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"Cada final contiene necesariamente un nuevo comienzo".

—¿Qué dices de este?— Le alcanzó el vestido blanco corto de Crepe Couture. Amber lo analizó en medio de una sonrisa que evidenciaba la satisfacción. El vestido parecía ser un tanto elegante, justo para la ceremonia, pero sin llegar a lo ostentoso. Aparentemente estaba hecho para Amber. Con delicadeza decidió medírselo. Se tomó el tiempo de verse en el espejo, reprimió una sonrisa, sintiéndose orgullosa y agradecida de ver como parecía haber ganado unos cuantos kilos, sintiéndose completamente cómoda con su cuerpo. Sin dar más rodeos, decidió enfundarse el vestido que estaba tallado a la perfección para su delgado cuerpo.

—¿Podrías ayudarme con el cierre? — en seguida sus mejillas se enrojecieron cuando Sophia entró con una rapidez que logró robarle el aire. Los ojos de la mayor brillaron ante lo que estaba viendo, sabía que ese vestido sería de Amber. Se posicionó detrás de ella, ambas mirándose al espejo, subió el cierre con cautela, admirando la belleza de Amber. La emoción parecía ir en aumento, estaba decidida en llevar a Amber al mundo chic, costara lo que le costara. —¿Qué dices? — susurró, aun apenada por verse así de expuesta.

—Que ahora mismo lo cargaré a mi tarjeta. — guiñó su ojo.

—Habíamos quedado en algo... Se supone que solamente miraríamos, Sophia.

—Eso no va conmigo, Amber. Me estás pidiendo cosas imposibles. — cuando terminó de cerrar el cierre tuvo la oportunidad de ver el nombre Vaentino brillar sobre la piel de Amber. Tomó sus hombros y la volteó, Amber parecía molesta ante su evidente descaro. —Prometo que será la primera y última vez que lo hago. — mintió.

—Sé que es demasiado costoso. — no hacía falta ser un genio para llegar a tan inteligente conclusión. Sophia la había hecho entrar a tiendas exageradamente caras, donde vitrinas exhibían sus mejores colecciones de invierno; Armani, Fendi, Prada, Hermes, Marc Jacobs, Burberry entre una infinidad de marcas demasiado llamativas. Sabía que Italia pertenecía a una de las capitales de la moda. Amber estaba al tanto de que Sophia era una compradora compulsiva, que podría narrarle la historia de cómo inició Gucci hasta llegar a Carolina Herra. Y es que ya lo había hecho, la pasión con lo que lo hablaba era asombrosa, pero algo que aún no terminaba de entender era el hecho de que Sophia pretendía querer complacerla en cambiar su vestimenta. Era imposible negar lo innegable; Era un choque cultural para Amber, lograba incomodarse al pasar por cada puerta de las glamurosas tiendas, pero encontraba placentero el poder medirse cuanta cosa quisiera. Pero se detenía a aceptar hasta el más mínimo objeto, no cuando cada pieza pretendía pasar los 2,00.00 dólares. Ver todas esas etiquetas con extravagantes precios lograron marearla .

—Es mi forma de desearte 20 feliz cumpleaños atrasados.

—No puedo aceptarlo.

—Menos mal no te lo estoy preguntando. ¿Podrías aceptarlo por mi hermana y Harriet? Será un día demasiado importante para ellas y sé que tú formas parte de su felicidad, déjame darles ese gusto, pero también permítete dártelos a ti, por favor... — parecía chantajearla.

—Estás jugando muy sucio — entrecerró sus ojos.

—Es la única alternativa que me dejas. — guiñó su ojo. — No tardes, por favor. Te veo en la entrada. — antes de salir se encargó de bajar el cierre del vestido, dejando sola a Amber. Se desvistió, observándose fijamente al espejo. Su boca se frunció, aún meditando lo que estaba tratando de hacer Sophia.

—Tienes que aceptarlo... — murmuró pensativa. Sabía que no era un simple vestido, pero también comprendía que no se trataba de cualquier boda. Era la boda de Elizabeth y Harriet. No quería sumarle algún tipo de estrés todo por no poder aceptar un vestido que Sophia estaba dispuesta a pagar. Se cambió rápidamente, salió del vestidor con el vestido en sus manos. Caminó hasta llegar a Sophia, que se encargó de dejarlo con la encargada que parecía seguirlas a cada rincón de la gran tienda. Amber guardó sus manos en sus jeans, sintiéndose un poco pequeña cuando vio a Sophia extenderle su golden card sin despreocupación. Sintió cómo su estómago se revolvió cuando le entregaron la bolsa con una sonrisa de por medio. La más grande giró sus talones, encontrando la incomodidad de Amber. Suspiró con un poco de remordimiento y cautelosamente se acercó a ella. 

PALABRAS QUE NUNCA TE DIJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora