocasiones, no dudaba en matar cuando era a su conveniencia o por el de las demás personas.