10.

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KATE POV

—¿Qué? —digo mirando a mis madres. Las dos me han estado mirando fijamente desde que bajé esta mañana y siguen intercambiando miradas. Sé de qué se trata, pero ninguna dice nada.

Cuando llegué a casa después de la escuela, mi madre y yo hablamos y dijo que le podría dar un puesto de trabajo a Yelena. Me sorprendió que no hiciera preguntas, ella simplemente estuvo de acuerdo. Fue un alivio, pero sabía que eso solo las mantendría a raya por un tiempo.

Ayer mamá Nat tuvo un largo turno en el hospital, y está a punto de marcharse de nuevo en unos minutos. El tiempo no se detiene, y sabe que su oportunidad para hablar conmigo está pasando.

—Entonces, Kate, tu madre dice que tienes novia.

Ahí está.

—Sí —digo, terminando mi desayuno y llevando mi plato a la cocina.

De repente, mi madre me agarra del brazo y me empuja contra el mostrador. Está jugando, pero me sorprende la fuerza que tiene para ser una mujer de 37 años y algo pequeña. Es más grande que Yelena, pero no por mucho.

—Escúchame, Katherine Maximoff. Nunca antes te he visto ni siquiera parpadear en la dirección de una chica, por lo que no puedes simplemente puedes llamar y decir que tienes una novia sin darme detalles. —Me hinca un dedo en el estómago, y eso me hace reír— . Escúpelo, pequeña patata, o voy a sacar la artillería pesada.

No puedo evitar reír ante el apodo que me dio cuando era un bebé. Dijo que al nacer salí toda de color naranja y era blanda como una patata dulce. Levanta sus manos y las pone en forma de garras como cuando me va a hacer cosquillas, y me pongo seria. Si hay una cosa que sabe que odio, es que me hagan cosquillas. Para algunas personas es divertido y disfrutan de la sensación. Se ríen y piensan que es un juego. Yo no. Cuando me hacen cosquillas, me enojo, y ella lo sabe.

—Mamá —le advierto y trato de apartarme.

—Escúpelo —dice, levantando una ceja y retándome a ponerla a prueba.

Dejando escapar un suspiro, me rindo. Sé que es inútil luchar cuando se pone así. Miro por encima de su cabeza a mamá Wanda, que está apoyada en el mostrador, bebiendo su café y esperando. Las dos están juntas en esto.

—Su nombre es Yelena. Nosotros, eh, nos conocimos ayer. Es rusa, también. —Veo reflejarse sorpresa en su rostro, pero no me detiene—. Es nueva en la escuela, pero ayer teníamos las mismas clases y le di un aventón a su casa.

—Oh. —Mamá deja caer sus manos, y se ve como si estuviera pensando en lo que estoy diciendo—. ¿Así que es tu novia? —Su tono demuestra confusión, pero no presiona.

—Mamá. —Pongo mis manos en sus brazos, y levanta la vista, nos miramos a los ojos—. Es más que mi novia. Sé que suena loco, pero ustedes me contaron que en el instante en que se miraron a los ojos en cuarto grado, supieron que estaban hechas la una para la otra. Es así con Yelena. Solo hace falta que ella lo vea también.

—Pero, Kate...

—Confía en mí —digo interrumpiéndola—. Voy a traerla tan pronto como pueda convencerla. Pero créeme, mamá, es la elegida.

Me mira a los ojos como si estuviera buscando algo. Después de un segundo parece encontrar lo que está buscando y me sonríe.

—Siempre has marchado al compás de tu propio tambor, y sé que haces las cosas en tu propio ritmo y manera. Confío en ti.

Me da un beso en la mejilla mientras agarra su bolso y le dice adiós a mamá Wanda. Ella me sonríe, toma su termo de café y se va a trabajar también. Me quedo ahí por un segundo, pensando en lo que les acabo de decir y en su reacción. Siento formarse una sonrisa en mis labios mientras considero lo que podría haber pasado frente a lo que realmente sucedió. Lo acepto. A pesar de conocerla por menos de un día, Yelena significa más para mí de lo que podría haber creído posible. Pero prefiero sentirme obsesivamente consumida antes que no sentir nada en absoluto.

Anoche me quedé despierto hasta tarde, acostado en la cama y rebobinando todo el día en mi mente, pensando en todos sus movimientos, cada vez que la tocaba, y me dolía por querer verla de nuevo.Agarro mi bolsa, salgo a la calle, y me monto en mi Jeep. Me dirijo hacia la casa de Yelena. Salí temprano pensando que tal vez podría entrar y conocer a sus padres o algo así. Para que sepan que no anda con una loca y que yo me encargo de ella. También me gustaría que me conozcan porque va a pasar mucho tiempo conmigo. Justo antes de llegar a su casa, veo que ya está caminando por la acera. Al verla en el frío, la ira destella a través de mí. Me acerco, detengo el auto, y salgo.

—Hola —digo, dando un paso hacia ella. Me mira sobresaltada, como si estuviera sorprendida de verme—. ¿Intentabas deshacerte de mí?

—No, solo pensé que tal vez lo habrías olvidado. —Mira hacia el suelo, y me paro delante de ella, poniendo mi mano bajo su barbilla.

—Nunca te olvidaría, Yelena. Jamás. aunque quisiera, no podría—Veo cómo se forma una piscina de lágrimas en sus ojos, y la atraigo a mis brazos—. ¿Estás bien, cariño? —Asiente contra mí, pero no puedo evitar pensar que algo está mal—. Oye, déjame llevarte al Jeep para que entres en calor. Apuesto a que no desayunaste, ¿verdad?

Tomo su mano y abro la puerta, levantándola para ayudarle a que entre. Alcanzo el suelo del auto y coloco una bolsa en su regazo.bTodavía está caliente.

—Mi mamá hace las mejores magdalenas de chocolate, pensé que querrías probar una. O tres.

Le guiño un ojo y su rostro se ilumina mirando hacia la bolsa. Cierro la puerta y camino hacia mi lado, y al momento en que entro el olor de chocolate caliente llena la cabina.

—Esto ha arreglado mi día —dice ella, y da un mordisco.

La miro, y ver cómo la luz regresa a sus ojos mientras me sonríe hace que todo mi año mejore. Tiene una mancha de chocolate a un lado de su boca, y no puedo soportarlo más.
Inclinándome hacia delante, coloco mi mano en el lado de su cara y cubro su mejilla. Se ve un poco sorprendida, pero no asustada.

—Te voy a besar, Yelena Belova. Porque eres la chica más dulce y más hermosa que he conocido, y si no lo hago tal vez podría morir. Pero una vez que lo haga, vas a ser sólo para mi.

Se lame los labios y mira hacia los míos. Cuando sus ojos de color verde brillante parpadean, solo hay deseo ardiente en ellos. Coloco mi boca suavemente sobre la suya, siento la seda de sus labios contra los míos. Son llenos y dulces, cuando abre su boca deslizo mi lengua dentro. Sabe a menta y chocolate, y quiero comerla. Pero esto es solo nuestro primer beso, el primero de muchos, y mi objetivo es ir lento con ella. No es suficiente ni de cerca, pero me retiro un poco, apoyando mi frente contra la suya y respirando su aroma. Huele a Navidad y hogar, todo en uno. La emoción, la comodidad, y una abrumadora sensación de estar en lo correcto se asientan en mi pecho. La he estado esperando toda mi vida. Y ahora estás aquí, frente a mi.

PROTECTIVE ; katelena g!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora