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Su voz se escuchó temblorosa a mis oídos. Tenía que voltear para comprobar que había salido en un grito de miedo por mí repentina huida. No lo hice. Seguí de espaldas porque no quería que viera lo mucho que me afectó. Entonces, sentí unos pasos acercándose hasta que mis ojos oscuros se encontraron con los suyos por ponerse frente a mí.

Su mirada se veía expectante y quería una explicación. ¿A qué? No tenía ni idea. Quise seguir huyendo pero ella se interpuso de nuevo en mi camino impidiendo que diera un paso más. Suspiré de frustración. Sea lo que sea que quiera no lo conseguirá.

—¿Qué quieres? —murmure en voz baja sintiéndome fatal al escucharme.

—Quiero saber por qué estás huyendo —respondió a una pregunta que no sabría bien que decir—. Nunca vas a superar que Simón sea mejor, ¿no? —habló con total naturalidad—. Ya no eres un adolescente, Matteo. Ustedes son...

—¿Por qué estas aquí y ahora? Sólo dirás que ya soy un adulto y que tengo que dejar atrás esa envidia al...

—No quiero eso —corto mi discurso sarcástico un tanto molesta por mis palabras—. Quiero saber la verdad del por qué saliste así del Roller.

—Tuviste tiempo de ver cómo salí del Roller en medio de ese casi beso y con tu familia reunida en medio del escenario —sonreí mostrando los dientes—. Oh, ¡qué gran privilegio! La gran Ámbar Smith se preocupa porque no quería ver su gran familia feliz.

—Eres un idiota.

—Un idiota que está celoso de ti —«¿Lo pensé o lo dije?» por el rostro sorprendido de mi amiga lo confirme, había dicho eso—. Ámbar, yo...

—¿Qué? —susurró entre confundida y asombrada.

—Estoy confundido —confesé siendo directo ya no había vuelta atrás.

Al instante me arrepentí, quise volver a huir pero ni mi cerebro y mucho menos mis piernas siguieron mis deseos. Ella seguía estupefacta, sin decir decir nada y la verdad tampoco quería que dijera algo. En realidad, la gran pregunta del millón es: ¿qué quería que dijera? Porque estoy convencido de que cualquiera fuese su respuesta terminaría doliendo.

Se aclaró la voz para hablar y la detuve. Puse una mano en su brazo acercándome más a ella y negué con la cabeza, no necesito su respuesta. Quiero aclarar sólo esta confusión. Suspiró moviendo primero su pierna derecha y luego la izquierda, así se alejó de ella.

—Espera, ¡Matteo! —exclamó Ámbar pero no quise voltear ni volver.

(...)

Entré al departamento despejando la mirada de frustración. Me sentía un completo idiota, no podía sacarme de la cabeza esa estupidez que había dicho sin pensar. Me recosté en el sofá liberando la tensión de mi cuerpo, suspiré pesadamente y sin entender por qué sonreí.

Recordé sus ojos azulados buscando una explicación a esas palabras que dije. Sin embargo, borre esa sonrisa cuando me di cuenta que no podía sentir nada por ella. «Es tu mejor amiga, ¡por dios estúpido!». Repetía mi cabeza una y otra vez. Tenía razón, ella siempre fue una gran amiga y una ayuda para cuando nos sentíamos inseguros de nuestros sentimientos hacia quienes eran nuestras parejas.

Lo tenía claro: no sentía nada por Ámbar. NADA DE NADA. Sólo era una confusión. Una confusión muy linda.

—¡Basta Matteo! —se reclamó internamente en un susurro.

—¿Basta por qué?

Se sobresaltó llevando sus manos al corazón que comenzó a latir con fuerza cuando escucho una voz femenina del otro lado del sillón.

My First Real LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora