04.

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KATE

La nueva chica entra y la reconozco. Bien, no a ella, sino a su abrigo. Es la que vi caminando esta mañana. Me pregunto si es por eso que llega tarde. Tal vez tuvo un problema con el auto. No puedo tener una buena vista de ella ya que su cabeza está gacha, pero se que es ella. No capto lo que el señor Cole le dice, pero veo a Kristen darme una mirada y un guiño antes de que ella tome asiento. Pero no le presto atención porque la nueva chica me tiene eclipsada. Camina por el pasillo junto a la mesa donde estoy sentado y toma el pupitre vacío a mi lado. Me enderezo y le echo un vistazo, mirando mientras se quita el abrigo.

Es de baja estatura y me pregunto por un segundo si se saltó un par de cursos. Mis ojos recorren lo que puedo ver de ella. Probablemente solo mide un metro cincuenta y dos, con un lacio cabello rubio claro. Desabrocha torpemente los botones de su chaqueta y me pregunto si sus manos están frías. Algo en mí quiere extender la mano y sostenerlas para calentarlas. Al menos, lleva botas de invierno y no tiene que preocuparse por sus pies. Cuando mis ojos suben a su rostro, gira la cabeza y me mira. Siento mi pulso acelerarse cuando nuestros ojos conectan y nos miramos. Sus grandes ojos verdes son como de ciervo. Tan perfectos y redondos con espesas pestañas negras alrededor. Sus mejillas están rosas y sus labios son rosados, y tengo la increíble urgencia de besarlos. Nunca he sentido este tipo de atracción por nadie antes y me toma por sorpresa. Aleja la mirada nerviosamente y me doy cuenta de que he estado mirándola como una rarita durante todo un minuto. Me siento mal por ponerla nerviosa y quiero arreglarlo. Enderezándome en mi silla, me inclino hacia ella y susurro tan calmadamente como puedo:—Hola.

Me mira y luego mira al profesor. Mis ojos echan un vistazo en la dirección del señor Cole, pero está en su propio mundo, dando una clase sobre El Rey Lear y la importancia de Shakespeare. No me ha dicho más de diez palabras en los pasados seis meses y dudo que vaya a empezar ahora. Viendo que el profesor no se da cuenta de nada, ella me mira con confusión.

—¿Estás bien? —le digo, mirando a su rodilla.

No quiero ser una total acosadora y decirle que la vi a un lado de la carretera, pero tengo este abrumador deseo de asegurarme de que está bien. Baja una mano, cubriendo la rotura en sus muslos y asiente hacia mí. Después de un momento de silencio, la veo sacar un cuaderno y un bolígrafo. Los abre y empieza a tomar notas. Me inclino de nuevo en mi asiento, claramente desdeñado, pero mantengo mis ojos en ella. Observo cada uno de los movimientos de sus pequeños dedos y la manera en que sujeta el bolígrafo. Es zurda y, por alguna razón, me gusta eso. Ocasionalmente aparta un mechón de cabello de su rostro y la observo con fascinación. Quiero hacerle preguntas, lo cual es raro, porque normalmente evito hablar con cualquiera. No es que no esté interesado en cosas, solo que normalmente puedo resolverlas por mí misma. La pequeña charla con imbéciles en el vestuario que comparan a las chicas que han follado, o con chicas que quieren hacerlo conmigo por lo que puedo aportarles, no me interesa. Y aun así, por alguna razón, esta chica tiene mi atención. Parece que necesita que alguien la cuide, y estoy empezando a tomar un interés personal en eso. Antes que lo sepa, la campana suena y me doy cuenta de que la he estado mirando todo el tiempo. Me enderezo y me muevo más cerca de ella, con la intención de hacerle una pregunta, cuando casi golpeo mi rostro en un uniforme de animadora.

—Hola, Kate. Te ves bien hoy. ¿Quieres ir a almorzar? Estaba pensando en ir a Joe's por una hamburguesa —dice Kristen, inclinándose hacia mí.

—No, gracias. —Me pongo de pie y tomo mi mochila, intentando rodearla.

—¿Estás segura? Podríamos tomarnos la tarde libre y puedes dar una vuelta en mi nuevo Mercedes. Mi papá me lo compró por mi decimoctavo cumpleaños la semana pasada. Soy legal ahora. —Me guiña, pero no hay nada que me haga querer ir con ella. Aparte de no desearla, ese auto es poco práctico en este tipo de tiempo.

—No —digo con los dientes apretados queriendo que Kristen se pierda. La rubia se levanta y agarra su abrigo, y no sé cuánto tiempo más tengo—. Oye, soy Kate.

Sus grandes ojos verdes se encuentran con los míos por un segundo y luego baja la mirada.—Yelena. —La palabra es dicha tan suave y dulcemente que casi no la oigo.

—Sí, esta es Yelena Belova. La chica rusa nueva. Debe apestar realmente empezar en una nueva escuela a mitad del año —dice Kristen y la codea como si fueran mejores amigas—. ¿Quieres que la acompañemos a su próxima clase, Kate? Podemos dejarla y así puedes acompañarme a la clase de español.

Quiero decir que no, porque no quiero ir con Kristen, pero deseo hablar con Yelena. Mira a Kristen y luego a mí antes de alejar la mirada rápidamente. Está en silencio, así que asiento y Kristen rebota en sus pies.

—Genial. Vamos a salir de aquí.

Salgo junto a Yelena y la veo sacar un pedazo de papel. Veo que es el horario de clases e intento no leerlo mientras andamos. Kristen está hablando, pero no presto atención a lo que dice. Solo sigo mirando a Yelena por incluso el más pequeño de los movimientos. Me acerco a Yelena y extiendo mi mano y espero a que me dé su horario. Duda
por un segundo y luego me lo entrega. Veo que tenemos cálculo avanzado
después. Luego tenemos el almuerzo, entonces física, y un último periodo libre. Le sonrío y se lo devuelvo, preguntándome cómo he tenido tanta jodida suerte.

—La llevaré, Kristen. Tenemos el mismo horario hoy. —Veo el fantasma de una sonrisa en los labios de Yelena y caminamos lado a lado.

Cuando vamos por otro pasillo, me doy cuenta de que Kristen nos dejó en algún punto sin que me diera cuenta.

—Gracias por mostrarme —dice Yelena en voz baja con un acento ruso muy marcado y sostiene su chaqueta contra su pecho.

—Claro. —Agarro la puerta y la abro para que pase. Apunto a los asientos en la parte de atrás.

—¿Hay siempre un asiento vacío a tu lado? —pregunta mientras deja caer su mochila a su lado.

—Ya no.

PROTECTIVE ; katelena g!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora