Capítulo 32

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Piso el acelerador regresando a la ciudad, las palabras de Carsten siguen rondando por mi mente sin dejar de torturarme

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Piso el acelerador regresando a la ciudad, las palabras de Carsten siguen rondando por mi mente sin dejar de torturarme.

—¡Se atrevió a llamarme fracasada! —doy un golpe al volante.

¡Pedazo de mierda inservible!

Me encuentro demasiado cabreada, al recibir tanta información me idioticé y no pude decirle cuanto detesto a su maldito apellido.

Las cosas empeoraron, ¡Mi vida empeoró! Ahora resulta que soy un puto agente con rango de un simple soldado.

¡No quiero ser un soldado!

¡No quiero ser un agente!

Golpeo reiteradas veces el volante maldiciendo a diestra y siniestra. En el único escenario que me vi perteneciendo a OFR fue por ser la cura de EBÓSIL, pero serlo en estas circunstancias no me da ese placer, ¡Joder, no!

Tamborileo los dedos sobre el volante sintiendo la frustración y la rabia apoderarse de mi cordura, siento unas ganas insanas y enfermizas de golpear a todo aquel que se cruce frente a mí.

Contrólate Alessia.

Llego al primer semáforo y cierro los ojos imaginando la satisfacción que sentiría al abrir un cuerpo, escenas de las veces que lo he hecho vienen a mi mente, pero eso ya no es suficiente.

¡Nada es suficiente!

Estoy anhelando ese poder de ser la única persona en decidir si alguien vive o no, en las únicas ocasiones que lo hice fue en Colombia, pero siguen sin parecerme satisfactorio.

Necesito algo que llene mi sed, esta sed que está surgiendo en el fondo de mí, necesito alimentar la espesa oscuridad en mi interior y así saciar de una manera retorcida mi ser.

Sigo conduciendo y a los pocos kilómetros me percato de las dos camionetas negras polarizadas que me siguen. Bufo. Decidieron volver a trabajar los idiotas agentes que tengo como guardaespaldas.

Inservibles.

Ya no voy al centro comercial, me dirijo a mi apartamento para asegurarme de no cometer una locura. Al llegar me bajo y no espero que Tyler me diga algo, subo al ascensor y al llegar a mi piso lanzo mi bolso a un sillón, quito mis tacones y camino de un lado a otro.

¡No pueden joderme! ¡No van a joderme!

—¡Ahhh! —grito. —¡No van a joder a Alessia Carvajal!

Tiro todas las cosas que se encuentran en la repisa, las botellas de vodka se quiebran en el transcurso y ese sonido alimenta mi sed, tiro todo lo que encuentro mientras no dejo de maldecir a Carsten Bogdánov.

Lanzo un florero que quiebra el espejo de la sala, meto mis dedos en mi cuero cabelludo para sentir el dolor al tirarlo, cierro los ojos y relamo mis labios.

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