YELENAEl sonido de unos armarios abriéndose me despierta antes de que suene mi alarma. Rodando de costado, veo que todavía tengo treinta minutos antes de que me tenga que levantar. Pongo mi alarma un poco antes de lo que debería porque estoy muy nerviosa por mi primer día de clases. Voy a una escuela nueva y no tengo ni idea de cómo va a ser. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. La mayoría del tiempo puedo hacerme invisible y perderme entre la multitud de estudiantes. Normalmente nadie me ve, pero no siempre funciona. Ya debería estar acostumbrada a cambiar de escuela. Creo que es la cuarta vez que me he mudado en los últimos dos años desde que salimos de Rusia. Sólo espero que esta sea la última. Solo unos meses me separan de la graduación, y solo unos días de mi decimoctavo cumpleaños. Seré capaz de tomar mis propias decisiones y entonces podré huir de este lugar.
Un sonido de algo rompiéndose en la cocina seguido por una hilada de insultos hace que contenga mi respiración. Espero que no me llame. Los lunes por la mañana son los peores. Papá siempre viene de un fin de semana de borrachera, porque el alcohol parece ser la razón de vivir de mi padre. No siempre fue así, pero lo es ahora. Respirando profundamente para calmar mis nervios, me siento lentamente y escucho sus movimientos. Las cosas se han estado poniendo inestables últimamente, y solo se está poniendo peor. Papá solía ser capaz de ahogar sus penas en el fondo de una botella y pretender que yo no existía. Pero recientemente su enfado ha comenzado a crecer y a dirigirse hacia mí. Constantemente estoy andando con pies de plomo, esperando a que suceda lo inevitable. No sé que es. Quizás es la mirada en sus ojos, pero puedo verlo. Puedo sentirlo dentro de mí, como que está esperando a que haga algo mal para poder golpearme. Pero siempre me aseguro que no haya ninguna razón. Desesperadamente no quiero que llegue ese cambio. Soy como un conejo asustadizo en mi propia casa. Cuando finalmente escucho que la puerta delantera se cierra, mis músculos se relajan, y una tensión demasiado familiar dentro de mí se va.
Salgo de la cama y me preparo para la escuela. Voy con unos jeans y una blusa de manga larga, una camiseta y encima un abrigo y mi par de botas. Todo mi conjunto es suave y calientes y ayudaran con el frío camino de kilómetro y medio hasta la escuela. Es principios de enero, y el invierno de Nueva York está en pleno apogeo. Cuantas más capas me pueda poner, mejor. Mirando al espejo, hago la raya de mi cabello un poco a un lado para que caiga más hacia la derecha, antes de poner un pequeño clip que lo mantenga en su sitio. Me aseguro que la cicatriz debajo de mi oreja esté lo más oculta posible, después me miro, volviendo a comprobar dos veces todo. La cicatriz es todo lo que siempre veo cuando me miro al espejo. Es un recordatorio amargo del día que cambió mi mundo. Mi madre pudo haber muerto en el auto, pero se llevó a mi padre con ella a la tumba. Nada ha sido lo mismo desde ese día. Ahora cuando me miro al espejo, la cicatriz no es la primera cosa que veo. Veo a mi madre. Cuando estaba desempacando las cajas anoche saqué un álbum de fotografías de mis padres cuando eran más jóvenes. Me veo justo como ella a mi edad. Desde el cabello rubio, mis ojos verdes demasiado grandes que parecen ocupar toda mi rostro, y mi pequeña nariz respingona. Casi nos vemos como gemelas en las fotografías donde tenemos la misma edad. Alargando la mano, toco el espejo, deseando que fuera mi madre. Pero todos los deseos del mundo no pueden volver atrás el tiempo. Pasé el primer año después de que murió deseando tantas cosas, desear no te lleva a ningún lado.
Limpio una lágrima que se ha escapado de alguna manera. Echo de menos cuando me miraba al espejo y solo veía la cicatriz. Era más fácil lidiar con ello. Tomando mi mochila, me dirijo escaleras abajo sabiendo que el lío que mi padre hizo todavía estará allí. Desde que mi madre murió como que he tomado su lugar en lo que a tareas de la casa se refiere. Me aseguro de que todo esté limpio, que se haga la lavandería, y que la cena esté en la mesa antes de que mi padre llegue a casa de cualquiera que sea el trabajo que hace. Normalmente es algo de seguridad dado que perdió su placa después de demasiadas veces conduciendo borracho. No sé cómo puede beber toda la noche y todavía levantarse para ir a trabajar, pero lo hace. Acabo de limpiar la taza de café rota del suelo y me aseguro que todo lo demás está en su lugar. Saco un paquete de hamburguesas del congelador y las dejo sobre la cocina para que se descongelen. Haré algo con ello cuando llegue a casa. Abrigándome lo mejor que puedo, rezo para que el tiempo no sea demasiado malo cuando por fin la escuela termine. Necesito encontrar un trabajo para los fines de semana. Quizás pueda llenar la mayoría de solicitudes por internet durante la hora de la comida en la biblioteca de la escuela. He visto pequeñas tiendas en la ciudad que están en mi camino a la escuela. Probaré solicitar un trabajo de camino a casa. Será la mejor opción estando tan cerca. Quizás tenga suerte e incluso pueda trabajar unas pocas horas después de la escuela, llegando a casa antes que papá.
Papá nunca querrá que trabaje durante la semana si significa que la cena no estará sobre la mesa, pero los fines de semana están bien para él. He estado reservando cada centavo que puedo y guardándolo. Siento como que el tiempo se me acaba y necesito tanto dinero como pueda para intentar conseguir un lugar para mí. Quiero ser capaz de pagar la universidad el año que viene y poner un techo sobre mi cabeza. Tengo que salir de aquí. No puedo ver a mi padre suicidarse. Ya vi a mi madre morir y vivirlo otra vez. No.
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PROTECTIVE ; katelena g!p
FanfictionLa vida de Yelena en su casa es un infierno secreto que no quiere compartir con nadie, y está tratando de encontrar una salida. Pero todo cambia cuando Kate le dice hola en su primer día de escuela. Kate g!p x yelena